Violencia o diálogo, por Carlos Dorado
Carlos Dorado May 21, 2017 | Actualizado hace 7 años
Violencia o diálogo, por Carlos Dorado

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Andrés Eloy Blanco en su hermoso “Coloquio bajo el olivo”, narró lo siguiente: “Por mí, ni un odio hijo mío, ni un solo rencor por mí, no derramar ni la sangre que cabe en un colibrí, ni andar cobrándole al hijo las cuentas del padre ruin; y no olvidar que las hijas del que me hiciera sufrir, para ti han de ser sagradas como las hijas del Cid”

Estamos como sociedad (en ambos lados), comenzando a transitar caminos de violencia impulsados por un odio acumulado, que pudiese llevarnos al abismo.

Esa violencia que engendra más violencia. Esa violencia justificada “en la supuesta justicia”, en la afirmación de “unos derechos” o en “la defensa de un futuro mejor”, sin darnos cuenta de que cuanto más la prolonguemos, más difícil les resultará a aquellos que la crearon, encontrar fórmulas que se conviertan en actos compensatorios no violentos, pudiendo terminar siendo un camino sin posibilidades de retorno.

Cuando se atribuyen todos los errores a los otros, y se creen irreprochables se está abonando la violencia. Estamos creando una cultura de la violencia; y las sociedades que la incentivan terminan viendo los actos violentos como actos valientes y heroicos por parte  quien los realizó; pero incrementando el odio -que es alimento de la violencia- en el que los sufrió; y éste tratará de realizar como respuesta, un acto todavía más violento y heroico. Ellos preparan y justifican su continuidad, y esto va creciendo sin control alguno. ¡Siendo el principal resultado de la violencia, la necesidad de emplear más violencia!

Soy firme creyente de que el buen juicio, el intelecto, el diálogo, los principios y valores no requieren de violencia, más bien; funcionan mejor ante la total ausencia de la misma. Estoy convencido de que esto es lo que reclama la gran mayoría del país que aspira a vivir en paz.

Por ley histórica, un perdón puede ser un error; pero una venganza es fuente de infelicidad. La conciliación siempre ha sido el terreno sobre el cual los pueblos pueden construir un futuro digno y duradero. Yo pertenezco por convicción y talante a una mayoría de ciudadanos que desean hablar un lenguaje moderado, de concordia y conciliación. ¡Los impulsos tendientes a crear o acentuar divisiones deberían ser atemplados y reemplazados por el espíritu de conciliación!

¡Hay que dialogar! Si la primera vez fue un fracaso, todos sin excepción estamos sufriendo las consecuencias del mismo. El diálogo fue el problema, pero también es la solución. Hoy más que nunca tenemos que tratar de sacar lo mejor de nosotros mismos, que estoy seguro que no es ni la violencia, ni el odio, ni el totalitarismo.

Un diálogo donde el poder de uno no se convierta en derecho. Donde haya igualdad, respeto y cumplimiento de lo acordado. Donde ninguna de las partes tema a la arbitrariedad y al poder del otro. Donde encuentren medios para llegar a una solución y no excusas. Donde el objetivo común sea: ¡Vivir en un país en paz y con futuro!

Si fracasamos en lograr dialogar y conciliar para que haya justicia, paz y libertad estamos fracasando en todo y dejándole vía libre a la violencia. Tenemos que lograr lo imposible y hacerlo posible, ya que no podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que los creó.

Por encima de todo y primero que todo somos Venezolanos, y tratar de anteponer los intereses de unos, las ambiciones de otros, a través de la violencia, puede ser un camino peligroso; y el remedio puede ser peor que la enfermedad.

 

cdoradof@hotmail.com