Abandono intelectual, por Alejandro Armas
Abandono intelectual, por Alejandro Armas

Intelectuales_

 

Una suerte de aura siniestra rodea al Gobierno venezolano por dondequiera que vaya. Pocos se muestran entusiasmados por manifestar alguna forma de aprecio o admiración hacia él. ¿Recuerda usted cuándo fue la última vez que Nicolás Maduro pudo retratarse con un grupo amplio de jefes de Estado o de gobierno? ¿Qué hay de los sucesivos cancilleres que han pasado por la Casa Amarilla en lo que va de año?

Pero no son solo los Estados. Entes multilaterales y empresas extranjeras evitan al Gobierno como si tuviera un efecto contaminante. Un militante de la extrema izquierda anacrónica pudiera rasgarse las vestiduras denunciando que la mano peluda del Tío Sam está detrás de todo esto, y ciertamente la oleada de sanciones del Departamento del Tesoro contra funcionarios clave puede hacer que más de una empresa lo piense dos veces antes de firmar un contrato con tinta roja rojita. Sin embargo, también es cierto que el chavismo, con sus sistemáticas irregularidades administrativas y jurídicas, se ha ganado esa mala reputación en buena medida él solo.

Ahora bien, abstraigámonos del mundo frío del «nada personal, solo negocios», para pasar a otro plano, mucho más difícil de coaccionar con dinero: los artistas e intelectuales. ¿Por qué no llueven las declaraciones de solidaridad con la autoproclamada revolución bolivariana ante esta «arremetida imperial», por parte de figuras culturales de primerísima categoría a lo largo del planeta?

Los regímenes antidemocráticos a menudo consiguen aduladores entre las mentes brillantes. No importa que el propio dictador sea en persona tosco y brutal, como demostró Juan Vicente Gómez. Recordemos los elogios que el hombre de La Mulera recibió de Pedro Manuel Arcaya, José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz, César Zumeta y otros.

La Revolución Cubana, una de las más exitosas en seducir a intelectuales, siempre ha promovido la idea de ser un proceso culto, con detallitos como, por ejemplo, bautizar una heladería en La Habana con el nombre de un ballet francés. Una de las primeras acciones de los barbudos en el poder fue  crear la institución literaria Casa de las Américas. Apenas un año después, se fundó el Icaic, motor de un cine cubano de calidad reconocido a escala mundial. Y así…

Acaso por eso, la Revolución Cubana tuvo un enorme éxito en atraerse las simpatías de tantos escritores, artistas plásticos, músicos y filósofos, además de la obvia inclinación por esos días hacia el socialismo, con su «altruismo radical» y vocación de lucha romántica (hubo excepciones notables, como Jorge Luis Borges y Carlos Rangel en nuestra propia región). En fin, el hecho es que Fidel Castro y compañía pudieron contar entre sus fans a eminencias como Gabriel García Márquez y Jean-Paul Sartre.

Hubo, sin duda, momentos para críticas y deslindes. En los 60, década de mayor esplendor de esa «nueva izquierda» de la que Castro y el Che eran íconos, levantó roncha el envío de disidentes a campos de trabajo forzado (las infames UMAP). Un año clave fue 1971, cuando dos hechos desilusionaron a parte de la intelectualidad global, pero sobre todo latinoamericana, que aplaudió la revolución. Uno fue el envío a prisión del poeta Heberto Padilla. El otro, la declaración del escritor Jorge Edwards como persona non grata, por sus críticas al régimen, luego de haber ejercido por tres meses como encargado de negocios del Chile de Salvador Allende ante La Habana. Sin embargo, incluso después de estos sucesos, muchos notables de todo el mundo mantuvieron su apoyo firme al gobierno comunista. Su defensa del mismo contribuyó a que, hasta su muerte, Castro haya sido una figura altamente polémica, capaz de dividir a la opinión pública, y no un villano universal, como Hitler, Stalin o Pinochet.

No se puede decir lo mismo de Maduro. Él sencillamente no es un seductor de intelectuales. Además de gobernar Venezuela en medio de un planeta que dejó atrás la bipolaridad de la Guerra Fría, y en el cual la ultraizquierda despierta menos fascinación que antes, Maduro no logra proyectar esa imagen de David contra Goliat, de rebelde heroico, que un Castro enfrentado con la máxima potencia militar sí pudo.

Chávez tuvo algo más de suerte en ese sentido. Su carisma y, tal vez, su gran billetera petrolera, le valieron la simpatía de pensadores influyentes como Noam Chomsky. El varias veces galardonado director de cine Oliver Stone estrenó en Venecia un documental con el barinés como protagonista de una épica antiimperialisra. Y aunque cualquier análisis serio hallaría que las causas de la catástrofe socioeconómica venezolana actual tienen su raíz en las políticas ideadas por Chávez, su muerte justo antes de que se desatara la debacle ha permitido que muchos le concedan el beneficio de la duda sobre «qué hubiera pasado si el comandante estuviera vivo».

Como en muchos otros aspectos, Maduro no ha logrado imitar a su «padre» en obtener el favor de un buen número de intelectuales y artistas, aunque todavía unos pocos se empeñan en defenderlo, a lo mejor más por respaldo recalcitrante al chavismo como movimiento que a él como líder. Quisiera el sucesor de Chávez tener a un Régis Debray que le dedique un «¿Revolución en la revolución?» a su medida. Tiene que conformarse con un cortometraje documental sobre su vida, cortesía de Ignacio Ramonet, que casi nadie vio, a pesar de su transmisión con la poderosa señal de las televisoras públicas. ¡Ah, eso sí! También cuenta con la lealtad inquebrantable de Diego Armando Maradona. ¡Todos en los pasillos del Pentágono temblaron al enterarse!

PD: No hay que ser un intelectual para darse cuenta de que, como sociedad, vamos por mal camino si nos peleamos por algo que no lo amerita, como la pertinencia de participar o no en unas elecciones regionales. Dudo que ninguna de las dos facciones opositoras tenga el músculo para hacer cumplir sus objetivos si no quieren tener nada que ver entre ellas. La unión de esfuerzos no puede ser un fetiche sentimental, pero los mayores logros de la oposición se han dado cuando se haló en una misma dirección. Seamos pragmáticos por el bien del país.

 

@AAAD25