Dejarle la política a otros: una mala receta, por Pedro Méndez
Dejarle la política a otros: una mala receta, por Pedro Méndez Dager

política

 

Desde que nuestros ancestros en la evolución comenzaron a reunirse en forma estable y algo más compleja, por allá hace unos 10.000 años antes del tiempo presente, fue necesario que unos cuidaran la cueva o el conjunto de chozas, para pegar el grito cuando aparecía el dientes de sable o, unos milenios más tarde, poner en guardia a toda la tribu o a los más fuertes de la pequeña ciudad, cuando era amenazada por algunos vecinos pasados de frescos.

Ocurría, ya desde entonces, que unos eran más hábiles encendiendo el fuego, o asando la cacería, cuidando y amamantando a los niños, fabricando o afilando las lanzas, pero otros eran más fuertes y veloces, o más diestros con las armas o eran mejores cuidando a todo el grupo mientras cada cual hacía lo suyo. Quizá no siempre fue tan fácil establecer la distinción de los oficios y de las responsabilidades, pero ya habían nacido dos características muy importantes en las agrupaciones estables de esta especie de mamíferos.  Había nacido la división social del trabajo y la política. Claro que a nadie se le había de ocurrir darle este nombre a tal ocupación, hasta que los dos procesos no habían evolucionado mucho más, y eso pasó unos 9.600 años más tarde, hacia el año 340 A. C. o algo así, cuando a un muy inteligente nativo de la ciudad de Estagira, en Grecia, se le que ocurrió llamarla así, porque pensó que aquél era el oficio y la poción medicinal que conocían los que se ocupaban del cuidado, la seguridad, el bienestar del grupo y el futuro del de toda la ciudad, o, como ellos la llamaban, de la polis.

Desde el principio la curiosa ocupación nunca dejó de ser complicada y de generar controversias entre los vecinos pero, casi siempre, cada generación que tuvo éxito en las polis, llegó a la conclusión de que era imperioso tomarla en serio, fijarle pautas que todos conocieran y dentro de lo posible, intentar que quienes se ocuparan de ella, conocieran el oficio. Cuando eso no ocurrió, cuando el oficio más complicado de la historia, se lo dejaron a improvisados, las polis la pasaron muy mal. Entraron en decadencia y eventualmente dejaron de ser independientes o incluso de existir. Es buena parte del contenido de la Historia. Mejor dicho, casi todo.

Lo que vino después no simplificó el asunto. Las ciudades se agruparon en conjuntos cada vez más grandes, se transformaron en reinos y los reinos en imperios o estados, y todos, sin excepción, tuvieron un período de apogeo, otro de decadencia y un final que coincidió casi siempre con el descuido del mencionado oficio, por parte de las mayorías y, en especial, de quienes eran especialistas; o la llegada de otros conocedores de la poción, al frente de otros reinos, imperios o repúblicas, que sabían más, tomaron mejores previsiones, crecieron mucho más y se hicieron más fuertes. Así era la vida. Y tiene cara de seguir siendo así. Frente a la política, la única forma que la Historia nos ha señalado para sobrevivir y triunfar, permanecer y continuar con una buena vida, es tener los mejores manejadores de la poción que tengamos oportunidad de escoger, no descuidarnos ni dejarles a unos pocos el oficio de nuestro futuro y, por encima de todo, participar, organizarnos, constituir agrupaciones poderosas, coordinadas y… participar.

 

@pedro_mendez_d