Degradación geopolítica, por Alejandro Armas
Alejandro Armas Sep 01, 2017 | Actualizado hace 3 semanas
Degradación geopolítica

AméricaLatina2

 

Qué pena y qué tristeza tan grandes ver cuánto ha decaído Venezuela durante todos estos años. Por lo menos desde el fin de las guerras civiles y la dictadura de Gómez, no creo que haya habido una situación tan calamitosa como la de hoy, un cúmulo tan grande de desgracias. Desde la multiplicación de los niños indigentes, pasando por el pésimo estado de los servicios públicos y llegando a las calles en manos de un hampa sanguinaria que actúa con impunidad, el catálogo de miserias es más voluminoso que uno de esos diccionarios Larousse que tanto se usaban antes. Sin embargo, en la dimensión paralela de propaganda chavista, que copa los medios de comunicación de forma cada vez más invasiva (aunque el efecto deseado de convencer a las masas no se produzca), todo es una maravilla. La nación está más cerca que nunca de ser una potencia productiva. Casi todos los venezolanos son felices y viven en paz y prosperidad. Apenas un puñado de furiosos malagradecidos e idiotas osamos rezongar en público contra el desfile de glorias revolucionarias.

La expresión “luz de la calle, oscuridad de su casa” no aplica aquí, pues estamos tan mal hacia afuera como hacia adentro. Venezuela nunca había estado tan aislada internacionalmente. El Estado ni siquiera fue tan repudiado por los demás cuando el Cabito nos llevó al borde de sufrir una verdadera invasión imperialista en 1902, pues al menos entonces hubo importantes manifestaciones de solidaridad por parte de las naciones americanas.

En el discurso oficialista, esto al parecer es irrelevante. De nuevo, según ellos estamos mejor que nunca. Delcy Rodríguez, presidenta de la “asamblea nacional constituyente”, lo dio a entender de esa forma durante una gris rueda de prensa, en la que aseguró que Hugo Chávez transformó radicalmente la posición geopolítica de Venezuela. A pesar de que el chavismo jamás se ha caracterizado por la honestidad, esta vez creo que la señora Rodríguez tiene toda la razón. Después de todo, en menos de dos décadas pasamos de ser un país con una política exterior bastante autónoma, a un adulador automático de las acciones de Rusia, China, Irán y Cuba, a los que el Gobierno lleva tiempo mendigando apoyo diplomático y ahora, en el caso de las dos potencias, financiamiento.

Agradezco que no me vengan con la cantinela de izquierda trasnochada sobre la “sumisión al imperio” durante la mal llamada “cuarta república”. Ese es un argumento tan endeble que se cae con una leve brisa de conocimiento histórico. Tampoco hay que negar que, en líneas generales, Venezuela se mantuvo del lado de las democracias liberales durante la Guerra Fría (cosa que no tuvo nada de malo), y que las relaciones fueron más amistosas con Estados Unidos que con la Unión Soviética. Pero de ahí a decir que éramos una “colonia yanqui” hay un kilométrico trecho. A continuación enumeraré solo unos hechos que revelan la independencia de nuestro desempeño geopolítico en 40 años de democracia.

 

