Maduro el incomprendido, por Armando Martini Pietri
Maduro el incomprendido, por Armando Martini Pietri

Maduro_5

 

A veces la vida se comporta de manera extraña, tiene bondades, pero también ironías e injusticias. En el caso de Maduro sucede, los venezolanos hemos interpretado mal sus esfuerzos para encaminar y mejorar nuestras vidas. La incomprensible soledad del mandamás.

Hace días enviaron un chiste que decía: “agradezco a mis amigos pendientes de mi salud: ayer fui al médico, estoy triste, me prohibido licor, fumar, rumbear, comer carne, hacer parrilla, pollo, jamón, pavo, cochino, pescado, queso, suero, postres, refrescos, leche y un largo etcétera. Preocupado y angustiado le pregunté: Doctor por favor, sea claro, ¿que tengo? Y el galeno, parsimonioso y muy sincero, fue directo al grano, padece de una enfermedad conocida como salario mínimo.” 

Simpático, da risa, pero es una verdad que maltrata y avergüenza.

Señalaba Jesús de Nazaret, que hay que tener cuidado de ver la paja en el ojo ajeno y no detectar la viga en el nuestro. En esta mediática y más o menos controlada Venezuela, donde nos pasamos los días rumiando de la injusticia que somos víctimas y lo injusto del Presidente, pero al mismo tiempo, incapaces de reconocer lo que está a la vista, lo que él y sus camaradas han estado haciendo en beneficio de todos. Quizás se trate que la escuela cubana es menos eficiente, la imperialista más científica, o, simplemente, seamos un hatajo de egoístas malagradecidos.

Al César lo que es de Trump y a Maduro lo que es de Castro. Entender sus objetivos profundos, deseos de catatumbas y gran esfuerzo, que por timidez y candor obrero no revela.

Un obstinado fumador asiste al médico, quien le indica sin titubeos que debe dejar de fumar, para evitar un cáncer pulmonar pero el paciente nunca hacía caso. Desde el año pasado, el vicioso ha dejado de serlo, no le alcanza para comprar cigarrillos, ya no es fumador, se siente mejor, no sólo respira más, sino que gasta menos. No por miedo al carcinoma, sino gracias al providencial talento económico del mandatario revolucionario.

Nutricionistas siempre recomendaron no consumir carnes rojas más de tres veces por semana, pero jamás los tomábamos en serio, hasta que Maduro en su ilustrado saber, logró disminuir su ingestión a una vez o menos. Hoy sólo los revolucionariamente ricos sufren de urea alta -“gota”- e inflamación de las articulaciones. Eso se llama medicina preventiva social madurista y no inflación, como deslenguados opositores afirman.

La bebedera de caña es mala y adictiva. En la Venezuela bolivariana Alcohólicos Anónimos están de plácemes, su mejor aliado ha resultado ser el oficialismo socialista. Son tan altos los costos de un escocés, ron, cerveza o vino, echarse palos es sólo para bienaventurados bolichicos y enchufados. Y para no sabotear el esfuerzo gubernamental y la magnífica transformación que experimenta el país, beben encapillados en paraísos fiscales. Sinvergüenzas, corruptos. ¡Qué infamia!

La imprevisión en el suministro de medicinas e implementación de planes de seguridad ciudadana, alcanzaron un milagro; la optimización de la tasa de mortalidad. Somos el país más avanzado del orbe en ese rubro. Ni las guerras son tan eficientes. Y con todo, se la pasan hablando tonterías y criticando al Gobierno.

Los divorcios han disminuido, la estabilidad familiar aumentado, casados y arrejuntados van temprano a sus casas, familias han vuelto a cenar juntas -cuando hay que comer-, nadie se queda en la calle cuando cae la noche. Restaurantes, hotelitos para clandestinidades, centros nocturnos, se aprecian vacios, sólo conectados y parásitos oficialistas lo frecuentan. Son los satisfechos rozagantes, una minoría que marcha hacia su perdición, pero ésa es historia diferente.

Se ha fortalecido el calor de hogar, noviecitas y queridas prefieren quedarse en sus viviendas, reciben menos ayudas económicas, pero tienen menos riesgos. Sólo poderosos pueden circular a toda velocidad en sus camionetas blindadas y los que mueren son los escoltas, a quienes siempre los matan, pero no en defensa de sus jefes sino para robarles motos y pistolas.

Cabezas de familia gastan menos y ahorran más. Los CLAP y una cola a la semana no molestan ni preocupan, al contrario cuando amanece se regocijan del sol tropical y se colman de vitamina D. Observan lo estupendo de la revolución por eso y más, muchos rezan a Dios para que cuide a Maduro que ha provocado con sus prodigiosas decisiones, la nueva estructura del hombre nuevo y la paz familiar.

Hay que mostrarse gratificados que Chávez, en su gran amor por su pueblo, lo seleccionó para que los venezolanos, no sólo estén más sanos y mejorando su calidad de vida, sino que se ahorran derroches anteriores, están adelgazando, rescatando ropa y ahora lucen renovados, una especie de nueva furia de vida.

No hay que gastar en antiácidos, protectores gástricos y digestivos. El estrés se acabo, ahora se pueden ver series de televisión en familia; eso sí, las perjudiciales para la salud y la paz mental como RCTV, NT24 y ahora CNN, ya no podrán dañar nuestras mentes con sus mentiras -aunque ahora se ha agregado Telemundo-, quizás otra trampa del imperialismo encubierto tras un disfraz mexicano, pero sabemos que Conatel sabrá sacarlos fuera del aire.

El Presidente no descansa, y cuando el país debe saber lo extraordinario para el pueblo que son él, su gobierno y todo lo que día tras día realizan; encadenan para que tengamos libertad plena de conocer logros de la revolución. Democracia en su máxima expresión.

Gratitudes a insignes bolivarianos, señoras mal acostumbradas han regresado a la sencillez de otrora, lavando platos y vestuario a mano -cuando hay agua- y secando al sol. El madurismo sabiamente, está eliminando las malas mañas de los imperialistas y la sociedad de consumo tan dañina, con las cuales la oligarquía adormecía, y han igualado cada vez más hacia abajo, donde tenemos que ser iguales, en cultivar la serena y resignada llaneza criolla.

Venezolanos de clases media y baja son más modestos, menos derrochadores, más presentes y concentrados, aprovechan las ventajas del transporte popular -con lo cual el tráfico es más liviano-, además no se consiguen repuestos para los autos. En su sabiduría popular, el madurismo acabó con el inmoral derroche de cambiar carro cada año o dos. Unos pocos, consiguen con especuladores un carrito o una camioneta usada y confiesan, felices, “¡está buenísima, como nueva, apenas tiene 140.000 kilómetros, lo único, hay que cambiarle cauchos y batería, los estoy buscando con un pana bachaquero!”.

¿Quieren más detalles? Ha aumentado la asistencia a las iglesias, se atiborran de feligreses los domingos, son buenos venezolanos que acuden a dar gracias a Dios, encomendar a Maduro y sus camaradas al Señor, santos y ánimas del purgatorio, que este régimen ha contribuido tanto aumentar.

Reflexionemos, comparemos lo sano, tranquilos y familiares que somos, con lo desordenados, despilfarradores, viciosos y obesos que éramos. Correspondamos con quien nos ha regresado a la humildad venezolana, disfrutemos con fe esta nueva vida, sin olvidar pedir inspiración a ese santo de los pobres, nada avaro y que tanto defendió a los negros, el distinguido y venerable Ezequiel Zamora.

La revolución debe ser entendida.

 

@ArmandoMartini