¡El nieto y el abuelo! por Carlos Dorado - Runrun
Carlos Dorado Oct 18, 2015 | Actualizado hace 9 años
¡El nieto y el abuelo! por Carlos Dorado

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Pasaron delante de mi carro,  cruzando la calle un señor mayor  (me imagino que era el abuelo), y un niño de unos seis años, (seguramente, el nieto). Me encantó la estampa, qué ternura, qué bella combinación: el pasado y el futuro. ¿Dónde andará el presente? Me pregunté. Inmediatamente vino a mi memoria, uno de los cuentos de mi madre.

Érase una familia, donde todos sus miembros le daban poca importancia al abuelo, el cual era mayor, y  donde cualquier motivo era bueno para regañarlo.

Sin embargo; al nieto le encantaba su abuelo, ya que era el único que pasaba horas y horas con él, quien lo llevaba siempre al parque, y nunca tenía prisa para regresar. Inclusive, le parecía muy gracioso cuando el abuelo tomaba la sopa con su mano temblorosa, y hacía mucho ruido con su taza, mientras parte del contenido de la cuchara nunca llegaba a su boca.

A todos los demás, esto les molestaba, y un buen día, el padre encontró la solución. Con un pedazo de madera labró una taza muy amplia, que cumpliese un doble objetivo: que no hiciese ruido ante la mano temblorosa del abuelo, y que debido a su amplitud recogiese la sopa que esa misma mano hacía caer.

La solución y el ingenio del padre parece que funcionaron. Hasta que un día el padre encontró  a su pequeño hijo labrando un buen pedazo de madera. El padre, movido por la curiosidad le preguntó: “Hijo, ¿Qué estás tratando de hacer?”; “Padre, un taza de madera, como la del abuelo”. “Hijo, pero él ya tiene la que le hice, y tú no necesitas una taza de madera” A lo que el hijo le respondió:” Padre, no la estoy haciendo ni para el abuelo, ni para mí. La estoy haciendo para ti, para cuando seas viejo”.

El nieto que corre alegre buscando el futuro, desesperado por llegar a su destino. El abuelo que camina despacio, sin prisas, como queriendo alargar ese tiempo que le queda para llegar a su destino. Uno que no le da importancia al tiempo, porque le sobra, el otro que se está quedando sin él. Uno que tiene más futuro que pasado, el otro que tiene más pasado que futuro.

El nieto que se ilusiona con todo, el abuelo que ya no se lo ilusiona con casi nada. El nieto que camina mirando hacia arriba, y el abuelo viendo al suelo. El nieto que ve mucho más de lo que entiende, y el abuelo que entiende mucho más de lo que ve. El nieto que siempre tiene la esperanza de que algo extraordinario suceda, y el abuelo que tiene la esperanza de que nada suceda. El nieto que quiere un mundo nuevo, el abuelo que extraña el viejo. El nieto que quiere cambiar al mundo, el abuelo que sólo aspira que el mundo no lo cambie a él.

El nieto que dice todo lo que piensa, y el abuelo que piensa todo lo que dice. El nieto que le da valor a las cosas por lo que valen, y el abuelo por lo que significan. El nieto que no duerme por la ansiedad de las cosas que quisiera tener, y el abuelo por el miedo a perder las que le quedan.

¡El nieto y el abuelo! Es algo así como ir en un carro, con un buen espejo retrovisor, que no importa qué tan a lo lejos se vean las cosas, pues en algún momento vamos a alzar la vista, y las veremos por el retrovisor; y es aquí donde nos damos cuenta que ya pasaron. ¡Ese sol, que en un momento nos cegó, y hoy lo estamos viendo ocultándose por el ocaso!

¡El niño y el abuelo! ¡Qué bello principio y final para una buena película de la vida! Es una lástima que muchas veces estemos demasiado entretenidos sólo haciendo el intermedio.

¡El niño y el abuelo! Los vi cruzando la calle agarrados de la mano…

cdoradof@hotmail.com