Contravoz: Condiciones y escenarios, por Gonzalo Himiob Santomé - Runrun
Contravoz: Condiciones y escenarios, por Gonzalo Himiob Santomé

ANALICEMOS LOS HECHOS. Juan Guaidó, Presidente de la AN, no declaró el 10E que asumía por mandato constitucional el cargo de Presidente encargado o interino de Venezuela. Al día siguiente, el 11E declaró textualmente su apego a los artículos 233, 333 y 350 de nuestra Carta Magna, y convocó a la ciudadanía, a la comunidad internacional y a la Fuerza Armada Nacional a respaldarle para poder cumplir las funciones que le atribuye específicamente el artículo 233 de la Constitución. Pese a que eso en sí mismo no significa que Guaidó haya aceptado expresa e individualmente la responsabilidad constitucional que le corresponde, definitivamente sí implica, siendo lógicos, que entiende y acepta que el artículo 233 de la Constitución venezolana le ha convertido, ipso iure, o lo que es igual, de inmediato y en justo derecho, en Presidente interino de Venezuela, con todo lo que eso significa. Eso sería coherente además con su declaración expresa, esa sí ya formulada claramente en varias oportunidades, de la usurpación de funciones a cargo, en este momento, de Nicolás Maduro.

Con respecto a estos hechos, ¿qué nos dice el derecho? El hilo de la continuidad del poder no debe romperse. El gobierno no debe quedar acéfalo. La Constitución, con sus altas y bajas, está diseñada para que eso no ocurra y para garantizar la estabilidad de la República. Cuando no existe un Presidente legítimo que tome posesión de su cargo, de inmediato, sin necesidad de decreto o de providencia previa, se activa el artículo 233 de nuestra Carta Magna, y según en el momento en el que se produzca la ausencia absoluta, otros funcionarios asumen la cualidad interina de Jefe de Estado, de Jefe de Gobierno y de Comandante en Jefe de la FAN.

Si, cualquiera que esta sea, la falta absoluta se produce antes de que se dé la toma formal de posesión del cargo (lo que debió ocurrir el 10E) el que debe asumir, porque es su responsabilidad constitucional, la conducción interina del Estado y del Gobierno, y la cualidad interina también de Comandante en Jefe de la FAN, es el Presidente de la AN. Si la falta absoluta se produce después de la toma formal de posesión (dentro de los primeros cuatro años del periodo presidencial o dentro de los dos últimos años de dicho periodo) el que asume el cargo que queda “vacante”, por así decirlo, es el Vicepresidente Ejecutivo. Esto es lo que ordena el Art. 233 de nuestra Carta Magna, que sigue plenamente vigente.

Ahora bien, ¿basta que Guaidó haya declarado su apego al Art. 233 de la Constitución para considerar que ha aceptado sin cortapisas y sin el menor atisbo de duda la responsabilidad que la Constitución y las circunstancias han puesto sus hombros? Lógicamente, y seguro seré criticado por ello, debo decir que no. Para que hilo constitucional mantenga su continuidad y no se dé un vacío de poder tienen que darse al menos dos condiciones, una de fondo y otra de forma: La primera, de fondo, exige que el llamado por nuestra Carta Magna a asumir la presidencia interina, en este caso el Presidente de la AN, exprese de manera inequívoca y clara que está dispuesto a aceptar la responsabilidad que recae sobre sus hombros; y la segunda, de forma, que tome posesión formal del cargo a través de su debida juramentación ante el órgano del Poder Público que representa a la totalidad del pueblo venezolano, que es el parlamento.

El primer requisito, de fondo, no es una nimiedad. Es muy importante porque, aunque una cosa es lo que dice el derecho, en la realidad, en los hechos, puede darse el caso de que el llamado a asumir, ante una ausencia absoluta, la Presidencia Interina de la República, sea quien sea, no quiera o no pueda hacerlo, caso en el cual sí se materializaría, definitivamente, un vacío de poder.

