Conversación imaginaria Trump/Maduro, por Armando Martini - Runrun
Conversación imaginaria Trump/Maduro, por Armando Martini

 

NO FUE EL SUEÑO INSPIRADOR Y MARAVILLOSO DEL EXCEPCIONAL MARTIN LUTHER KING, JR. , pastor bautista que desarrolló una labor crucial al frente del movimiento por los derechos civiles para los afro-estadounidenses. Por el contrario, fue una visión atormentada, angustiosa, después de ingerir varias empanadas de explosión marina -combinación de mariscos guisados- y una gran cocada, que cayeron como piedra en el receptáculo estomacal y exacerbaron los jugos gástricos que con esfuerzo y tiempo lograron digerir semejante arrojo. (Se desarrolló en inglés, pero es difícil entender).

En un salón ovalado, regio, amoblado con un magnífico escritorio de antaño detrás del cual estaba sentado, de flux oscuro, camisa blanca y corbata roja, Donald Trump, el que la mayoría incluso de su propia gente jamás sospechó llegaría a ser Presidente de Estados Unidos; pero allí habitaba, en la Casa Blanca, Washington, capital del imperio, sede del hombre más poderoso del hemisferio occidental y líder del mundo libre.  

Encontrándome confuso y desconcertado, giré de un lado a otro para ubicarme donde no estorbara y pasar desapercibido. De repente, ¡sorpresa!, de una puerta que no parecía salió, no podía creerlo, ¡Nicolás Maduro!, vistiendo liquiliqui con una gran y neurasténica sonrisa. Se adelantó, por un segundo pensé que venía a saludarme o regañarme, pero no, pasó de largo, se acercó a su homólogo, quien ni siquiera fue amable, parco, le gruñó en su estilo particular, ¿“Que ¡carajo! haces aquí? ¡Siéntate!”, sonó más como una orden que cortés educación.

“Buen día Mister Trump” repicó el venezolano con amable guiño, “¿cómo está usted? ¿Le gusto el discurso en la ONU?”.

Confesó sin diplomacia, “No desperdicié un segundo de mi tiempo oyéndolo, ¿qué quieres?” inquirió escueto el cara pálida, de inmediato y sin aviso, hizo un gesto con la palma de la mano, de aguántate, y con la otra marcó un teléfono y vociferó: “¿Dónde está mi hamburguesa con doble queso, papas fritas y coca cola?” impaciente, no esperó respuesta, y se volvió hacia nosotros -logré situarme detrás de Maduro, nunca se sabe-, indagó, más bien aulló, “¿aun continuas aquí?”.

“Síi, Presidente”, respondió Maduro, “vine a estrechar su mano amiga en señal de buena voluntad”.

“No tengo nada que decirte ni ofrecerte”, y cargó con desprecio “tú eres un dictador comunista al servicio del castrismo”.

Maduro sin talento objetó: “Tranquilízate, mi pana, eso es embuste”. Y amplió: “pregúntale a Cilita que compra cosas buenas, de lujo y marca, ¿acaso no has visto la Patilla?” se detuvo un momento y rezongó “¿cómo se dirá Patilla en inglés?”, recordó, “watermelon”; y continuó “se la pasan haciendo reportajes sobre los trapos, carteras, zapatos, relojes que usamos”. Sacó de un bolsillo su IPhone último modelo y dice, “te enseño, por cierto, cual es la clave del wifi”.

Aclarado el asunto, segundos parecían horas, Maduro exigió en nombre del pueblo, se suspendan las sanciones porque dañaban al país, a lo que Trump riéndose a carcajadas se negó y sin pensarlo, “son individuales, Intuito Personae” Interrumpe Maduro “¿en qué?”, Trump continua, “algunos de tus amigos me lo han solicitado, y también los he rechazado, despidiendo tus acólitos como Shannon del Departamento de Estado”.

