Contravoz: La trampa de tensión, por Gonzalo Himiob Santomé
Contravoz: La trampa de tensión, por Gonzalo Himiob Santomé

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En la antigüedad, y aun ahora en la ficción, se utilizaban las denominadas “trampas de tensión”. Se trata de puntas de lanza o de madera que se atan a otro trozo flexible de madera que se tensa y se deja en tensión hasta que la cercanía de la presa lo activa, disparándose contra ella. No se trata de una trampa, como algunas otras, dirigida a simplemente atrapar a la presa. Las trampas de tensión están diseñadas para herir gravemente y matar, al punto de que a veces fueron utilizadas como mecanismos de defensa.

Pasadas las elecciones regionales el gobierno se apresuró a montar su trampa de tensión contra los gobernadores electos. Ya la había anunciado: Todos los gobernadores que resultasen ganadores tendrían que hincar su rodilla y jurar ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), esa suerte de ilegítimo “soviet supremo” tropical, creado a espaldas de nuestras normas y del pueblo, pues de lo contrario no serían reconocidos ni se les permitiría tomar posesión de sus cargos. Lo reiteró Maduro después de la elección, en varios de discursos, aunque no pudo dejar de titubear cuando refería que ese requisito, el de que los gobernadores se juramentaran ante la ANC, lo había dispuesto la misma ANC, que con ello se “pagaba y se daba el vuelto” a sí misma, como decimos acá. Es lógico su traspié, ni la Constitución ni las leyes vigentes disponen eso, y cuando uno revisa cuáles son las atribuciones y las competencias de la ANC que están previstas en nuestra Carta Magna, incluso si hubiese sido válidamente constituida, que no es el caso, en ninguna parte se dice que es allí donde los gobernadores deben prestar su juramento para asumir el cargo.

Incapaz de mantener el poder por las vías democráticas, esclavo de una crisis institucional y económica sin precedentes, arrinconado por la comunidad internacional y con una popularidad mermada y en caída libre, al gobierno en Venezuela no le ha faltado imaginación y creatividad para perpetuarse. Sabe que su suerte depende de que se le valide el exabrupto constituyente y a ello se ha dado con ahínco desde hace meses. Lo ha intentado por todos los medios. Maduro, sus ministros, los magistrados del TSJ y los demás funcionarios fueron raudos a someterse voluntariamente a la ANC una vez constituida. Después se creó en ella la mal llamada “Comisión de la Verdad”, que incluso ha llegado a proponer, sin tener competencias para ello, una “Ley de Amnistía”, con la que se espera que los opositores, ávidos de libertad, acepten lo que de allí les venga como un “peor es nada”, sobre todo tomando en cuenta que con ello se juega con la desesperación de los presos políticos de una manera inhumana.  Después se puso a la ANC a ser ésta la que convocara a las elecciones regionales, con toda la alevosía del que sabe, porque el gobierno lo sabe, que en algún sector del liderazgo opositor ese hueso resulta irresistible hasta la ceguera. Todo lo que se ha dicho y hecho desde el gobierno en los últimos meses no ha tenido más que esa finalidad, la de someternos a todos a la ANC. Maduro y sus adláteres saben que cualquier desliz nuestro en ese sentido, logrando que, de alguna manera, desde la acera opositora se reconozca legitimidad a la ANC, servirá no solo para subyugar a los locales, sino además para callarle la boca a la comunidad internacional.

Por eso es que obligar a los gobernadores opositores electos a jurar ante la ANC es una trampa de tensión. No está diseñada para atrapar a nadie, sino para herir de muerte o acabar definitivamente con los últimos resquicios de institucionalidad y de democracia que nos quedan. Cualquier gobernador opositor que se acerque o se someta a la ANC está legitimándola, terminará clavado en las estacas de su muerte política y de allí en adelante de nada le servirá su cargo porque quedará sometido a la ANC. Con ello el gobierno afianzará su espuria hegemonía y, además, podrá presentar a la comunidad internacional, como una victoria que nos dejará solos y huérfanos de apoyo, que hasta los opositores han entrado “por el aro” de la ANC.

Además, prestarse a ese juego, por aquello de que “hay que derrotar al monstruo desde adentro y jugando en su terreno” sería una vil ofensa a la voluntad popular y representaría la estocada final a cualquier posibilidad de salida electoral. Más allá de las trampas y triquiñuelas electorales recientes, que nos han dejado a todos la boca y el ánimo hediondos a fraude, jamás podemos olvidar que de acuerdo al artículo 5º de la Constitución de 1999, que es la que sigue vigente, la soberanía reside en el pueblo, solo en el pueblo, y es intransferible, lo que implica que ningún órgano del poder público, y mucho menos uno absolutamente ilegítimo como la ANC, puede suplantar al pueblo ni adjudicársela.

Por eso es que es ante su pueblo, ante sus electores, representados por el poder legislativo regional, que los gobernadores deben prestar su juramento. Por eso es que, hasta el mismo presidente, máximo representante del Poder Ejecutivo, presta su juramento, cuando le toca, ante la Asamblea Nacional. Así está diseñado nuestro modelo de gobierno ¿Se imaginan qué hubiera pasado si cuando a Chávez, o al mismo Maduro, les tocó juramentarse para presidentes les hubieran dicho que no lo harían ante la máxima representación del pueblo, en la Asamblea Nacional, sino ante un grupo auto ungido de adecos o copeyanos? No lo hubieran aceptado jamás. Y ahora toca hacer lo mismo.

Si los Consejos Legislativos regionales, representantes locales del Poder Legislativo, se niegan a recibir el juramento de los gobernadores opositores electos, por lógica, dicho juramento también puede presentarse ante la Asamblea Nacional, que como Poder Legislativo Nacional es la representación de todo el pueblo. Reza un viejo axioma jurídico que “el que puede lo más, puede lo menos”, y si la AN es el reflejo de la nación entera, también puede serlo de cada uno de los estados que la componen. Si esto tampoco se puede, o si lo impiden, lo que les queda a los gobernadores opositores electos es juramentarse en acto solemne ante el mismo pueblo soberano que los eligió, porque la soberanía reside en el pueblo y es, como ya se ha dicho, intransferible. A la ciudadanía entonces le tocará también hacer valer su voluntad, desconociendo cualquier abuso y pasando por encima de cualquier formalismo sobrevenido, ilegítimo y obtuso impuesto por quienes saben que pueden tener de todo, menos pueblo. No en balde la participación del pueblo en los asuntos públicos, según la Constitución vigente, no es representativa, sino protagónica. Y eso no lo digo yo, lo dice la bolivariana.

No hay otras salidas. Cualquier otra opción, incluso esa locura recientemente propuesta de “pedirle a la ciudadanía opositora” que decida si su gobernador puede o no juramentarse ante la ANC, poniendo conveniente y cobardemente sobre los hombros de los votantes, que no de los líderes políticos, la carga de decidir si se legitima a la ANC o no, y desconociendo que ya el 16 de julio los venezolanos decidimos este tema, es lanzarnos a un oscuro calabozo del que difícilmente podremos escapar.

@HimiobSantome