Volviendo a nuestra realidad actual, con respecto al cumplimiento de la primera condición, la de fondo, al día de hoy existen dudas que deben ser despejadas. Es lógico afirmar que, si ya Guaidó declaró su apego al Art. 233 de la Constitución, de manera tácita o implícita está a la vez señalando que acepta que dicha norma le convierte, de inmediato, en Presidente encargado o interino de nuestra nación. Así lo ha asumido buena parte de la población en Venezuela, más movida a ello por su deseo de que así sea y por la esperanza de cambio que por lo que en realidad y objetivamente se desprende, hasta ahora, de las palabras textuales de Guaidó. Pero aun cuando esa, la de asumir el cargo de Presidente Interino, hubiese sido la intención del Presidente de la AN en sus discursos, la verdad es que para muchos el mensaje no quedó claro, no solo para miles de venezolanos, que han expresado sus dudas a través de diferentes medios y por medio de las redes sociales, sino además para un importante número de medios y analistas internacionales (les invito a revisar las noticias y reseñas sobre el acontecimiento) y para la comunidad internacional.

Es verdad, hasta ahora la OEA, a través de su Secretario General, saludó a Guaidó como nuevo Presidente Interino de Venezuela, y el gobierno de Brasil reiteró su apoyo y reconocimiento a la AN como la “autoridad ejecutiva” de nuestro país, pero nótese que Brasil habló de la AN como cuerpo colegiado, no mencionó a Guaidó, ni destacó su cualidad, personal e intransferible, de Presidente Encargado o Interino de Venezuela, lo cual, aunque nos duela, en el lenguaje diplomático significa mucho. Más allá de estas dos expresiones, y de las que le atribuyen a Maduro la cualidad de usurpador, al menos hasta el momento en el que finalizo estas líneas, ningún otro país u organismo internacional ha declarado que reconoce a Guaidó como Presidente Interino de Venezuela y, aunque nadie está en la cabeza de los demás, no es descabellado atribuir esa falta de pronunciamientos expresos y directos sobre este punto, por ahora, a las dudas que ha generado la falta de expresión de voluntad clara y precisa de Guaidó.

Lo mismo ocurre con las FAN, que tampoco han recibido un mensaje claro. En mi criterio, no contribuye a despejar estas dudas la insistencia de Guaidó (así lo expresó tanto el 10E como el 11E) en que la cadena de mando “está rota”. En la mentalidad militar, que tiene por pilares fundamentales (Art. 328 de la Constitución) la disciplina, la obediencia y la subordinación, eso no es posible, no existe, y flaco favor se le hace a la nación cuando a quienes tienen el monopolio de las armas, que en coyunturas como las que vivimos desempeñan un papel crucial, se les dice que ahora no tienen autoridad civil a la cual subordinarse, que “no hay cadena de mando”, pues básicamente con ello lo que se les plantea es una disyuntiva, para los militares, hasta cierto punto insalvable: La de tener que elegir entre obedecer a un Comandante en Jefe ilegítimo o no obedecer a nadie.

La solución a estos primeros problemas es muy sencilla, y está en manos de Guaidó. Él, si así lo decide, debe expresar claramente y sin florituras que acepta la responsabilidad que el Art. 233 de nuestra Constitución le impone, y que en consecuencia asume la Presidencia Interina de Venezuela, asumiendo además la dirección de la acción de gobierno, la representación internacional del Estado y el carácter de Comandante en Jefe de la FAN. Esta expresión, cabe destacarlo, es personal, pues no es a la AN, como cuerpo colegiado, a la que nuestra Carta Magna, en su Art. 233, le asigna en estos casos las funciones del Presidente de la República, sino al Presidente de la AN a título individual. Si Guaidó no expresa clara y asertivamente que él, a título personal y como Presidente de la AN, está aceptando el cargo de Presidente Interino de Venezuela, (y reitero, esta es una decisión muy personal, pues no está exenta de riesgos graves, que todos conocemos), la verdad, por dura que sea, es que quien estaría generando una situación de vacío de poder sería él mismo. Estaría incurriendo en una omisión constitucional muy grave, y lo que es peor, se estaría él mismo situando en una posición de especial vulnerabilidad, porque la experiencia demuestra que no es lo mismo perseguir, o encarcelar, a un diputado (el gobierno ya lo ha hecho antes, dispuesto a pagar el costo político interno y externo que ello le representa) que perseguir o encarcelar a un Presidente, aunque sea interino, legítimo, en funciones, y además reconocido como tal por buena parte de la comunidad internacional. La relación costo/beneficio, que es lo que valora el poder cuando persigue políticamente a quienes se le oponen, es muy diferente en cada caso, especialmente en la coyuntura actual, cuando los ojos del mundo están sobre nuestra nación.

