¡Socialistas vocingleros!, por Armando Martini Pietri
¡Socialistas vocingleros!, por Armando Martini Pietri

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¿Por qué extrañarse de hacer colas humillantes para y por todo? No debería sorprendernos, son años indicando que nos invadió el castro-comunismo, que nos tutelan, que somos un estado asociado tratado, considerado y manejado como una provincia cubana. Muchos lo dicen, lo han advertido y lo que estamos viviendo es lo que sucede todos los días en la isla. Peor, Cuba no tiene riquezas ni fuerza para generar su propia fortuna; las tuvo con todo y sus problemas, pero el castrismo acabó con esas desigualdades -como lo está logrando en Venezuela-, e igualó hacia abajo a los que creyeron en los latosos discursos de Fidel, y quienes no tuvieron oportunidad ni valor para escapar.

¡Grandes colas! es el plan de sometimiento, y como tutelados, seguimos participando y exigiendo elecciones; eso sí, cuando al oficialismo le dé la gana y se sienta triunfador, antes ni de vaina. Aunque esa expectativa roja nos asegura que sufragios libres y limpios, no tendremos.

Por eso y mucho más, de la experimentada conserjería castro-cubana podemos esperar, poca o ninguna novedad. Cuesta entender la estupefacción y resignación de algunos, por algo que más bien parece una burla de un chapucero teatro de comedia mal montado con actores que cumplen su papel hipócrita de fantoches con baja categoría y poca vergüenza ¿Qué pasa, por qué no nos damos cuenta? ¿O peor, nos damos cuenta y lo soportamos? ¿Qué más debe acontecer?

El gobierno y sus voceros son verdaderos vocingleros de paja y bolserías, cada vez que abren la bocota, liderado por el lenguaraz, nos convencen mucho más. No de que tienen razón, ni de que todo lo que vociferan es mentira; sino que son expertos en tonterías -habladera sin contenido-. Se quejan amargamente de las prácticas neoliberales de la derecha e imposiciones del Fondo Monetario Internacional, pero no aciertan, no quieren hacerlo, o simplemente no entienden, que cualquier medida del denostado neoliberalismo, cualquiera, es por mucho más benévola y menos dañina, más productiva social y económicamente, comparado con lo que el madurismo, en silencio perturbador y ciega complicidad, no sólo permite, sino que impone.

Absurdo pensar, que con un salario mínimo y anexos artificiales, se puede adquirir un kilo de jamón, queso, carne, pollo o pasta de dientes, enjuague bucal, toallas sanitarias, pañales ni siquiera una lata de malta o cerveza. El abuso, la desidia, la falta de un oficialismo que pide lealtad a la memoria de Chávez, mientras aplica su incapacidad y desconsideración a los pobres, son los que más sufren la locura que hoy vivimos. Malandros se adueñan y trafican en las colas de productos regulados cuando se consiguen. Bachaqueros sinvergüenzas que se aprovechan de los más necesitados cuando abusivamente cobran cantidades enormes y sobreprecios impagables, todo a la luz del gobierno, en las narices de la SUNDDE, policías, guardias nacionales y burócratas diversos.

No nos vengan con la hipocresía aún más bochornosa de “denuncien, nosotros lo protegemos”, hay que ser gafo para revelar el nombre de un atracador bachaquero que casi siempre son los protegidos. ¡Las colas de la anarquía e ignominia!

El gobierno obliga a comercios vender productos con precios regulados, todos los cuales sufren de grave escasez, exigir recaudos para la venta -típica medida de gobiernos socialistas-, y lo que consiguen y producen son tumultos, la gente se molesta e intentan ingresar a los locales por la fuerza. Asustados –los comerciantes- bajan santamarías, y el público se enardece más. Aparte, se conocen los oficialistas, que logran productos regulados para venderlos, descaradamente en las cercanías, a precios groseros.

Cuando los ciudadanos reclaman, la respuesta, enviar a las fuerzas del orden, colectivos incluidos. El problema, el gran riesgo, es que cada día es más, se pierde el miedo y prospera la furia. Las protestas continúan y se acentúan. Situación que se pudre y lleva al caos en la cual nos enredamos cada día. La anarquía, cuando se adueña, no se detiene sin sangre y extrema violencia, estalla, y tras descargar la fiereza, tarde lo que tarde, va disminuyendo entre las ruinas. Recuerden el “caracazo”, fue anarquía pequeña. El público se trepa donde pueden, huyen de los lacrimógenos, aparecen los golpes, empujones, gritos de miedo, heridos y hasta muertos, que nunca faltan.

Está pasando en la Venezuela socialista, empiezan a emerger los estruendosos fracasos que el Gobierno no quiere reconocer y trata de esconder, que se conozcan causa alarma, temen lo desconocido de la reacción. Venezuela se suma a las ruinas comunistas. 

Tras colas y desórdenes en esta Venezuela desbaratada que nos va quedando, los venezolanos de todos los sectores socioeconómicos, pero especialmente los más pobres, vulnerables y frágiles, llegan a sus casas fracasados, sin tener qué comer, y si tienen suerte de tener luz, ven la televisión que el Presidente encadena para escucharlo a él y sus permanentes reciclados ministros y funcionarios, tratando de engañar con supuestas bondades y mejor futuro, entregando clap a Perú, regalando petróleo a Cuba, ganando la guerra al imperio, derrotando enemigos imaginarios, endeudando el país a chinos y rusos, destacando maravillas que solo existen en sueños y decretando el liqui liqui como traje nacional.

Parece una broma, pero la verdad, es una tragedia. Está pasando en Venezuela. Por ahora, la apatía es la paz antes de la tormenta.

¡Cuidado con la furia de un pueblo paciente!

@ArmandoMartini