Venezuela, un país en guerra sin límites por María Teresa Belandria - Runrun

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Escribo desde el dolor en primera persona. El dolor de haber perdido como muchos venezolanos un familiar a manos del hampa. Ocho (8) disparos cegaron la vida de mi primo de 34 años el 09 de enero de 2014, el móvil: robo de una motocicleta. Una cifra más y no reconocida en las estadísticas del Ministerio del Poder Popular de Interior, Justicia y Paz, cuyo titular insiste como si de contar docenas de frutas se tratara que no son 74 muertos por cada 100 mil habitantes sino 34. Señor General, son ciudadanos venezolanos, padres, madres, hijos, tíos, hermanos, abuelos, nietos, sobrinos, primos que dejan un enorme vacío en el alma y que fueron sacados de nuestro lado, sin motivo, sin razón, porque Venezuela es un país en guerra sin límites.

La guerra, es un acto atroz. Ha sido definida de múltiples formas, sin embargo, y desde la antigüedad se distinguía incluso en la crueldad de la matanza, el honor del caído, la rendición como un acto noble y la protección de las víctimas civiles o militares que ya no participaban directamente de la batalla. Excepcionalmente, los barbaros desconociendo, arrasaban pueblos, ciudades y personas sin compasión, de allí su denominación.  Sócrates afirmaba que, las guerras entre griegos no eran guerras, sino enfermedades y discordia y si no podían evitarse debían guiarse por la moderación.  Venezuela es un país enfermo con una guerra sin límites.

Antes de la Segunda Guerra Mundial y remontándonos al origen mismo del Derecho Internacional, los doctrinarios como Vittoria expresaban “Nunca es lícito matar intencionalmente a los inocentes, presunción que se extiende a los niños, mujeres y ancianos, era lícito en cambio la muerte no intencionada de inocentes cuando la guerra no podía desenvolverse de otro modo”. Con el tiempo, la Costumbre se hizo norma creando el conocido Derecho de la Guerra, precisamente para limitar los alcances y los efectos del conflicto. Así se suscribe el Convenio de Ginebra de 1899 y sus respectivos Protocolos donde finalmente se plasman las leyes, usos y costumbres de la guerra.

Con la finalización de la II Guerra Mundial y, conocidas las atrocidades cometidas por los nazis en los campos de concentración, el bombardeo de ciudades sin combatientes, comienza el cambio de denominación de Derecho de la Guerra a Derecho Internacional Humanitario o Derecho Internacional de los Conflictos Armados como se conoce hoy.  ¿Cómo se define el Derecho Internacional Humanitario? Es el conjunto de normas internacionales de origen convencional  o consuetudinario, que restringen por razones humanitarias el derecho de las partes en un conflicto armado, internacional o no, a utilizar medios de guerra y protegen a las personas y bienes que podrían ser afectados por el mismo”.

El Derecho Internacional Humanitario se propone mitigar el sufrimiento humano causado por la guerra o humanizar la guerra.

El Comité Internacional de la Cruz Roja define el Derecho Internacional Humanitario como “Es el conjunto de normas cuya finalidad en tiempo de conflicto armado es, por una parte proteger a las personas que no participan o han dejado de participar en las hostilidades y por otra, limitar los métodos y medios de hacer la guerra.”.

De este conjunto de normas, queda demostrado que, la guerra sea esta internacional o civil está sometida a las normas que el Derecho Internacional le impone. Vale decir, si usted es un soldado o un combatiente (en caso de guerra civil) y resulta herido “es un hombre fuera de combate” e inmediatamente sujeto de protección. Si un soldado se rinde, levanta las manos, pide clemencia, muestra una bandera y es asesinado, quien lo hace incurre en un delito grave sancionado por la Ley Penal Internacional. Por ello las zonas de conflicto, las áreas operativas de combate están determinadas y existen los objetivos militares. Si usted porta un uniforme y está en un lugar señalado como un objetivo, puede resultar muerto o herido en combate, está en guerra. Pero en Venezuela, no, la gente es asaltada y aún clamando por su vida es asesinada. Somos un enorme campo de batalla. Un país en guerra sin límites.