Con respecto a la segunda condición, la de forma, que implica la toma formal de posesión del cargo, juramentándose ante la AN para el desempeño del mismo, hasta ahora esta no se ha dado. Algunos, incluso sorprendentemente algunos abogados, alegan que estas formalidades no son necesarias, pero lamentablemente sí lo son. Para proteger y garantizar la democracia, y esto deberíamos haberlo aprendido ya, son importantes tanto el fondo como la forma. Además, tal toma de posesión y el juramento consustancial a ésta, tienen un efecto y un impacto simbólico incuestionable, especialmente, y esto hay que decirlo, para el mundo militar que, como bien lo apuntaba el constitucionalista Asdrúbal Aguiar en una reciente entrevista, es un mundo de símbolos y formalidades. No se le puede pedir a la comunidad internacional, ni a los militares, y ni siquiera a la ciudadanía en general, que acepten como Presidente, así sea como Presidente encargado y temporal de una nación, a una persona que no toma formal posesión del cargo y que no jura consecuentemente cumplir bien y fielmente con las obligaciones inherentes al mismo. Se trata de un gesto importante que, además, demuestra a propios y a ajenos que existe en quien lo ejecuta la disposición a cumplir cabalmente con sus funciones y, además, la de asumir las responsabilidades que de ellas derivan. Esto no puede ser desdeñado ni descartado como si fuese una suerte de formalidad “intrascendente”.

¿Cumplir con esta formalidad implica que cesará de inmediato la usurpación presidencial denunciada por Guaidó y que ha sido aceptada como tal por millones de venezolanos y por un sector importantísimo de la comunidad internacional? Evidentemente, no ¿Implica que Maduro de inmediato desalojará Miraflores y pondrá la orden del pueblo su cargo? Tampoco. Mucho menos significa que podrán realizarse elecciones libres dentro del término de los 30 día consecutivos que ordena nuestra Carta Magna. Pero sí implica, de manera clara, que no se ha roto la continuidad en el poder, que no hay vacíos en el mismo, que la nación tiene sin dudas un Presidente legítimo, respaldado por los votos que lo llevaron a la AN y por el mandato constitucional que lo colocó en dicha posición; que los militares tienen en efecto un Comandante en Jefe al cual están indiscutiblemente subordinados y que Venezuela cuenta con un representante legítimo ante la comunidad internacional. Atentar contra ese estado de las cosas, como ya se dijo, encarcelando o deponiendo por la vía de las armas y de facto al Guaidó como Presidente interino, significa para Maduro y para quienes le siguen un costo político mucho más alto, nacional e internacional, que el que supone perseguir a un diputado, por muy Presidente de la AN que sea.

El último elemento a considerar es el apoyo popular. No son solo Guaidó, la AN, las FAN o la comunidad internacional los que deben jugar un papel protagónico de ahora en adelante y dependiendo de lo que suceda. En eso a Guaidó no le falta razón. Si los venezolanos no le apoyamos en las inmensas cargas que le tocará llevar, si así las acepta y asume, le estaremos dejando solo a merced de una jauría que no dudará ni un segundo en neutralizarlo, acabando a la vez con nuestras esperanzas de cambio, “como sea”. En ese sentido, la pelota también está en el campo de la ciudadanía, en su campo y en el mío estimado lector que, aunque con sobrados motivos, que no viene al caso comentar, tenemos razones válidas para desconfiar de algunos líderes opositores, también tenemos que ponernos a la altura del momento histórico y dejar de lado nuestras decepciones y enconos para entender que, al final del día, esta lucha no es de uno ni de unos pocos, sino de todos nosotros.

@HimiobSantome