Trágicas banalidades por Alejandro Moreno
Nov 25, 2014 | Actualizado hace 9 años
Trágicas banalidades por Alejandro Moreno

Hombre

 

Por un quítame allá esas pajas”, se decía antes cuando un conflicto grave se había producido con una motivación banal. Era frecuente, en una discusión entre muchachos, que uno de ellos se pusiera una paja o un palito sobre el hombro y le gritara al otro: “a que no me la quitas”. Si se la quitaba, lo cual solía suceder por motivos de honor, ambos se entraban a golpes, cosa que no pasaba de ser una chiquillada resuelta a moretones. Hoy las chiquilladas, con alarmante frecuencia, se resuelven a tiros con saldo de muertos. Ninguna violencia, especialmente si acaba en asesinato, tiene motivación justificadora pero algunas se pudieran explicar por la gravedad de situaciones, intereses o pasiones. Lo que preocupa profundamente es cuando en una sociedad como la actual venezolana, aumentan vertiginosamente las violencias asesinas cuyas motivaciones son tan banales que no es posible darles ni siquiera una mínima explicación. Tengo en el escritorio de mi computadora una carpeta titulada “Violencia inmotivada” donde he acumulado para este año unos cuarenta casos, tomados de la prensa, sólo en Caracas. Marcan una tendencia muy alarmante: disposición a matar “por un quítame allá esas pajas”.

Algunos casos: un hombre se tropezó con la mesa en la que conversaban dos amigos. Quizás se lastimó un dedo del pie. Salió, regresó y disparó a los dos. Un albañil fue atacado y muerto por dos delincuentes de la zona que se molestaron porque el hombre los miró mal. La señora casi es atropellada por un vehículo; su esposo llama la atención al conductor por su imprudencia; bajan dos sujetos del carro y lo acribillan. En una fiesta callejera una joven tropieza a un muchacho el cual reclama; el novio de la joven grita: “Con mi novia no te metas”; y le dispara. El malandro preguntó por una persona; el interrogado no respondió; el malandro disparó. Sin querer rompió una botella de licor que estaba en el suelo; comenzaron a golpearlo; un amigo salió a defenderlo y discutió con una mujer; el novio de ésta le dio siete tiros por la espalda. Le exigieron el morral; el muchacho lo tiró al suelo; los malandros se molestaron y lo mataron. Les pidió a los malandros que guardaran sus armas porque había niños; ellos lo mataron. “No acepto el chalequeo” le dijo a quien le tomaba el pelo y le disparó en la cabeza.

¿Se estará formando un tipo de hombre según el modelo del asesino, desprovisto de conciencia moral, implacable, frío, para quien la vida de los demás vale tanto como una paja sobre el hombro de un muchacho? También el crimen será banal.

Alejandro Moreno

El Nacional