¿País petrolero sin gasolina?, por Antonio José Monagas
¿País petrolero sin gasolina?, por Antonio José Monagas

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La obligación de un país en torno al propósito de establecer maneras de encaminar sus capacidades y potenciales hacia la satisfacción de sus necesidades y anhelados ámbitos de crecimiento, progreso y desarrollo, es misión inequívoca de su discurrir. Tanto, que las leyes, en todas sus consideraciones y niveles jerárquicos, contemplan tan trascendente objetivo como la razón sobre la cual se asienta la concepción del sistema económico, político y social por el cual se rige.

Que Venezuela, desde la segunda década del siglo XX, se haya distinguido como país cuya economía descansa en la exploración, explotación y comercialización del petróleo, principalmente, no significa otra cosa que entender que su dinámica económica corre la suerte que resulte de la oferta y la demanda que pauta el mercado petrolero. Y a pesar de distintas decisiones elaboradas y tomadas en el curso de la segunda mitad del siglo XX, todas en aras de enfrentar las limitaciones propias del susodicho mercado, aunque también del agotamiento del modelo de desarrollo sustitutivo intentado, el país se vio incurso en serios problemas. Todos, instados a consecuencia de la crisis de dominación y de acumulación que vino instalándose hasta que, entrado el siglo XXI, hace ebullición. O sea, la descomposición envuelve casi todas las esferas de la vida nacional.

Hoy, la economía venezolana palidece. Ello, como resultado de la restricciones que tienden a aniquilar las oportunidades reservadas a la industrialización de bienes terminados de consumo. Así se tiene que la injusticia es exaltada en medio de cualquiera de los escenarios que configuran el abanico de realidades del país. Desde el institucional, hasta el jurídico. La antipolítica se juntó al populismo para que, entre ambos medios y con la perversidad que los caracteriza, actúen como verdugos de la democracia.

En el fragor de tan tramada maquinación, se produjo una grosera agudización de las grandes desigualdades. No sólo a nivel de la distribución del ingreso, sino también en el reparto de las oportunidades que merece todo venezolano de cara a sus anhelados proyectos de vida. A consecuencia de dichos malogros, la industria petrolera entró en un período de franco agravamiento de sus componentes estratégicos. Todo, a causa de políticas económicas que demolieron sus capacidades de procesamiento gerencial, administrativo y operativo que rayaron en problemas de corrupción, clientelismo y centralismo.

Las inversiones petroleras necesarias para la consolidación de la correspondiente industria, se vieron oscurecidas por la temeraria politización que condujo a entorpecer la organización en términos de sus alianzas y objetivos. A la actualidad, se ha reducido funcionalmente. Más, luego del daño que generó tergiversar su razón de ser al desmembrar la unidad operativa alcanzada mediante decisiones políticas que bifurcaron su estructura en tantas empresas como la visión proselitista del alto gobierno alcanzó a decidir. Entre otras, la militarización de la empresa matriz, la creación de empresas subsidiarias del transporte público, de producción y comercialización de alimentos dirigidos a clases socioeconómicas marginales, etc.

La oferta se constriñó al desmejorar la calidad de su potencial de producción. Los compromisos políticos del gobierno central de colocaciones de crudo como forma de compensar negociaciones dirigidas a favorecer el posicionamiento de la revolución “bolivariana” y la intención de exportar “el socialismo del siglo XXI” como paquete político, con la excusa de validar el manido Pacto de San José, terminó de perjudicar el mentado fortalecimiento de Petróleos de Venezuela S.A.

Ello, sumado a las sanciones financieras adoptadas por el gobierno norteamericano a fin de forzar al régimen venezolano a retomar el hilo constitucional y la democracia nacional, agravaron problemas acumulados de toda índole que devinieron en serios conflictos.

Al día de hoy, la industria petrolera nacional, se halla resentida. A punto de quiebre. El régimen entró en una fase de consternación por causa de una crisis de Estado tan insostenible, que no ha podido frenarla. Por lo contrario, sus decisiones han provocado su exacerbación. Tal es el tamaño del problema, que hasta sin gasolina quedó el país lo cual se traduce en el abultamiento de la aludida crisis que sacude al país sin que la misma sea causado por movimiento telúrico alguno, afortunadamente. Sin embargo, en el estallido de esta situación, es posible que se entienda el concepto de un ¿país petrolero sin gasolina?

@ajmonagas