Sordos ante la injusticia, por Jesús María Casal - Runrun
Jun 12, 2018 | Actualizado hace 6 años
Sordos ante la injusticia, por Jesús María Casal

 

En la declaración de la independencia de las provincias de Venezuela, del 5 de julio de 1811, se subrayaba que esta determinación se adoptaba, entre otras razones, porque los gobiernos de España habían sido “sordos siempre a los gritos de nuestra justicia”. Es lamentable constatar que, después de más de 200 años de aquellos hechos, se agudice la sordera del gobierno ante los reclamos de justicia.

Clemencia del poder o justicia
Las recientes medidas tomadas para aliviar los padecimientos de varios presos políticos, vuelven a poner en la palestra el tema de la justicia. Estos presos, pese a su liberación condicionada, no han podido saciar su sed de justicia, porque los actos de clemencia o gestos pretendidamente humanitarios acordados en su favor han dejado incólumes las decisiones arbitrarias que condujeron a su procesamiento y encarcelamiento.
No ha sido reconocido su derecho a ser juzgados por sus jueces naturales, vulnerado abiertamente en casos como el de Gilber Caro y otros detenidos, ni su derecho a la integridad física y moral, lesionado por la práctica de la tortura o de malos tratos.
¿Esperanza?
Estas liberaciones no encienden una luz de esperanza sobre la aplicación de la justicia, sino oficializan la existencia de los presos políticos y dejan intacta la estructura represiva que puede seguirlos generando, una estructura que se considera autorizada para desacatar órdenes judiciales de excarcelación emanadas de los últimos residuos de una institucionalidad asolada por la concentración de poderes.
Giro copernicano
Sordo a la razón y a las razones del Derecho, el régimen se rehúsa a aceptar que no es siguiendo hacia adelante en el autoritarismo, sino mediante un giro copernicano, que coloque en los principios del Estado de Derecho y, por tanto, en la separación de los poderes, y de la Democracia, esto es, en la soberanía popular, la solución de los problemas, que Venezuela podría salir airosa de esta grave crisis política y económico-social.
Ofrecer o pedir el perdón
Es cínico que desde el Poder Ejecutivo se anuncie el perdón sincero hacia los presos que están saliendo de su arbitrario cautiverio con sus derechos más sagrados seriamente quebrantados, con su humanidad físicamente afligida por golpes y vejaciones, con su confianza en la ley y los tribunales quebrada sin remedio. Aunque seguramente también con la fortaleza moral de quien soportó privaciones y abusos con espíritu noble y visión trascendente. No tienen que ser perdonados quienes han sido víctimas de la violencia institucionalizada por haber ejercido sus derechos. Éstos tampoco abrigan afán de venganza; solo aspiran a que nunca más se lleve a cabo una represión desmedida y un desconocimiento de la dignidad del ser humano como la que sufrieron.
Lo que sí merecen es que las actuales autoridades pidan perdón por el ultraje de sus derechos básicos. Es difícil creer que lo harán, pero es probable que se haga en un futuro, así sea con sentido simbólico. En Chile, Patricio Aylwin, el 19 de marzo de 1991, pidió perdón en nombre de toda la nación a las víctimas de los crímenes de la dictadura, en acto sobrio y solemne a la vez, y en gesto emocionado, cuando presentó las conclusiones del Informe Rettig, adoptado por la Comisión Nacional de la Verdad y Reconciliación.
Todo indica que iremos hacia allá, y hacia medidas de justicia, pero con un saldo aún mayor al que hoy presenciamos de menosprecio a la dignidad de la persona.
Perspectivas
¿Quedará algún resorte moral aún vigoroso, con capacidad para alterar el curso de los acontecimientos y evitar se ensanche el abismo de la represión autoritaria y de las heridas que causa?
¿Habrá alguna posibilidad de rectificación honesta, más allá del cinismo y el cálculo de oportunidad, para establecer de nueva planta el edificio de la institucionalidad democrática, con elecciones libres y el árbitro confiable que el país demanda? Parece que no, pero hay que continuar exigiéndolo.
¿Están conscientes todos los actores y sectores de la gravedad de la hora que se vive y de la urgencia de reivindicar la nobleza de la política, dejando de lado los intereses personales o las propias ambiciones de liderazgo para sentar los fundamentos de una alianza y proyecto nacional que sea nuevo en sus propósitos e integrador y pluralista en sus métodos y en su vocación? Los hechos aún no lo confirman, pero es necesario profundizar las iniciativas que nos permitan ver más allá de las propias agendas y de las tesis que cada cual quiere ver cumplidas, en una lucha orientada por el alma nacional, de resultado tan incierto como moralmente avasallante.
jesusmariacasal@gmail.com