Curdo y mala conducta, por Ramón Hernández
Curdo y mala conducta, por Ramón Hernández

IsaíasRodríguez

 

El embajador de Venezuela en Italia no está atendiendo sus funciones. Vino a Caracas y viajó al estado Aragua a beber con los viejos amigos y a dedicarse un rato a la política. Todavía bebido y bajo los efluvios del alcohol, se le soltó la lengua y otras inmundicias. La palabra no pocas veces traiciona al poeta, le cobra cuentas pendientes, sean traiciones del corazón o desplantes de ortografía. Julián Isaías Rodríguez nació en Valle de la Pascua, pero su oscura vida como abogado laboral transcurrió entre la zona industrial de Maracay y la de Valencia, con toques técnicos, una horita aquí y otra allá, en la Universidad de Carabobo.

Se vanagloria de haber sido vicepresidente ejecutivo, precisamente el cargo en el que menos duró –también, por ende, en el que menos daños causó a la república–, pero en el que más se le recuerda es como fiscal general, por su participación casi legendaria en el asesinato de Danilo Anderson y sus conversaciones y miradas con el testigo estrella Giovanni José Vásquez de Armas.

Hasta los 26 años fue militante de AD, y se encontraba entre los ortodoxos que rechazaban el aventurerismo de los jóvenes del MIR y su entrega al castrismo, y también las posiciones iconoclastas y burocratizantes de los seguidores de Raúl Ramos Jiménez y el PRN, después PRIN, cuando se sumó Domingo Alberto Rangel, aunque provisionalmente, como siempre. En 1968 saltó al MEP, el único partido del mundo que se deslindó de la socialdemocracia para regresar al oscurantismo y el estalinismo fracasados. Su carrera política ha sido similar, modo cangrejo. En las bebidas su salto sí ha sido dialéctico, del pecho cuadrado y el lavagallos a vinos de abolengo y whiskys mayores de edad.

Un embajador borracho, insultando a los semejantes, soltando sapos y culebras, desvariando y haciendo grandes esfuerzos por tenerse en pie, es mucho más que una afrenta al gentilicio. Si ese diplomático por asignación también fue profesor universitario, fiscal general de la república y vicepresidente ejecutivo, la afrenta tiene ribetes graves; pero si la grosería no va dirigida a quien le ha bailado la partida de dominó o le ha soplado el bistec, sino contra los venezolanos que de manera mayoritaria repudian una convocatoria a asamblea constituyente ilegal, tramposa, írrita e inconstitucional, no solo debe ser destituido por quienes autorizaron su nombramiento, la Asamblea Nacional, sino que debe ser investigado por insania mental y hasta por brutalidad manifiesta, igual que a Pedro Carreño. Presto láminas de Hermann Rorschach, el test que con manchas de tinta, a prueba de alcohol, analiza la personalidad y otras interioridades.

 

@ramonhernandezg

El Nacional