La soledad de un dictador, por Antonio José Monagas
La soledad de un dictador, por Antonio José Monagas

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La soledad es un sentimiento de angustia que embarga al hombre cuando se ve reducido en su tiempo o aislado en su espacio. Aunque tan agudo estado de consternación, puede igualmente padecerse en compañía de otros. Aún así, esta condición genera una horrible sensación de pobreza. En todos los sentidos.

En política, la soledad es más insidiosa. Sus efectos deforman la visual de la vida y la mirada al mundo. Por eso, cuando el poder encumbra a quien codicia vivir al regazo abusador del poder político, las secuelas de la soledad devoran al hombre en su dignidad y hasta en su moralidad y ética. Tanto es la obcecación que afecta al político sumido en su soledad, que ni siquiera llega a comprender que está arando en tierra de tormentas sólo capaz de producir despojos y excrementos.

Para la política, la soledad se convierte en la ecuación cuyas incógnitas jamás podrán despejarse. Sus valores se desmoronan mucho antes de ajustar los elementos de la igualdad. Ciertamente, en política, la soledad significa ser ignorado luego de ser aclamado entre ovaciones, halagos y adulaciones. Con el agravante de no advertir que todo estaría teñido con tonos de hipocresía.

Sin embargo, la voracidad del poder inhibe al gobernante radical o frenético, con ínfulas de supremo, a entender las implicaciones y complicaciones que el laberinto de la soledad aviva en el ejercicio del gobierno (totalitario). Aunque lo más contradictorio de insertarse en el fragor de lo que dicho estado de calamidad representa, es que un gobernante así cae en el terreno donde la conspiración constituye un estado de confusión permanente. Pero aún así, esa misma persona no termina de comprender, ni tampoco de reconocer, que está hundiéndose en el fangal de su propia desgracia.

El caso Venezuela, es una auténtica versión de todo lo que envuelve a un gobernante ensimismado por los placeres del poder sin advertir las consecuencias que, como infortunios o adversidades, puede llegar a padecer. Y además, sin siquiera contar con la suficiente robustez para sortear los perjuicios que en adelante habrán determinado su escamoteado discurrir en la política.

A decir de los hechos que caracterizan el devenir político nacional, las tribulaciones cunden el horizonte de Venezuela lo que incitó a que el gobernante se insumiera en una soledad construida por su misma soberbia. De hecho, ya se llegó al extremo de dar cuenta que los países de América Latina ahondaron el aislamiento del gobierno nacional. Así se ha dado que la exclusión del presidente de la República de consideraciones geopolíticas, no ha sido una respuesta fortuita. Mucho menos, coyuntural. Es consecuencia de la obstinación propia del ejercicio de la política totalitaria asumida toda vez que la gestión correspondiente ha obviado razones que tocan la integralidad de la crisis venezolana.

No hay duda de que sobre el gobierno venezolano han recaído serias críticas que ponen al descubierto graves desafueros atentatorios de vitales derechos humanos y puntales libertades políticas y económicas constitucionalmente establecidas y avaladas. Tanto ha sido lo que por causa de arbitrariedades contraídas como criterios gubernamentales que han delineado el proceso de toma de decisiones del alto gobierno, la representación del gobierno venezolana ha sido excluida de reuniones internacionales. Cabe referir la convocada por la llamada Cumbre de Las Américas.

Tanto desencuentro interno y externo, a nivel de diplomacia internacional y de relaciones políticas nacionales, han dejado ver el carácter de alud o avalancha que, por la ruptura del ordenamiento jurídico o del rompimiento de valores de moralidad y ética que consolida el concepto de ciudadanía, se desprende la razón de crisis emplazada sobre la faz de la sociedad venezolana.

Estos golpes, de no evitarse, habrán comenzado a pasarse desapercibidos. Al punto que por la impudicia y la impunidad gubernamental, podrá convertirse en eventos tan normales como ahora ha resultado ser la violencia política o la inseguridad jurídica y social. Problemas éstos que han desbancado al país de sus tradiciones y sosiego que distinguió su crecimiento como nación. Y todo ello, se ha sucedido en el marco no sólo de la crisis político, económica y social que ha zarandeado a Venezuela en todas sus manifestaciones. También, suscitado o motivado por la soledad de gobernantes que para lo que hoy caracteriza al país, cabría comparar la situación con lo que ocurre cuando problemas de esta índole se evidencian. Casi como decir, problemas que acontecen en tiempos de dictadura. Particularmente, cuando se complementan con aquellos que se irradian desde la soledad de un dictador.

antoniomonagas@gmail.com