Entre la libertad y el miedo por Ibsen Martínez - Runrun

Es la vieja magia negra del militarismo autocrático contra la que, desde 1830, se ha batido denodadamente lo mejor de la sociedad. Una razón, quizá la única y la más poderosa, para afirmar nuestra  civilidad nuestra la vocación de libertad votando sin miedo y masivamente este domingo en las primarias.Hace más de sesenta años, en 1948, don Germán Arciniegas, el notable escritor colombiano, publicó “Entre la libertad y el miedo”, un libro de coyuntura que aún hoy puede leerse con sumo provecho.

Su tema era ― por así decirlo― el  estado de las libertades políticas en nuestra  América de habla hispana en aquellos años. Hablar de libertades entrañaba en ese momento, denunciar  las tenebrosas dictaduras militares que cubrían el mapa del continente desde Centroamérica hasta el Cono Sur.

Escribo de memoria esta bagatela de fin de semana, lejos de mi biblioteca, así que no puedo estar seguro de que haya sido Arciniegas quien por primera vez habló de “la internacional de las espadas” para nombrar la proterva alianza que las dictaduras militares latinoamericanas anudaron entre sí, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial.

De lo que sí estoy seguro es de que, al abordar el bochornoso asunto del endémico  militarismo latinoamericano, Arciniegas  prometía para otra ocasión un estudio acerca del origen histórico del militarismo entre nosotros. Que yo sepa, nunca llegó a escribirlo. Sin embargo, fue leyendo su libro en mi juventud, durante los años setenta del siglo pasado,  como cobré conciencia de que el militarismo latinoamericano ― del que los venezolanos creíamos haber salido para siemrpe en 1958 ― no era en absoluto una aberración accidental, una episódica enfermedad juvenil de nuestras naciones, sino algo que hunde sus protervas raíces en nuestra Historia.  No se alarme el lector:  no voy a despachar doscientos años de  militarismo latinoamericano en tan sólo ochocientas palabras.

Tan sólo quiero compartir con mis lectores la aprensiva perplejidad de   cualquiera de nosotros al advertir que, a pesar del trabajoso renacer de las democracias en nuestro continente que, en apariencia, y pese a todo lo arduo que haya podido  ser el proceso,  pareció afianzarse en el curso de los años noventa,  tal como en el célebre “microrelato” de Augusto Monteroso,  el Tiranosaurus Rex  del militarismo latinoamericano todavía sigue allí.

2.-

En su edición del pasado 3 de febrero, el diario parisino “Le Monde”, publica una inquietante nota de Pablo A. Paranagua, titulada “América Latina : el retorno de los ejércitos”.  Ella comienza por advertir cómo, tanto en México como en el llamado “triángulo norte””de Centro América, formado por Guatemala, El Salvador y Honduras,   la violencia criminal ligada al narcotráfico ahoga en sangre a la sociedad al tiempo que ésta no ha hallado mejor recurso que militarizar la acción del Estado, añadiendo con esto más leña a la hoguera de demencial violencia  que anualmente cobra decenas de miles de víctimas.   Es llamativo el modo cómo  los militares han cobrado preeminencia en dichas sociedades  con la aquiescencia, y en algunos casos, con el estusiasta apoyo  electoral de la  sociedad civil.

En Guatemala, por ejemplo, el general Otto Pérez Molina es el nuevo presidente desde el pasado 14 de enero.  Conservador, Pérez Molina sucede al socialdemócrata Alvaro Colom, quien sucumbió electoralmente  luego de verse desbordado por el crimen organizado. El general Pérez Molina ha prometido frenar la escalada de violencia apelando a los comandos de élite del ejército. Las víctimas de la brutal guerra civil que causó cien mil muertes entre la población durante los más de treinta años que fueron de 1960 a 1996, no han olvidado  las  atocidades del ejército.

En la vecina Honduras,   otro general, Romeo Vásquez ― uno de los golpistas de 2009 ―, estimulado por el triunfo de Pérez Molina,  se dispone a hacerse de la presidencia con una campaña que pone acento en los métodos expeditos  favorecidos por el militar centroamericano.  En El Salvador, país que ostenta la tasa de homicidios más alevada del mundo, el izquierdista presidente Mauricio Funez, acogotado por la violencia de las bandas narcotraficantes, ha designado ministro de justicia y de seguridad pública a su antiguo ministro de defensa, general David Munguia Payés.

Los acuerdos de paz alcanzados en 1992, luego de un conflicto armado que arrojó 75.000 muertes,  prohíben a los militares desempeñar  cargos en la seguridad pública. Para salvar las formas, el general Mungía Payés fue pasado  la reserva.  Por otra parte, la intensiva militarización de la lucha contra el narcotráfico en México no sólo no ha logrado poner coto a los carteles, sino que en lo que va del sexenio de Felipe Calderón, ya ha cobrado más de 47.000 vìctimas desde 2007.

El fenómeno de la creciente  militarización del ámbito de competencias naturalmente civiles en nuestros países cobra formas singularmente insidiosas en  América del Sur. En Brasil, la militarizaciónde la seguridad pública encuentra arguemnto en el desempeño que, como cascos Azules de la ONU, han tenido egfectivos del ejercito brasileno  en elr esguardio del roden en haití. Hoy, la lucha contra las omnìmodas bandad de Rio,  descansa en los hobros del eje`rcito. Blindados y paracaidistas  llevana cabo als redadas en el populoso y legendario “Complexo de Slemano”, especie de Petare de Río  de Janeiro.

Designaciones como las que Ollanta Humala, él mismo un oficial retirado, ha hecho del general Oscar Valdés Dancuart como pirmer ministro,subrayan el espíritu de cuerpo de los militares latinoamericanos para quienes el mundo se divide entre los a menudo insumisos ciles, y ellos, los disciplinados salvadores de la patria.

Innecesario debería ser anotar que en Cuba el régimen del general Raúl Castro se apoya exclusivamente en sus compañeros de armas,  quienes controlan la nuez de todos los negocios y ocupan los más altos cargos polítcios en el aprtrido único.   Con lo que llegamos al rincón de la barriada que a Colombia y Venezuela nos tocó en suerte.

3.-

Cifras de la creditada ONG “Control Ciudadano”, cuya vocera más señalada es Rocío San Miguel, dejan ver que el alto funcionariado del gobierno bolivariano engancha ya casi mil oficiales activos o en situación de retiro. En muchas ocasiones, la titularidad de un ministerio o institución es ocupada por un civil miitante o afecto al Psuv, en tanto que las direcciones generales reclutan oficiales de las FAN.

La configuración en virtud de la cual un oficial del ejército  cubano comanda a un oficial venezolano es ya más que frecuente. El Jefe de Estado propala, impúdico, la filiación “chavista” de las FAN y altos oficiales de la misma disputan el dudoso honor de ser quien mejor adula al espadón con groseras manifestaciones de “lealtad de cuerpo”. Se organizan costosos desfiles militares con la ostensible intención de amedrentar a la población civil y a la oposición demócrata en el año electoral.

Es la vieja magia negra del militarismo autocrático contra la que, desde 1830, se ha batido denodadamente lo mejor de la sociedad venezolana.

Una razón, quizá la única y la más poderosa, para afirmar nuestra  civilidad nuestra la vocación de libertad votando sin miedo y masivamente este domingo en las primarias.

@ibsenM

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