La Venezuela de la verdadera convivencia
La Venezuela de la verdadera convivencia, por Roberto Patiño

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La dureza de la crisis y la emergencia nacional genera impotencia y desesperanza en la gente, planteando una visión de la realidad de problemas acuciantes frente a los que poco o nada puede hacerse. Pero también se presentan personas y organizaciones que se rebelan frente a esto y realizan un trabajo de reconstrucción de convivencia, de apoyo y de solidaridad. Marcan la diferencia para bien en la vida de muchos y materializan otras realidades, mejores y posibles. Es importante reconocerlos, visibilizarlos y apoyarlos.

Muchos han surgido en los últimos tiempos, en respuesta no solo a los embates de la crisis, sino también defendiendo una alternativa frente a la visión de un país de bandos enfrentados y diferencias irreconciliables. Una visión que fue exaltada de manera irresponsable en el liderazgo de Hugo Chávez,  no para darle solución y hacer un esfuerzo para establecer nuevos lazos entre los venezolanos, sino para explotarlo en la búsqueda y mantenimiento del poder total.

Otros individuos y organizaciones tienen varios años trabajando en comunidades populares del país, haciendo grandes esfuerzos para mantener vivos valores de respeto, tolerancia, apoyo y empatía, y constituyen importantes referentes  de una labor sostenida y profunda. Han educado, además, a generaciones de individuos que reproducen estos valores, aplicándolos, de una forma u otra,  en su vida personal, su trabajo y su relación con la sociedad.

En Venezuela tenemos muchos ejemplos de este tipo de organizaciones que van desde grupos deportivos como “Criollitos de Venezuela” hasta instituciones culturales como el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles, por hablar tan solo de dos exponentes en diversos ámbitos, de larga data en el país. En este año Fe y Alegría celebra su  62° aniversario, en un trabajo sostenido por la educación y la superación personal, la lucha contra la pobreza y la exclusión y el apoyo a las comunidades en todo el país.

Los logros de estas organizaciones más reconocidas conviven con los de otras, de alcance local. Clubes y asociaciones vecinales  como, por el ejemplo, la escuela de futbol La Ladera, liderado por Óscar González, en La Ladera en La Vega, que de manera constante, y a pesar de las dificultades, establecen espacios en sus sectores que apartan  a los jóvenes de la violencia y logran llevar a cabo proyectos de organización vecinal en beneficio de su comunidad. También debe ser destacada la participación de organizaciones internacionales como Techo, con presencia en varios países de Latinoamérica y cuyo capítulo en nuestro país, existente desde 2010, realiza una labor de establecimiento de comités comunitarios y formación de liderazgo local en zonas como Turgua, en Caracas.

Es cierto que actualmente son muchas las expresiones negativas en el  comportamiento de los venezolanos y de su relación entre sí. Venezuela exhibe altísimos índices de violencia y criminalidad, en medio de un cargado y hostil  ambiente social y político.  Un factor determinante lo constituye el régimen de carácter dictatorial que gobierna al país y que ha convertido al Estado y sus instituciones en un componente de estímulo para esta violencia, así como para la segregación y el sometimiento.  Esta situación vulnera la confianza y la credibilidad de las personas tanto en el otro, como en sí mismo, desconfiando de las intenciones de los demás y poniendo en duda las propias capacidades para enfrentar a los problemas y la emergencia.

Pero también es cierto que en los últimos tiempos se ha hecho evidente la aparición y las acciones positivas de organizaciones de ayuda social, algunas recientes, otras con un demostrado trabajo de muchos años.  Esto tal vez más se ha visibilizado más en lo relativo a la crisis alimentaria, un problema cuya dimensión actual de tragedia y hambruna es inédita para los venezolanos, pero también en otras áreas como la crisis de medicamentos y la defensa de los DDHH. Es clara la necesidad de las personas no solo de conseguir un alivio material (alimentos, medicinas, apoyo jurídico, etc.) para enfrentar la emergencia, sino también de crear espacios para la solidaridad y relacionarse a través de la participación, para ayudar y dar apoyo al otro.  

En nuestra experiencia con el plan Alimenta La Solidaridad hemos visto la importancia tanto en llevar comida a más de 500 niños como también de los efectos en la actitud y ánimo de las personas beneficiadas y de colaboradores, benefactores y voluntariado.  Se comparten experiencias y se generan vínculos entre los involucrados, que trascienden todo tipo de diferencias y generan una base sólida para una convivencia real y sostenible. Nuestro plan se inició con menos de 100 colaboradores, entre miembros de las comunidades, patrocinantes y voluntarios, y, un año después, este grupo ha crecido hasta poco más de 1500 personas. En paralelo, hemos visto surgir distintas iniciativas, como, por ejemplo, Barriga Llena, Corazón Contento,  con su plan de sopas diarias para el hospital JM de los Ríos, que también ha podido mantenerse y, dentro de sus capacidades, intensificar su labor, gracias a un número creciente de voluntarios y de ayudas.

Venezuela se enfrenta a un futuro difícil, en el que deberá encarar una terrible y compleja crisis histórica, la distintas emergencias que esta produce y a un régimen tóxico y agresivo que ha cerrado las vías democráticas para la búsqueda de consensos y soluciones. Será determinante  la participación de todos, no desde el rencor, el oportunismo y la violencia, sino desde el encuentro, la reflexión  y el esfuerzo  sostenido. En el trabajo y logros de organizaciones como las que hemos nombrado están herramientas y maneras de convivencia que debemos conocer y reproducir para plantarnos frente a la adversidad y la tragedia y generar las condiciones posibles para nuestro bienestar.

 

@RobertoPatino