Mafia, mafia, mafia querida por Miguel E. Weil Di Miele @weilmiguel - Runrun
Mafia, mafia, mafia querida por Miguel E. Weil Di Miele @weilmiguel

Mafia

 

Mafia, mafia, mafia querida tuyo es mi cielo; tuyo es mi sol. Esta es la historia de una mafia, sacada de los reportes de John Smith, agente secreto alguna vez identificado por el caporegime El Yilet, (apodo derivado de la hojilla que siempre llevaba consigo), hoy en desdicha. Como guía para el lector: El Don es el jefe, el que más manda, entiéndase el chivo de la cosa. Por debajo, en orden, está el vicejefe o sottocapo; los caporegimes; los capodecimes y los soldados. También está el consigliere, que es una suerte de estratega, consejero y tal, que no dispara pero intriga. Algunos hasta estudian en Cambridge. A nuestra historia:

El Don ha muerto. Lo que era una familia, controlada y articulada a la perfección está al borde de una guerra (si es que no empezó ya). Quién fuese el sottocapo, apodado El Girafales, en una última reunión, se le encargó la llevanza de los negocios de la familia, entre otras cosas por las excelentes relaciones que tiene con el Don de la mafia aliada de la isla. La insularidad y la mafia, es cosa de toda la vida: Sicilia, Manhattan, etcétera. Pero volviendo al tema. La bendición del Don insular fue fundamental para El Girafales y le proyectó a la cima de la familia.

Otro personaje fundamental de la trama es un rechoncho de alta peligrosidad: El Capo Capelli, mafioso hasta de nombre. Alguna vez fungió como sottocapo, e incluso consigliere. Se vio alejado de los puestos de confianza, pero se mantuvo siempre en la familia, pues se había hecho con el más importante brazo de criminales violentos y armados de la mafia. «Mantén los amigos cerca y los enemigos más cerca», bueno así. Tiene espías por todos lados y es dueño de paredes que escuchan y puertas con ojos. El distanciamiento ocurrió por dos razones: la primera, Capo Capelli y sus caporegimes, o Los Ottantacinque, se habían hecho con el control de importantes fuentes de financiación de la mafia, particularmente con la utilización de un sistema que permitía multiplicar dólares como por arte de magia en el extranjero. Billetes que no pasaban a la familia, sino que se repartían (y aún se reparten) entre ellos. También, algunos de sus capodecimes estaban involucrados con el narcotráfico. Sobre todo lo último al difunto Don no le gustaba. Igual a Don Corleone el hombre, pero sin el estilacho. La segunda razón, es que Capelli es algo hidrófobo: detesta las islas y está lleno de rabia.

El resto de la financiación, de mayor importancia, proviene de la venta de óleos cotizadísimos. Está bajo el control del caporegime Ramiro. Sigiloso pero poderoso. Gracias a él la mafia ha logrado costear toda su actividad. Hay otros de menor rango, pero también importantes; El Yilet, por ejemplo: uncapodecime que manejaba la amenaza, la vocería, y la intriga. Era apreciado por el Don, y por eso contaba con protección. Su fidelidad con la mafia de la isla era total. Hoy, ha caído en desgracia. Le cantó a la mafia insular todo lo que desde la muerte del Don ocurre, y el hampa no perdona a un sapo. Confesó que ha tenido que quebrar a soldados del Capelli como vendetta por los atentados recibidos; los desfalcos de la banda interna los Dráculas, y tantas fechorías más. El Don Girafales se tambalea frente al Capelli, según dice. Una matachina está a la vuelta de la esquina, entre intrigas, asesinatos yvendettas, mientras El Yilet se ha olvidado la regla uno de la Cosa Nostra: lo primero es la familia. En la isla, se regodea con su habano el Don de los Dones. En el medio, millones de ciudadanos que siguen con sus vidas a merced de la mafia que los ha metido a todos en un mar, que como dice El Yilet, está lleno de lo mismo que El Guaire. Suyo el cielo, suyo el sol.

Segunda Parte. Del Capo Capelli.

Seguimos develando los reportes de John Smith, publicados aquí la semana pasada. Hoy se lo dedicaremos al Capo Capelli, quien como se explicó en el artículo pasado, es el caporegime más poderoso, casi tan poderoso como el actual Don, el Jirafales, pues controla el brazo armado de la familia, y además, dos de las redes de financiación e intimidación más grandes: las vacunas y la máquina de divisas.

El problema es que el Capo Capelli es brutal en todo; carece de capacidades de negociación y es despiadado. Demasiado despiadado incluso para los estándares de la mafia. Utiliza la fuerza y el poder para darle palos a quien sea, y lo hace no porque dar palo implique el medio para lograr sus fines, no. El Capelli disfruta haciendo daño. Es temido; el más temido de toda la familia, no sólo por quienes ven sus vidas alteradas y a merced de sus fechorías, sino también por los miembros de la mafia querida de la que él, para el pesar de muchos allí dentro, forma parte fundamental.

Su hermano, es el encargado de las vacunas. Se supone que quien pague su vacuna (dinero que utilizan luego para financiar otras actividades de la mafia, o que simplemente se embolsillan), puede seguir tranquilo con su negocio. Pero en las historias de la mafia pasa como en todas las historias de la vida. Los hay mafiosos honorables, que son, dentro de los hijos de sus madres que son, digamos tipos de respeto y tal, mafiosos pero de palabra. Como el Don Corleone, que era un bicho, pero entrañable, por alguna cosa. Bueno, el Capelli no es así. Este es un degenerado y deshonroso, a quien le importa un carrizo lo que diga mandinga, aunque siempre le arrugaba al candanga. Y como de honor entiende poco, pues aunque los ciudadanos paguen sus vacunas y demuestren respeto él igual hace lo que la da la gana. Si un negocio le está echando lavativa, manda al hermano, y a razón de vacunas mal pagadas o cualquier cuento chino, le cierran el negocio a la gente. Por 24 horas, por dos días, por los que le plazca.

La posición que hoy ostenta se debe a su habilidad, sobre todo en los peores tiempos. Cuando el Don se hizo Don de todos los territorios, otros pretendieron quitarle su poder, pero gracias al Capelli se salvó el fundillo, y como estas cosas se agradecen, el Capelli se forró, forrado como en envoplast, pero de billete. Y así, entre una cosa y otra concentró poder y más poder, a espías, a genios de la escaramuza, a malhechores de bajo rango y a los más mafiosos de cuello blanco, ahí, con él, haciendo ofertas que no se pueden rechazar.

Su dudosa posición frente al Jirafales hace pensar lo complicada que está la cosa en la familia. «Hay que rectificar» dijo cuando el Jirafales tomó las riendas de la mafia. Cuando algún funcionario que en defensa de los ciudadanos busca protección para éstos, o defiende sus derechos, Capelli pierde los papeles. Nada le molesta más que una oferta de diálogo. Su morbo es apagar micrófonos. Su odio tan infinito, que mientras siga teniendo poder no pareciera haber espacio alguno para aquellos que dentro de la mafia, pretendan abandonarla. Personifica el terror. Es el hampón de los hampones. Pero la destitución de muchos de sus soldados de la máquina de dólares, indican que la familia está en problemas. Sería un verdadero milagro que todo terminara con el Capelli tras las rejas, a menos que lo entregue uno de los suyos, cuestión no tan extraña, pues otra regla de la Cosa Nostra: Favor con favor, se paga. Como que ya no es tan suyo el cielo, ni el sol.

@weilmiguel

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