“¿Qué les parece el Petro?”, inquiere Maduro a la muchedumbre, que contesta con gritos y aplausos. Afortunadamente, no preguntó por el bolívar, causa de llanto y nostalgia. La primera es criptomoneda, la segunda yace en una cripta. “Ustedes saben qué es obtener 3 mil millones de dólares en apenas siete días”, continúa el cuestionario. Imposible. Ni que fueran empresarios de maletín o generales de Cadivi. Al pueblo lo que es del pueblo: “en el mes de marzo lo que viene es candela en el carnet de la patria”, adelanta el líder de la revolución. El bono de fuego, que luego se convertirá en cenizas.
Maduro jura por enésima vez que tan pronto salga de ese molesto trámite burgués que son las elecciones, iniciará “una gran ofensiva para construir una nueva economía”. Ahora sí, la guerra económica tiene sus días contados. La prosperidad está a la vuelta del 22 de abril. Incisivo y profundo, el mandatario interpela a sus rivales: “¿qué va a pasar un día después? ¿Qué va a pasar un mes después? ¿Qué va a pasar un año después?”. Fácil. Más hambre, más miseria y más violencia. Si se mantiene la revolución, tampoco hay que ser adivino. Basta con padecer el presente, para comenzar a sufrir el futuro. Sin escatimar recursos ajenos y empatía con su amado pueblo, Maduro exclama: “¡yo soy uno de ustedes!”. Falso, estaría más flaco.