Las razones de la Asamblea por Gonzalo Himiob Santomé
Las razones de la Asamblea por Gonzalo Himiob Santomé

Parlamentarias20153

 

Faltan poco más de dos meses para que, si no nos cae encima alguna ingrata sorpresa, se celebren las elecciones parlamentarias. Si prestamos atención a las encuestas, todo indica que casi el 80% del universo electoral está motivado y quiere participar en ellas. En otras palabras, si todo sale bien, y si el gobierno no patea la mesa ante la posibilidad (que no por cierta pasa, hasta ahora, de ser más que eso: una posibilidad) de perder la mayoría en el parlamento, sí habrá elecciones; y si la intención del electorado se mantiene como va, éstas serán de las más concurridas en toda nuestra historia.

No voy a tocar el tema de los abstencionistas. Ya se les ha dado demasiada importancia, demasiado vuelo, y hoy por hoy son, por llamarlos de alguna manera, quizás la más benévola, “políticamente incorrectos”; y si nos vamos hasta el extremo negativo, son francamente “colaboracionistas” ¿Es tan difícil ver que si se le niega al voto su importancia, si nos negamos este pacífico y democrático acto de ciudadanía, si seguimos creyendo en “mesías” e “iluminados” con soluciones “instantáneas y mágicas” a nuestros problemas, le abrimos la puerta a la misma calaña y a los mismos mecanismos de horror y de sangre que encumbraron y llevaron a la presidencia al gran artífice, con sus dos golpes de Estado cuestas, de este inmenso desastre? Los abstencionistas son simple incongruencia, son como los ateos que creen en el horóscopo o como los que critican el militarismo, la muerte como lema y la violencia como herramienta pero luego pregonan que “para salir de esto” hay que “matarlos a todos”. El abstencionismo hoy es una anacronía.

Si a estas alturas estos “valientes” no han comprendido que pese a las trampas, el ventajismo y las triquiñuelas del poder, solo votando en masa podremos al menos comenzar a darle la vuelta a esta tortilla, si aún no han comprendido que no vamos a salir de la locura montados en más locuras o en experimentos salvajes y antidemocráticos, es poco lo que se puede hacer ya por ellos. Lástima han de sentir cuando más adelante sus hijos les pregunten qué hacían ellos en estos tiempos para que Venezuela cambiara y ellos no puedan más que responderles que solo se dedicaron a perseguir espejismos, a proponer pazguatadas que nunca tuvieron el ánimo de arrostrar y a mandar tuits venenosos por acá y por allá… y nada más.

Con respecto a la mayoría de los que mantienen su intención de participar, lo hacen con la mira puesta en los cambios, ya indispensables y urgentes, que son necesarios para que nuestra nación no termine dando de bruces, corriendo desaforada “a paso de vencedores”, contra la dura pared del desastre que han levantado más de tres lustros de errores, ineficiencia, ignorancia, improvisaciones y arbitrariedades. Es decir, el motivo para votar y para tratar de cambiar, democráticamente y en paz, la composición del Poder Legislativo tiene mucho más que ver con el sentimiento generalizado de angustia, con el miedo, con el impacto inocultable y cotidiano que en todos nosotros tiene la grave crisis que hoy padecemos, que con la comprensión plena de qué es lo que hace o de cuáles son en realidad las atribuciones de la Asamblea General. En este sentido, el voto en esta oportunidad tiene el estigma de ser visto como mucho más que un ejercicio de ciudadanía: Es un acto, para muchos el último y más desesperado, de supervivencia, es como una tabla de salvación, como el último hilo de una soga que, aunque maltrecha, aún evita nuestra deriva. Al parecer las expectativas que se tienen con respecto a las elecciones parlamentarias son muy altas, demasiado altas, muy poco pragmáticas, y esto es algo que hay que atacar y sincerar desde ya.

Pese a la forma en la que, lamentablemente, lo presentan muchos actores políticos, especialmente en la oposición, no es cierto que el país vaya a cambiar, de manera radical y absoluta, después del 6D. Ni siquiera en el mejor de los escenarios, hecha la oposición de una mayoría aplastante en la AN, vamos a amanecer el 7 de diciembre con un país diferente del que hasta ahora hemos padecido. Decir lo contrario es mentir. Si se logra ese triunfo electoral, todavía quedará convertirlo y capitalizarlo como triunfo político, y eso no ocurrirá de la noche a la mañana. Lo que se puede lograr con una AN en la que la oposición tenga la mayoría, es algo muy importante, ciertamente, pero solo mostrará sus frutos a mediano y a largo plazo.

Para entender las razones de esto, debemos conocer y comprender cuáles son las atribuciones del Poder Legislativo en nuestro país. Todos sabemos que en la AN se legisla, esto es, se crean leyes, y que una nueva AN es necesaria para adecuar las normas a nuestras realidades, que no a lo que al gobierno le acomode, y para alejarnos del vicio de la habilitación permanente al Poder Ejecutivo para que lo haga, a su leal saber y entender; pero además es importante destacar que la AN ejerce, o debería ejercer, importantísimas funciones de control sobre los demás poderes públicos, y es allí donde una nueva AN, no sumisa y por el contrario crítica, tiene el terreno más fecundo para demostrar su valía.

Les invito a leer, de entrada, el Art. 187 de nuestra Carta Magna. La AN legisla, hasta puede promulgar amnistías, pero además, entre otras cosas, puede interpelar y dar su voto de censura a los Ministros y al Vicepresidente, pudiendo llegar incluso a la destitución de los mismos; es la encargada de aprobar o rechazar el presupuesto nacional; es la que decide qué contratos de “interés nacional” puede suscribir el Poder Ejecutivo y la que tiene la última palabra en cuanto a los viajes presidenciales que vayan a durar más de cinco días; es la que designa al Procurador General de la República, al Contralor General de la República, al Defensor del Pueblo, al Fiscal General y a los Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia; puede proponer reformas y enmiendas a la Constitución. Y esto es solo un esbozo de todo lo que, como instancia contralora, puede hacer la AN.

Tomando en cuenta estas atribuciones, para que un cambio en la AN signifique un cambio profundo en Venezuela, debe en primer lugar dejársele trabajar y debe contar con tiempo suficiente para ejercer todas sus funciones a cabalidad, con la mira puesta en el interés de todos, que no solo en el de unos pocos. El cambio que una nueva AN supondrá en el país no será inmediato. Así, las razones para ir a votar el 6D no deben responder a falsas expectativas, no pueden estar sujetas a la inmediatez, sino a lo que en ésta se puede lograr, poco a poco, tras comenzar a ejercer sus funciones. Sin embargo, si se logra el cambio de su composición, y se le arrebata de manera contundente la mayoría de los diputados al oficialismo, logrando consolidar con ello un nuevo polo de control sobre los demás poderes públicos, se habrá dado el primer y más importante paso hacia el rescate de la democracia y de la institucionalidad en Venezuela.

 

@HimiobSantome