Pinochet también tuvo su constituyente, por Alejandro Armas
Alejandro Armas Jun 02, 2017 | Actualizado hace 2 semanas
Pinochet también tuvo su constituyente

Pinochet

 

¡Vaya “padres” tenemos los venezolanos! Me refiero, por si no lo saben, a una declaración de la rectora del CNE Socorro Hernández emitida esta semana, según la cual Maduro es una suerte de figura paterna para todos nosotros, mientras que su contraparte femenina es la Sala Constitucional del TSJ. Tantas cosas malas en tan pocas palabras. Para empezar, concebirle al Presidente ese papel evidencia una mentalidad deprimentemente caudillesca, propia del siglo XIX. En cuanto a la madre, ya dejó claro que es de las aceptan sin chistar que sus esposos impongan su voluntad a la familia completa en todo momento, pues sus argumentos para que se haga una “constituyente” sin consultar primero a la gente son una copia de los pretextos gubernamentales, maquillados con los latinazgos de rigor. Acaso temerá que, si desafía a su marido, sobre ella recaerán las mismas amenazas espetadas a cierta tía que se atrevió a cuestionar el proceder del patriarca macho Camacho.

Los millones de ciudadanos fuera de la cúpula poderosa integramos la parte más desfavorecida en este infeliz retrato familiar. A saber, el de unos niños de pecho, demasiado tontos, demasiado ignorantes como para tomar las decisiones determinantes de nuestras vidas. Para eso está papá, con su sapiencia y bondad infinitas, siempre listo a escoger por nosotros lo que más nos conviene, y con la correa preparada para los hijos que muestren aunque sea un ápice de desobediencia.

Esa sería la retorcida excusa del chavismo para crear una entidad que tendrá poderes absolutos para refundar el Estado, para redactar un nuevo contrato social, ni más ni menos, sin que los venezolanos podamos siquiera expresar si estamos de acuerdo. Si desde sus inicios este gobierno se ha caracterizado por un desprecio a la democracia, ninguno de sus escupitajos previos a las aspiraciones de la mayoría ha tenido la gravedad que esto que pone ahora sobre la mesa. Olvídese, por cierto, de proclamas demagógicas y vacías de realidad como “¡Todo el poder para el pueblo!”. Si bien lo más probable es que esa “ANC” cuente con facultades ilimitadas, puede asumirse que las bases chavistas que la compongan actuarán de acuerdo con lo que ordene la elite del partido. Si lo duda, considere que ya los voceros de dicha elite están adelantando qué hará la “constituyente”.

El rechazo ha tamaño atropello no se ha hecho esperar. Su expresión más obvia ha sido la oleada de protestas callejeras que se ha mantenido a pesar de una represión barbárica. Pero también ha venido de más allá de nuestras fronteras. El escepticismo, o condena directa, a la “ANC” ha llegado sobre todo desde el vecindario americano y de la Unión Europea. El Gobieríso ha reaccionado con su arrogancia característica, siempre con una descalificación barata a los países críticos. Uno de estos comentarios que me llamó la atención fue el usado para desechar las reservas de Chile. Según el chavismo, la nación austral no tiene moral para criticar la “constituyente” porque ha mantenido vigente la misma Constitución que fue concebida en plena dictadura de Augusto Pinochet.

A pesar de que este gobierno y sus acólitos han sido particularmente ricos en falsear la realidad directamente y sin ningún pudor, es válido preguntarse si este señalamiento es cierto. Pues sí, lo es. La Constitución chilena actual fue redactada en 1980, cuando la dictadura militar estaba en su apogeo. Sin embargo, la respuesta chavista se desbarata argumentativamente cuando se revisa de forma detallada qué pasó entonces y por qué el vecino sureño todavía tiene esa ley fundamental. Adelanto que lo dicho a continuación no constituye ningún gesto de aprecio hacia los horrores de la tiranía pinochetista.