Maduro, sin recursos, en un acto temerario, atrevido y audaz, amenazó con sus propias sanciones y con osadía irreflexiva las enumeró: “congelación de bienes y cuentas bancarias de Trump y familiares, sus colaboradores y personal de la embajada en los bancos del Tesoro, Venezuela y Bicentenario; suspendidas las visas a los empleados públicos y familiares, eliminar de la lista CLAP a los ciudadanos norteamericanos residenciados en Venezuela y suspenderlos del Carnet de la Patria y beneficios; modificar aranceles y prohibir exportaciones de harina pan, reina pepeada, carne mechada y en vara, caraotas, plátanos, caña de azúcar, cazón, pollo en brasas con o sin mojito, pisillo de chigüire, suero y crema, caña blanca, cocuy, ron, aguardiente, vino de pasita, cerveza, guarapo de papelón entre otros productos; suspender franquicias de cochino frito, cachapas con queso de mano, guayanés, telita, cachitos de jamón y lo más importante, tequeños; por último, pedir lo desincorporen de la comunidad Diablos de Yare”.

Trump saltó de la silla, incómodo, perturbado, le habían asestado un golpe noble que sus asesores del pentágono no habían anticipado, se prepara a responder iracundo, se pone de pie, adelantó el cuerpo, se apoyó en ambas manos, cerradas como puños, pero de repente, un tipo del Servicio Secreto irrumpió anunciando, “Mr, President, Nikki Haley, Ambassador to the United Nations”.

Maduro transpirando, estupefacto, tembloroso, encuentra la oportunidad para cambiar el tema y apresurado exclama, “Señor Presidente aprovechando la presencia de la embajadora, ruego le ordene bajarle dos, nos tiene fregados” y añade, “¡Chamo, hasta Diosdado está molesto, quiere incluirla en El Mazo Dando, sustituyendo a María Corina!”.

El ocupante de la Casa Blanca, por un momento se distrae, y recibe una llamada de «Mike» Pompeo ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y actual Secretario de Estado -Canciller-, le informa sobre tropas venezolanas, desplegadas en la frontera con Colombia, que andan en una vaina; y solicita autorización para enviar ayuda y alertar a la OTAN.

El presidente gringo amenazante se dirige a Maduro, lo increpa, “¿Qué vaina están haciendo tus militares en la frontera con Colombia?” El venezolano sin titubar contesta: “esas son pendejadas, unos juegos, ejercicios militares que normalmente hacemos los camaradas”, a la carga Trump “¿pero con chinos, rusos y cubanos?” Maduro le manifiesta sarcástico “deja la tontería, no exageres, no le pares bolas, o acaso ¿tienes culillo? Además, es una acción soberana y nada tienes que opinar”.

Se erizó el catire, se le alborotó el copete, se puso de pie, empezó a recorrer la oficina con grandes zancadas, y exclamó “no te voy a comprar más petróleo”; Maduro grandote y peleón, elijo ponerse conciliador, “tranquilo hermano, no para tanto, dale un parado, a la guerra económica y déjame negociar con Petros, respaldados por petróleo, honradez de mi gobierno e imparcialidad del CNE”; interrumpe con gritos, “¿cuál guerra? eso es pura paja comunista que inventaron los castristas” y los Petros “nadie quiere esa caca”; el venezolano se hace el que no escucho y anuncia: “en los próximos días te envío a Rafael Lacava”.

Nikki sentada en el sofá, se estremeció, entró en pánico, subió la tensión, le dio un beriberi y mareada solo atinó balbucear “¿el Conde Drácula?” para luego desmayarse. ¡Lamen al 911 y pidan una ambulancia!

Trump pareció hervir, se puso más rojo de lo habitual, se nos venía encima, en ese momento entró un sujeto que parecía Rambo con una enorme hamburguesa. Me desperté sudoroso, exaltado, creí me daría un soponcio. ¡Qué falta hace el Alka Seltzer!

@ArmandoMartini