Lorenzo Mendoza y el momento de las ideas de la libertad, por Manuel Roa
Lorenzo Mendoza y el momento de las ideas de la libertad, por Manuel Roa

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En el colapso del socialismo del siglo XXI, Lorenzo Mendoza se transforma en la mayor demanda electoral en Venezuela. El anhelo, casi generalizado, de que un empresario defensor de la propiedad privada, el libre mercado y el emprendimiento se convierta en candidato presidencial pareciera ser un signo evidente de que no solo el sistema estatista de control colapsó en el país sino que en gran medida lo están haciendo sus ideas.

El chavismo a través de su proyecto hegemónico propagó un ideario donde valores fundamentales en sociedades de progreso; como la libertad individual, la propiedad privada y la libre competencia, eran vistos como los responsables de todos los males de este mundo. Ganando gran aceptación en un país cuya cultura política ha estado mucho más apegada al Estado que al individuo. Y en un momento histórico donde el petróleo logró revestir de éxito ideas contrarias a la prosperidad.

Sin embargo, hoy parece haber un quiebre en esa hegemonía cultural ante el fracaso evidente del sistema. El socialismo bolivariano no trajo resultados distintos a los del socialismo del siglo XX: autoritarismo, caos y miseria. Así, los venezolanos empiezan a desconfiar de las ideas que por décadas les habían parecido las únicas moral, económica y políticamente aceptables. El hambre y el éxodo masivo, signos evidentes del desastre, ya no encuentran explicación en ficciones como la guerra económica.

Aunque es cierto que el quiebre de ese ideario no ha sido causa suficiente para el desarrollo de un giro ideológico sólido hacia los terrenos de la democracia liberal, y que el pedido popular a Mendoza para que sea candidato responde aún en gran medida al desencanto con la élite política, no deja de ser revelador que un hombre, que representa valores hasta hace poco profundamente cuestionados, sea hoy la opción política más respaldada sin ni siquiera haber coqueteado con una posibilidad real de sumarse a la carrera presidencial.

Si bien el giro no ha madurado aún, hay oportunidades claras para consolidarlo. Cuestión que de ninguna forma parece haber aprovechado la Mesa de la Unidad Democrática. Desde hace mucho tiempo la lógica de acción opositora ha consistido en moverse en la línea de la cultura hegemónica para poder combatir desde adentro al chavismo, al punto que muchos de sus líderes, ya sea por convicción o pragmatismo, se han identificado como socialistas. Y así han terminado siendo unas malas réplicas de los adversarios del país, a quienes nadie en su sano juicio debería pretender imitar.

La MUD no asumió la batalla contra el chavismo en el terreno de las ideas, tal vez el más importante. No ha estado en agenda erosionar la ideología base de la dictadura; con lo que se lograrían derrumbar mitos y símbolos que aglutinan aún a su base de apoyo. Sus críticas siguen basadas en el diagnóstico, en las consecuencias, sin denunciar al chavismo en su naturaleza ideológica y sin promover de manera clara las ideas de libertad por miedo a la impopularidad, aunque hoy el respaldo masivo a Lorenzo Mendoza les diga otra cosa.

Los venezolanos empezaron a notar que los sistemas de control no son sostenibles y no pueden tener otra conclusión que el desastre. Una narrativa alternativa que denuncie las perversiones del Estatismo incontrolable, promueva los valores de la libertad y enseñe la dignidad que reside en la posibilidad de caminar sobre nuestros propios pies se hace hoy más que necesaria, oportuna. Venezuela no debe convertirse en otro de esos tantos países donde el socialismo ha fracasado pero no lo han hecho de igual manera sus ideas.

@ManuelRoa