El 350, ya está en la calle, por Armando Martini Pietri
El 350, ya está en la calle, por Armando Martini Pietri

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Venezuela está agobiada en un berenjenal que significa pleno y activo conflicto social, político y económico. Predecir lo que está sucediendo era de Perogrullo, tenía que pasar y lastimosamente no sólo ocurrió, sino que, por desgracia, sigue ocurriendo, falta más y peor.

 

El castro-madurismo dejará como legado la autoría del milagro económico a la inversa, jamás realizado. Convertir a Venezuela de ser el país más rico de América en el más miserable, epopeya difícil de superar, al menos desde aquél Congo que el Rey Leopoldo transformó de vergel en bestialidad, de libertad en esclavitud.

 

Hay pobreza en el mundo, pero pocas cuyas poblaciones tengan que hacer colas indignantes, pelear a golpes y someterse a la delincuencia, para adquirir productos de la canasta básica. En la Venezuela asolada por una revolución exógena, injerencista, sólo empeñada en trasladar su fracaso a otros para robarlos, el mercado negro no es una clandestinidad, lo clandestino llegó a ser lo poco que quedaba de bueno. La inmanejable inflación económica sólo es superada por la inflación del abuso, la represión y la torpeza.

 

Saqueadas nuestras riquezas a tierras cubanas donde manejadores encadenados en sí mismos, tampoco las han convertido en mejor vida, a los venezolanos sólo nos queda una salida, y la estamos construyendo en la calle a costa de sangre, asfixia, sudor, sufrimiento, y sin parar, un día sí y otro también, con noches que no son para muchos de descanso sino de estar pendientes de lo que pueda pasar.

 

A pesar de ser en su origen protestas por motivaciones políticas, las demandas sociales y económicas son esenciales en las manifestaciones, es el principal combustible. Amor con hambre no dura, pero el amor hambriento puede alimentarse con nuevas ilusiones; la revolución famélica sí persiste, por eso hay que cortarla y si resiste, serrucharla. El serrucho popular es la protesta, la marcha, el coraje, ese que nace del corazón y por encima de los gases respira libertad.

 

A los Castro la revolución se les está deshaciendo de vieja e inútil, muere, es ley natural y no tienen fuerza para convencer ni vencer, el asilo de ancianos que sigue con las armas en la mano lo sabe, ha comprendido que no tienen mañana y sólo tratan de dejar lo mejor ubicados a sus hijos y nietos. Que serán ricos, quizás -el pueblo cubano decidirá- pero no revolucionarios.

 

En Venezuela ya no son los longevos ni los jóvenes de mentes domadas los que planean, son los ciudadanos que están impulsando los cambios, renovación, y libertad de ser como queremos y no como convenga a revolucionarios marchitos.

 

Venezuela ha sido siempre un pueblo joven, respondón y con coraje. Bolívar no fue un burócrata que salió a dirigir, sino un muchacho que se hartó de esclavitudes, lo dijo a gritos y cientos lo acompañaron. Había unos cuantos adultos, y hasta un respetable como Miranda.

 

La independencia, sus batallas, rudeza, valentía sin límites, fue acción de jóvenes que no lo pensaron para jugarse la vida, la salud, tranquilidad hogareña y oficios. No se fueron detrás de Bolívar, salieron con él y no pararon hasta las cumbres de los Andes. La libertad y democracia suramericanas subieron en hombros jóvenes, y eso está pasando ahora en esta Venezuela que los ignorantes arruinaron, que también eran juventudes cuando comenzaron, y han envejecido en el error, que es la peor vejez porque lleva a ceguera, terquedad y miedo.

 

La dirigencia estudiantil universitaria lleva en sus espaldas y corazones la independencia, el rescate de la patria destruida, y tienen, por ser jóvenes, su propia agenda, su pasión por encima de todas las represiones, sin abandonar ni dejar de apoyar las concentraciones programadas por la oposición. Porque estos jóvenes y trabajadores nuestros no son generaciones espontáneas, ni súbitos milagros. Son la cara fresca, vigorosa y sana, del pueblo del cual nacen.

 

Vejestorios mentales del régimen miran hacia los uniformados decrépitos de la isla esclavizada y buscan guías, sin comprender que no puede ser guía quien sólo piensa en su cárcel que no le permite ver ni oír ni oler los vientos que soplan.

 

Calcularon en detalle, la estrategia funcionó y se ha cumplido implacable lo que programaron los inspiradores de este desastre, Fidel y Raúl Castro, mientras tuvieron un portavoz capaz de encantar serpientes y una cuenta corriente llena de dólares. Esa caja chica se secó y las culebras muerden cuando se quedan sin comida, los encantadores, para encantarlas, olvidan escrúpulos, tocan sus flautas mientras sus víboras puedan escuchar hasta que la melodía ya no las encanta más y atacan.

 

Pero los jóvenes no son serpientes, son los mismos que nunca han temido luchar por sus ideas y que son capaces de romper cadenas con la fuerza inmanejable de esas ideas.

 

No importa cuántos gases derrochen, ni a cuántos muchachos agredan o se lleven en sus motos, ni cuántos saqueadores y asesinos lancen para meter miedo. Los cubanos de hace medio siglo, nuestros mentirosos de ahora, con toda y su carga ideológica desgastada que les inyectaron en La Habana, se equivocaron de pueblo.

 

Entrampados, esgrimieron sus pecados y otros ni siquiera los supieron cometer, ahora tienen al país por cárcel y eso convierte su preocupación e inmoralidad en supervivencia. Odiar al capitalismo y correr a sus placeres para disfrutarlos, es imprudente y necio, ahora se dan cuenta. El diablo, que no es capitalista sino un ser superior, seduce pero al final no entrega cielos sino infiernos. Por eso los que vendieron sus almas pensando en nubes maravillosas y en paraísos fiscales, son fieras acorraladas.

 

Un edificio hecho de mal concreto y bases débiles que se está derrumbando, a pesar de complicidades serviciales, amigos y protegidos a mazazos, compañeros de estudios y fanáticos islamistas, viejos amigos de sucesivas talanqueras, todos se dan cuenta que polvo han sido y en polvo se convertirán. La viveza criolla financiadora de ambos, que de vivos pasan a ser hampones criminales, fisuras internas, cínicas negociaciones lóbregas y subterráneas, no serán suficientes para subsistir.

 

Ni siquiera se trata del temor de que les abran investigaciones nacionales e internacionales por lo que han mentido, robado, torturado y destruido, vidas incluídas, esos expedientes ya acumulan ordenados montones de información, y ellos lo saben.

 

Con carnets de la patria, bolsas y cajas de comida, limosnas de mala distribución y siempre sospechoso origen, con armas para fanáticos, gases vencidos y órdenes gritadas a uniformados, cada día son más seguros candidatos al Tribunal Penal Internacional de la Haya y otras cortes por violaciones a los Derechos Humanos y crímenes de lesa humanidad con pruebas de sobra. El mundo los conoce y los espera.

 

Los ciudadanos están en calles, dispuestos a morir y están muriendo, los están matando. La rebelión se contagia, se esparce con rapidez como el fuego en la llanura seca, ya no se trata de invocar el artículo 350 de la Constitución: el pueblo lo está aplicando en las calles del país. Los dirigentes hablan, platican, discursean pero deberían oír y escuchar ese ruido atronador y formalizar el llamado que el país reclama.

 

 

@ArmandoMartini