  1. Venezuela se negó a apoyar la invasión norteamericana de República Dominicana en 1965. Cuando el asunto fue abordado con urgencia en la OEA, Estados Unidos y otros votaron para crear una Fuerza Interamericana de Paz que “asegurara la paz” en la república caribeña y justificara la intervención. Venezuela se abstuvo. El cuerpo se constituyó casi exclusivamente con personal militar estadounidense, más pequeños contingentes de otros países, casi todos gobernados por dictaduras de derecha como Brasil, Paraguay y Nicaragua. Que venga un intelectual del Foro de Sao Paulo a explicarme por qué el “imperialista” gobierno de Raúl Leoni no envió muchachos venezolanos a custodiar las calles de Santo Domingo o, si la excusa fuera la necesidad de combatir a los guerrilleros propios, por qué no se brindó al menos un apoyo retórico.
  2. En 1970, durante la primera presidencia del “lacayo” Rafael Caldera, Venezuela reestableció relaciones diplomáticas con la URSS. Estaban rotas desde 1952, y los dos primeros gobiernos democráticos no las restauraron por respeto a la Docrina Betancourt. Luego, en 1974, el igualmente “pitiyanqui” Carlos Andrés Pérez ordenó reanudar los lazos diplomáticos con Cuba. La actividad guerrillera en los montes venezolanos estaba casi completamente desaparecida y se juzgó que la isla no podía hacer nada para apoyarla como antes. Todo esto a pesar de que era común que los regímenes rabiosamente derechistas y pronorteamericanos de la región eliminaran su trato con Moscú y sus satélites.
  3. Durante toda la década de los 70, Venezuela fue uno de los mayores refugios para personalidades de izquierda perseguidas por las dictaduras militares del Cono Sur, apoyadas por Washington en sus desmanes. Sobran casos notables como el de Orlando Letelier, colaborador de Salvador Allende; Tomás Eloy Martínez, el gran periodista argentino; o la maestra Elena Quinteros, quien no llegó a Venezuela, pero entró a su embajada en Montevideo, de donde fue sacada por la fuerza por policías, a pesar de la protesta del personal diplomático. 41 años después sigue desaparecida.
  4. CAP, junto a un pequeño grupo de otros mandatarios latinoamericanos, fue un promotor activo del Tratado Carter-Torrijos de 1977, el cual inició el proceso para transferir la soberanía del Canal de Panamá de Estados Unidos al país istmeño. En su célebre diálogo con Plinio Apuleyo Mendoza (El olor de la guayaba, 1982), García Márquez elogia este papel del adeco y lo describe como uno de los factores más importantes que permitieron la firma del acuerdo, el cual fue condenado por los sectores más conservadores del establishment de Washington (esa derecha estadounidense de la que, según el chavismo, los políticos de la “cuarta” eran meros títeres).
  5. Venezuela, esta vez gobernada por el “colonialista” Luis Herrera Campins, apoyó la posición argentina en la Guerra de las Malvinas, en virtud de los tratados interamercianos de asistencia recíproca en caso de una agresión transcontinental. ¿No adivinan cuál fue la posición de Estados Unidos? Luego de tratar de evitar la guerra, se inclinó decididamente por su ex metrópoli, debido a la “relación especial” con el Reino Unido, particularmente fuerte por la alianza entre Reagan y Thatcher. Noto perplejidad en sus rostros, estimados lectores ñángaras. ¿Acaso ustedes eran de los que creían que eso de hacerle reproches al Gobierno de Su Majestad británica desde Miraflores nunca se vio antes de Chávez?
  6. De nuevo, Luis Herrera. En 1983, junto con sus pares de México, Panamá y Colombia, creó el Grupo de Contadora, un esfuerzo diplomático por poner fin a aquella carnicería que fueron los conflictos civiles centroamericanos. Las gestiones se mantuvieron durante la década y contribuyeron a la firma de los Acuerdos de Esquipulas (1986-1987), piedra angular de la pacificación regional, que a su vez permitió la democratización. Una consecuencia a largo plazo de este proceso es que hoy en día haya gobiernos de izquierda que llegaron al poder mediante el voto en El Salvador y Nicaragua (en una ironía cruel, hoy el sandinismo devasta la democracia en su país). Pero, en fin, si éramos una colonia, ¿por qué no, más bien, fuimos un enorme centro de apoyo logístico a los paramilitares y escuadrones de la muerte respaldados por la CIA, cuya misión era asegurarse de que Rigoberta Menchú y compañía se sometieran al puño de hierro de las oligarquías locales?

 

No hace falta tener un doctorado en relaciones de América Latina con Estados Unidos para saber todo esto y no repetir como autómata una sarta de fantasías que parecen sacadas de un libro de Eduardo Galeano. Ahora bien, mientras Venezuela fue capaz de deslindarse de las acciones de Estados Unidos en más de una ocasión durante la Guerra Fría, los gobiernos chavistas no se han atrevido ni por asomo a cuestionar el proceder de sus amigotes de peso. Al contrario, celebraron el craso expansionismo ruso con sus intervenciones militares en Georgia y Ucrania. Ahí sí es verdad que el discursito sobre potencias abusando de países pequeños brilla por su ausencia. Ni siquiera lo pueden justificar, como hicieron algunos izquierdistas fanáticos con Checoslovaquia en el 68, mediante simpatías ideológicas, ya que el régimen de Putin de socialista no tiene nada.

Ocupamos un lugar lamentable en el mundo que, al igual que el sufrimiento interno, no merecemos. Pero no deje que le metan en la cabeza que este es el non plus ultra que podemos alcanzar. Saber que antes fuimos mejores es el mejor aliento para aspirar a progresar de nuevo.

@AAAD25