¿Dónde está la solución?, por Carlos Dorado
¿Dónde está la solución?, por Carlos Dorado

venezuela (2)

 

Estamos llegando a una gran intolerancia como sociedad. Una intolerancia que está exterminando cualquier vestigio de transigencia y solución. Nos estamos convirtiendo, en unos intolerantes que no toleramos la tolerancia. Actitudes intolerantes hacia las opiniones de otra persona, que traen como consecuencia la discriminación y la agresión; incrementando los niveles de violencia, y donde nos estamos acostumbrando a vivir sus múltiples consecuencias: La inestabilidad, la injusticia, la depresión económica…, la infelicidad.

No me gustan las personas intolerantes, ya que considero que la tolerancia es fuente de paz y progreso, mientras que la intolerancia es la fuente de desorden, pelea y retroceso. La sola existencia de gobiernos y de partidos políticos dispuestos a exterminar al disidente o al contrario a cualquier precio, es una prueba manifiesta de la intolerancia. ¡Donde unos apelan a la policía, al verdugo, y los otros a la masa violenta!

Debemos terminar con el sectarismo y la intolerancia de aquellos que defienden con vehemencia su doctrina, y su forma de actuar; y los cuales suelen ser los más intolerantes, con los que no comparto su forma de ser y de actuar. Sí, pero argumentarán algunos: ¿Dónde está el límite de la tolerancia? ¿Cuándo los tolerantes deben reclamar el derecho a no tolerar a los intolerantes? ¿Dónde está la solución? Precisamente la tolerancia es encontrarnos en nuestras diferencias, a través del respeto y del diálogo.

Un respeto que siempre fue la base del entendimiento entre los seres humanos. Pero el respeto debe ser respetado por ambas partes, donde no cabe que unos lo pidan para ellos, pero no estén dispuestos a dárselo al otro. En estos momentos nuestra sociedad atraviesa una etapa inmadura, y quizás esto explique un poco nuestra historia reciente.

Charles de Gaulle decía; “Patriotismo, es cuando el amor por tu patria es lo primero; nacionalismo, es cuando el odio por lo demás es lo primero”. Somos un país nacionalista en momentos en los que debemos ser patrióticos. ¿Merecemos un mejor país, o el país merece mejor gente? Hace tiempo que dejamos de ser venezolanos primero que nada, para convertirnos en “gobierno”, o en “Oposición”. ¡Estamos perdiendo esa conciencia colectiva basada en los principios y valores que nos enseñaron nuestros padres!

Un país no es mejor que otro por el hecho de haber nacido en él, un país es mejor que otro, porque su gente lo ha hecho mejor que otro; y es aquí precisamente donde hemos fallado estrepitosamente, y a pesar de nuestras inmensas riquezas, lo cual no es mérito nuestro, estamos logrando destruirlo, y esto sí es responsabilidad nuestra. ¡Nacimos en Venezuela, pero no queremos trabajar por el futuro de Venezuela!

Ojalá y no tengamos que decir el día de mañana: ¡Así fue!, o ¡Así pudo ser! Pues lo deseable es que “el así fue” sea el futuro, la paz, el trabajo y el progreso (y no lo contrario); y que el “así pudo ser” pudo haber sido un futuro brillante.

¿Dónde está la solución? Humildemente y reiteradamente vengo expresándola a través de mis últimos artículos, lo que me niego a aceptar es que la solución esté en la violencia (venga de quienes venga), y nos acostumbremos a la anarquía y nos sigamos enamorando de la sangre. Y lo menos aceptable es que termine en una guerra entre hermanos, donde seguramente acabará triunfando (como casi siempre) el que tenga más fuerza, más crueldad; pero no necesariamente el mejor para nuestro país y su futuro.

cdoradof@hotmail.com