¿Cuántos venezolanos más caerán en esta guerra que el hampa nos ha declarado? El régimen señala que necesitan 3 o 4 años más. Eso es sencillamente inaceptable, inadmisible e imperdonable. Quien así se expresa tiene un Plan denominado Patria Segura, cuyo objetivo es brindarle protección y seguridad  a la élite gobernante que no siente ni padece la inseguridad en sus carros blindados y rodeada de escoltas.

La violencia nos arrebató en 2013 a 24.000 ciudadanos y en 15 años más de 150.000. Ese número es superior a las víctimas de la guerra de Irak en un año (9.000), o al número de muertos en México que nos triplica en población y donde se libra una batalla contra los Carteles de la Droga, incluso se aleja y por mucho de las cifras de Colombia donde tienen 50 años luchando contra una guerrilla narcotraficante y secuestradora que ahora pretende borrar sus crímenes sentándose a votar en el Congreso. Nadie contabiliza aún las miles de víctimas por armas de fuego que quedan heridas y fallecen luego de varios días, semanas o meses. Tampoco ingresan a la estadística las víctimas lesionadas de por vida no solo física, sino emocionalmente. En Venezuela vivimos una  guerra sin límites no reconocida.

Las causas de esta espiral de violencia que nos desagarra a diario, y que no distingue han sido profusamente estudiadas y descritas en el Informe del Centro de Investigaciones Populares dirigido por Alejandro Moreno “Y salimos a matar gente”.  No me detendré en ellas. Pero los responsables de impedir su avance y de contenerlas hacen oídos sordos a las recomendaciones, sugerencias, estudios y expertos. Prefieren deslindarse, no politizar,  cuando la seguridad es una política de estado, es su responsabilidad. Venezuela es un país violento, en guerra sin límites con un régimen cómplice.

Armar grupos paramilitares bajo el eufemismo de “colectivos”, cuando las armas de la República deberían estar exclusivamente bajo el control de la Fuerza Armada Nacional como lo manda la Constitución, ha sido solo uno de los derroteros por donde comenzó este horror que hoy está fuera de todo control. La producción de municiones en los barrios, la conformación de bandas donde participan funcionarios policiales o militares junto a delincuentes; el narcotráfico adquiriendo propiedades en todo el país ante la mirada y los bolsillos complacientes de los Registradores que ignoran “la legítima procedencia de los fondos”; un poder judicial corrupto, en su mayoría y timorato o aterrorizado que es incapaz de dictar una sentencia firme y ejemplarizante por riesgo a su propia vida; funcionarios policiales asesinados a plena luz del día por delincuentes que ellos habían capturado. En fin, un estado fallido incapaz de garantizarnos la vida. Venezuela un país en guerra sin límites.

Por ello, quienes hoy alegan que la violencia es producto de los medios de comunicación, o de la pobreza, ignoran el impacto del lenguaje y el comportamiento agresivo que desde el régimen se ha impuesto desde hace 15 años. Quienes negocian con Pranes, llaman a los malandros “buenandros” o muchachos incomprendidos” a cambio de Paz y han hecho de la impunidad, las fiestas temáticas en los penales; la negación de las cifras  un modelo de gestión, refuerzan ese comportamiento violento, y ellos saben que no serán sancionados,  y que quizás terminen en un avión hacia La Habana con todos los gastos pagados gracias a nuestros impuestos para “ideologizarse” no para reinsertarse en la sociedad.

Este drama, tiene rostros, familias y nombres, tiene dolientes. No son números, no son cifras más o cifras menos. Son venezolanos que merecen justicia. En la guerra hay límites. En Venezuela el hampa nos declaró la guerra y quien debe ponerle límites, lejos de contenerla, la ignora y peor aún a veces hasta la justifica. La Seguridad NO es mi responsabilidad Ministro, es suya, asúmala. Si no es capaz, tenga el valor de renunciar, eso hacen los hombres valientes. Los cobardes, los cobardes dicen que la responsabilidad es de otros.

En memoria de Frazer Belandria.

María Teresa Belandria

@matebe