¡¿Los “más felices”?!, por Carolina Jaimes Branger
¡¿Los “más felices”?!, por Carolina Jaimes Branger

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La verdad es que cada vez tengo que hacer mayores esfuerzos por escuchar las cadenas de radio y TV. Definitivamente, parecen más bien prácticas de estoicismo. Me enferman las mentiras en tecnicolor, pero más me enferma que nos crean tan idiotas como para creerlas.

La semana pasada, creo que fue el miércoles, Nicolás Maduro se explayó explicando que estos carnavales de 2017 habían sido los “más felices” de los últimos años. Los comparó con los del 2014, 2015 y 2016. Habló de la guerra económica que había restado “felicidad” a los carnavales de aquellos años, pero que gracias a la eficiencia de la revolución, habían sorteado los obstáculos para tener, finalmente unos “carnavales felices”.

¿Quién le cree, por Dios? ¿Cómo van a ser felices unos carnavales en un país donde la gente se muere de mengua, de hambre o porque la matan? ¿Maduro no dizque sale por ahí manejando él mismo? ¿No ha visto a compatriotas registrando con fruición las bolsas y los pipotes de basura y hasta peléandose los hallazgos con los perros callejeros? ¡Esa imagen, por desgracia, es cada día más frecuente! Pero Maduro no se da por enterado y confiesa que pasó los carnavales más “felices” de los últimos años. ¿Qué será “felicidad” para Maduro? ¿Repartir unos caramelos tiesos, como hizo García Carneiro en Vargas, donde los famélicos adultos se los arrebataban a los niños? ¿Gastar en unos adornos horrendos quién sabe cuánto dinero, dinero que podría haberse usado en comida y medicinas?…

El 25 de febrero fui al concierto en el Centro de Acción Social por la Música. Al salir del estacionamiento vi a un grupo de personas arremolinadas y me acerqué. Rodeaban a una muchacha que no pasaba de quince años, que había perdido el conocimiento. Hambre, no me queda duda. Estaba en el hueso. Lo peor es que tenía un bebé. La encontraron tirada en la acera, con su hijito al lado. En medio de su desfallecimiento pedía que no se lo quitaran. Era sábado de carnaval. Estoy segura de que no fue “el más feliz” de sus carnavales de los últimos años.

Como tampoco lo fue de quienes se acostaron sin comer una, dos, o las tres comidas. O de quienes tuvieron que registrar las bolsas de basura para alimentarse de sobras. Ni de quienes constataron que un día de trabajo sólo les alcanza para comprar un kilo de arroz o de harina de maíz. Ni de quienes les llegó falla la bolsa del Clap. ¡Esta hambruna es una crónica anunciada, pero el gobierno desoyó las voces expertas por considerarlas traidoras! ¡Nadie que critique tiene campo ni oportunidad dentro del régimen!

No, no fueron carnavales felices para quienes desesperadamente buscaron remedios tan necesarios como antibióticos y no los encontraron. O aspirinas, acetaminofén o ibuprofén. Algo que es tan común encontrar en cualquier farmacia incluso en países pobres, en Venezuela no se consigue. No fueron felices estos carnavales para los enfermos renales, porque no hay cómo dializarlos, ni de quienes padecen enfermedades crónicas de cualquier otro tipo, como el cáncer o enfermedades autoinmunes. Ni de aquellos que esperan ser operados, porque no hay anestesia ni material quirúrgico.

Tampoco lo fueron para las víctimas de la inseguridad, de esa violencia que crece exponencialmente porque no se hace nada por detenerla.

Y estoy segura de que tampoco lo fue para quienes –obligados- aplaudían la cadena presidencial… Feliz ha debido ser sólo para cuatro gatos en Miraflores, Fuerte Tiuna y algunas gobernaciones y alcaldías…

@cjaimesb