Como se podrán imaginar, la iniciativa de una nueva Constitución venía del propio gobierno castrense. La oposición, valga la redundancia, no estaba de acuerdo, desde los democristianos conservadores hasta los socialistas y comunistas. Pero, resulta que la aprobación de esa nueva Carta Magna fue sometida a un referéndum. Sí se les preguntó a todos los ciudadanos si estaban de acuerdo con ella. Ahora bien, Maduro apenas anoche dijo que que el producto final de su “constituyente” igualmente pasará a una consulta para que la gente decida si entra en vigencia o no. Pero esto es solamente su palabra, cuyo valor creo que todos conocen. ¿Y si la “ANC” le responde a Maduro que no quiere que ese referéndum se realice, y él dice que, por ser plenipotenciaria, no puede hacer nada? Ya sabemos que el chavismo no cree necesario indagar si los venezolanos quieren o no una constituyente. Se sabe que en ninguna elección real tienen posibilidades de ganar. ¿Cómo creerle al Presidente?

En Chile en 1980 hubo una campaña. En el contexto de un régimen autoritario, las condiciones no fueron iguales. Las actividades de la oposición se limitaron a manifestaciones en la calle, con acceso muy limitado a los medios de comunicación masivos, en comparación con el gobierno. La fecha de la consulta fue fijada para el 11 de septiembre, casualmente el séptimo aniversario del golpe que llevó a Pinochet al poder (como cuando el CNE programaba las elecciones en días de importancia simbólica para el chavismo, ¿saben?). Al final, el referéndum se llevó a cabo con amplia participación y el “Sí” venció con más de dos terceras partes de los votos. La economía llevaba años gozando de una recuperación espectacular luego del desastre bajo Allende, lo que hizo al gobierno bastante popular, a pesar de su autoritarismo (hoy, en Venezuela ocurre todo lo contrario).

Difícilmente puede decirse que fue una competencia justa, pero fue una competencia al fin. Aún en medio de injusticias para el bando fuera del poder, es posible ganar una elección. Los venezolanos sabemos de eso. ¿O qué otra cosa ocurrió el 6 de diciembre de 2015? Casualmente es después de esa fecha que en Venezuela el Gobierno, poderes públicos sumisos mediante, ha eludido cualquier proceso comicial.

Pero la historia no termina en ese punto. La Constitución chilena incluía una disposición transitoria según la cual Pinochet no podía ser candidato a la presidencia para un nuevo período, a menos de que los ciudadanos así lo aprobaran en un plebiscito. Es decir, aunque la Carta Magna fue hecha de acuerdo con los deseos del régimen, contenía el instrumento para sacar del poder a Pinochet. En efecto, a finales de 1988 se hizo el plebiscito. Una vez más fue una campaña sucia, con intimidación a los opositores. Pero, cosa que ha sido tema de esta columna previamente, la disidencia logró organizarse con un objetivo común y ganó el “No” a un nuevo mandato para el dictador. Tal vez Pinochet pretendió en algún momento desconocer los resultados si no lo favorerecían, pero se dio cuenta de que la situación había cambiado lo suficiente como para no poder seguir gobernando de forma autoritaria.

Al poco tiempo la Constitución fue reformada, para purgarla de aquellos elementos que desde el principio la oposición denunció que socavaban su legitimidad. Los cambios fueron aprobados en otro referéndum con 91,25% de los sufragios. Con el tiempo, ha sido sometida a varias modificaciones, con procedimientos de acuerdo con lo dispuesto por ella misma. De manera que si esa Carta Magna sigue vigente, no es, como insinúa el gobierno venezolano, porque el espíritu del pinochetismo siga vivo en la mayoría del pueblo chileno, sino a pesar de sus orígenes.

De vuelta al presente venezolano, lo que tenemos es a un chavismo que insiste en imponer una “ANC” con el mínimo respaldo de la población, sin garantías reales de que siquiera brinden la mínima oportunidad de detenerla que en Chile permitieron. No esconden que su intención es atornillarse más en el poder mediante esta entidad. El panorama no es nada positivo y requiere de mucho coraje para afrontarlo. Ojalá los ciudadanos lo tengamos.

@AAAD25