Nostalgia por el regreso, por María Elena Arcia Paschen
Nostalgia por el regreso, por María Elena Arcia Paschen

Cuatro_

 

 

Y se quedaron solos el cuatro y la partitura. No tenían a nadie que los hiciera producir esas bellísimas melodías que en el pasado habían deleitado a tantos. Todos se habían ido. Huyendo del desconcierto, de la asfixia que generaba no saber hacia donde dirigirse, incapaces de fluir conjuntamente con las circunstancias o de influir en esa sociedad desmoralizada y vacía, cada vez más agónica, que envejecía lentamente. Hubieran podido propinarle nuevas energías que le hicieran brotar esperanzas y no lo hicieron.

Tantos ratos maravillosos que nos habían dado y ahora yacían inermes en un cuartico tristes y sin vida, sólo recordando ese pasado glorioso que tantas satisfacciones y aplausos les habían regalado y que los habían elevado a niveles para ellos inesperados.

Recorrieron el mundo, se subieron a las mejores tarimas, fueron parte de maravillosos espectáculos en los cuales se dieron a conocer conjuntamente con el virtuosismo de quienes fueron, durante muchos años, sus dueños y compañero de proyectos.  Fueron ovacionados una y mil veces haciendo estallar en llanto a quienes, lejos de su patria, podían sentir su música tan cerca como si nunca hubieren partido  de ella y con ésto se les devolvía la sonrisa extraviada.

Ese cuatro sonoro, de fina madera caroreña, con la afinación tan peculiar de cam-bur-pin-ton, que de niños les provocaba tocarlo, rasgar sus cuerdas aunque sólo fuera para obtener un sonido desastroso pero que en sus memorias evocaba momentos muy gratos, lloraba hoy de tristeza y le rogaba a las notas que cubrían la gastada partitura que lo abrazaran para enjugar las lágrimas que le producía la partida de sus compañeros de viajes y vida.

“Nos dejaron solos, nos abandonaron”- los escuchabas murmurar cuando te acercabas a ese pequeño depósito del sótano de la casa. “Entendemos que se hayan ido en busca de nuevos horizontes pero ¿porqué no nos llevaron con ellos?” Esa pregunta se la hacían y no encontraban respuesta que pudiera mitigar el dolor de la ausencia.

Muchas veces se les podía escuchar desde lejos lamentarse con tristeza: “Tenemos la capacidad para adaptarnos a vivir en otras latitudes, incluso podemos aprender otros idiomas y melodías que nos permitan integrarnos en sus nuevas vidas” Pero no había quien pudiera explicar el abandono, estaban ya muy lejos y cada día más distantes e indiferentes.

Ese cuatro que entonó tantos veces el “cumpleaños feliz” en aquellas piñatas de la infancia, el “compadre pancho” de su niñez y que luego creció para enseñarles que era tan versátil que podía componer unas melodías ricas en armonías como cualquier instrumento orquestal y que tenía la virtud de haberse transformado, con el pasar de los siglos, desde la época del renacimiento español  hasta nuestros días, siendo hoy en el instrumento mas representativo de nuestra cultura musical.

Ese cuatro se quedó solo, acompañado únicamente por las amarillentas hojas de la partitura de a “A tu regreso” que tarareaban antes de irse: “A tu regreso traerás aquel pedazo de algo que estuvo ayer, tumbando mangos como a las tres, chupando caña y robando miel. A tu regreso traerás aquí lo que llevaste dentro de ti, la luna llena como un melón y de la vida nuestra razón”

Y todavía hoy, aún cuando ya han transcurrido varios años de esa triste despedida, siguen esperando que regresen y les devuelvan la alegría perdida y luego juntos puedan llenar de bellas melodías los espacios y las vidas de quienes también decidan volver.

 

@malarcia