Carta a un padre, de un hijo en el exterior, por Carlos Dorado
Carta a un padre, de un hijo en el exterior, por Carlos Dorado

Carta2

 

¡Ahora sé lo que es estar lejos de ti! El no tener a esa persona cerca que me criticaba, pero me guiaba por ese difícil transitar que es la vida. Ahora que no tengo la crítica ni la guía, me toca apelar a todo eso que me enseñaste cuando te tenía a mi lado.

¡Sí! Me quise ir de tu lado; fue mi decisión, y me dolió mucho más de lo que te imaginas. Es difícil dejar tu casa, tus padres, tus amigos y tu país. Pero necesitas cambiarlo por un futuro. Sé que lo más fácil hubiese sido estar bajo tu ala protectora, y estoy seguro de que mi decisión te hizo llorar mucho; pero no dudo que en el fondo, te sientes orgulloso, porque tú hubieses hecho lo mismo. ¡Vienes de abuelos que también lo hicieron!

¡No sabes las noches que me quedo pensando en tus enseñanzas! Cuando me las distes, siempre con tu ejemplo; en esos momentos se iban archivando en el “disco duro” de mi cabeza, sin que se notasen; pero ahora van aflorando, y van apareciendo cada día, en cada experiencia que vivo.

Tú, papá; eres para mí una combinación extraña de razón y sentimientos. El que sabe decir “no” cuando es lo justo, y saber decir “sí” cuando es lo conveniente. Eres ese que cuando uno lloraba, era el refugio donde siempre encontraba consuelo, y cuando reía siempre encontraba compañía en ti. Eres el que me hacía sentir importante cuando me sentía insignificante, e insignificante cuando me sentía importante. Hoy lejos de ti, tengo que aprender a caminar sin que estés a mi lado, y no es fácil papá.

Tú adivinaste mi  futuro, y sabías que me iba a ir. Ahora entiendo por qué algunas veces, cuando me abrazabas fuerte, casi no podía moverme, y me tenías así largo rato. ¡Sabías que me terminaría yendo algún día! Cosas que en su momento eran normales y hasta fastidiosas; son ahora, mis mejores recuerdos; como por ejemplo cuando me enseñaste a andar en bicicleta, a sabiendas de que me iba a caer.  

Tú fuiste el que nunca dejabas de llamarme, aunque pocas veces te contestase. Yo que nunca te llamaba, pero las pocas veces que lo hacía siempre me contestabas. Papá, tú no eres ese hombre duro, exigente e intransigente que pretendías ser. ¡Eres un higo! Que es algo duro por afuera; pero dulce y blando por adentro.

Tú papá, pasaste de ser ese hombre viejo, al cual no le creía casi nada cuando me hablabas, al que hoy le creo todo. ¡Qué ironía; cuando ya no puedes hablarme viéndome a los ojos y pasándome tu mano por el hombro!

Tú papá, no sólo me diste la vida, sino que me enseñaste a vivirla; y con tu vida ofrecías un gran amor. Estoy seguro papá, que tener un hijo es fácil, ser un padre es la parte más complicada; y tú lo has sido, y lo sigues siendo aunque estés lejos.

Tú papá, no has sido un padre bueno, sino algo más importante: ¡Has sido un buen padre! Y ojalá logre ser lo suficientemente agradecido para apreciarte  y agradecértelo toda la vida; y algún día pueda regresar a Venezuela, y sientas ese mismo orgullo que estoy comenzando a sentir por ti.

Me tuve que ir a buscar mi futuro, me fui físicamente, pero papá estás más presente en mí que nunca, y estoy seguro que también yo para ti, y la parte más importante tuya siempre estará conmigo: ¡El haber sido y ser un buen padre!

Lo importante papá, no es por dónde estoy caminando ahora, sino por dónde caminaste tú, porque aunque no lo creas, los hijos casi siempre siguen los  pasos del padre, y algún día regresaré para demostrarte que el maestro no perdió su tiempo. ¡Ese es mi reto!

cdoradof@hotmail.com