¿Meritocracia o fracaso?, por Carlos Dorado
¿Meritocracia o fracaso?, por Carlos Dorado

Ajedrez-

 

El otro día, estaba un amigo hablándome de su hija, quien hace muchos años se fue al exterior, y lleva dos estudiando para presentar unas oposiciones, y ser profesora titular de biología. Me explico; después de que su hija se graduó en educación con mención en biología, debió presentarse a unos exámenes llamados oposiciones, abiertos para todos los graduados que aspiran al puesto de profesores.

El primer examen que presentó, era para lograr un puesto de interino, o sea profesores que no tienen una plaza fija, y que los asignan a ciudades o planteles donde se requieran, de acuerdo a las necesidades que tenga el Ministerio de Educación.

Como hay un número determinado de plazas disponibles, los alumnos que obtienen buenas notas en el examen,  son los que logran el puesto; y los que obtienen las mejores calificaciones, pueden elegir en qué plantel darán las clases, acorde a la disponibilidad. Después de conseguir una plaza de interinos, y de acuerdo a los años de experiencia, currículum,  y calificaciones en el desempeño de sus funciones, pueden presentarse a las oposiciones para ser titulares fijos de la cátedra.

Una vez que llegan a titulares de la cátedra, comienzan a hacer carrera de acuerdo a su desempeño, estudios y trabajos publicados en el área, y quizás algún día lleguen a directores del plantel, o inclusive directores regionales, o a lo mejor a Ministro de Educación, garantizando el sistema que sólo los mejores y más preparados, lleguen a los puestos más altos.

Desde el momento en que llegan a profesores interinos, ya el sueldo les permite poder dar la inicial para comprar una vivienda, para un vehículo, o disfrutar de unas vacaciones; siendo esto su mejor aliciente para superarse cada día, a sabiendas de que dependen únicamente de su esfuerzo, para lograr mayores niveles de bienestar, satisfacción y reconocimiento social.

Estos incentivos, llamados meritocracia, pueden convertirse en un desincentivo en aquellos países donde no se respeta la misma, y donde los logros no se miden por la capacidad, ni el conocimiento, ni el esfuerzo de una persona; llevando así, a los ineficientes a puestos inmerecidos para los que no están capacitados, y a los preparados los llevan a un estado de frustración, obligándolos a irse, a otros lugares donde se aprecien sus méritos.

No le puedes pedir peras al olmo”, solía decir mi madre. La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia, pues aquello que pensamos es lo que hacemos, y lo que hacemos es lo que pensamos. Por eso, reconocer los méritos de las personas y premiarlas, debería ser una prioridad para cualquier sociedad que aspire tener un futuro mejor.

Lógicamente, el mediocre no quiere ver los méritos de los otros; más bien le tiene odio y resentimiento, y trata de llevarlos a un nivel más bajo que el suyo, a través de la crítica; mientras que el preparado, está todo el tiempo analizando y viendo los méritos ajenos, para superarlos y estar por encima de su nivel. Por eso, tratar a los diferentes como iguales, o a los iguales como diferentes, es condenar el futuro. ¡Somos lo que hacemos cada día, y cómo lo premiamos!

Una diferencia entre los hombres y los animales, es la capacidad de superación y perfeccionamiento; y cuando en una sociedad, alguien que no tiene méritos prevalece sobre alguien más preparado, y éste es sometido a la ineficiencia del mediocre, llegando a convertirse en la regla, y no en la excepción; la sociedad estará irremediablemente condenada al fracaso.

cdoradof@hotmail.com