Ilegal, de nuevo, por Alejandro Armas
Alejandro Armas Feb 24, 2017 | Actualizado hace 7 años
Ilegal, de nuevo, por Alejandro Armas

PCV

 

Mientras escribo esto, en toda Venezuela la gente se pregunta algo cuyo solo carácter interrogante es una escandalosa expresión de nuestra tragedia como República: “¿Cuándo volveremos a votar?” No soy Reinaldo dos Santos ni Míster Popo Celestial. Si usted quiere una predicción que dé respuesta a aquella duda, es libre de acudir a ellos. Aquí se hablará sobre la base de posibilidades racionales, pero solo posibilidades al fin.

Así pues, partamos con la admisión de que la prolongación indefinida de esta Venezuela sin comicios, donde no hay nada de democracia, es algo imposible de descartar. Nicolás Maduro dijo esta semana que “cuando haya elecciones, debemos (el oficialismo) tener asegurada la victoria”. ¿Y si dentro de una década el PSUV sigue siendo tan abrumadoramente despreciado por ocho de cada diez venezolanos? ¿Al final de ese lapso seguiremos escuchando a un no tan joven Héctor Rodríguez repetir con descaro que nuestro derecho a escoger a nuestros gobernantes “no es importante”?

He ahí una de las posibilidades. Veamos otra: sí hay elecciones pronto, pero sandinista-style. Emulando a ese ejemplo viviente del poder como vicio, el comandante Daniel Ortega de Nicaragua, el chavismo autoriza al CNE a que convoque comicios, regionales, locales, presidenciales o, incluso, parlamentarios de nuevo, pero luego de haber prohibido la participación de la disidencia. Cabe acotar que hay una diferencia que haría aun más aberrante este escenario en Venezuela. A saber, Nicaragua, aunque sigue siendo muy pobre, no es el averno de malandraje y carestía en que nuestro país se ha convertido durante la “revolución”. Ortega tenía todas las de ganar en los últimos comicios sin necesidad de eliminar de la contienda a sus oponentes, lo cual obviamente no es el caso de Maduro y compañía.

Indica que así serán las cosas las condiciones ridículamente difíciles en las que el Poder Electoral exige a los partidos políticos relegitimarse si quieren seguir apareciendo en el tarjetón.  Pero resulta que esto no solamente afecta a los partidos políticos que integran la MUD, sino también a los aliados del oficialismo en el Gran Polo Patriótico. Más que Primero Justicia o Voluntad Popular, estos amigos minoritarios corren el riesgo de quedar vetados. Y el Gobierno, con sus poderes adictos, no ha hecho hasta ahora ningún gesto de camaradería o gratitud hacia ellos, por sucio que sea, como una sentencia del todopoderoso TSJ que con magia negra judicial los exonere. Como si les dijeran “Cuando el voto era importante, fue chévere contar con sus pequeños aportes, pero ahora, no nos interesa y chillen si les da la gana”.

Claro, los socios del GPP han manifestado su inconformidad. Algunos, como Patria Para Todos, lo han hecho de una manera más que vil. Exigen que el proceso solo aplique a la oposición. Tácitamente reconocen que es una injusticia monstruosa, pero no si es para otros. De paso se muestran como apéndices del PSUV, dependientes de este para su propia supervivencia. Otros, como Redes (tolda de Juan Barreto) y el Partido Comunista de Venezuela, por lo menos han tenido el mínimo de decencia de denunciar sin matices la jugada del CNE y aclarado que no se prestarán para eso. Como mostraré a continuación, no pienso justificar su actitud, pero al menos no están mendigándoles actos de clemencia a los mandamases.

Voy a detenerme en la situación del PCV, al cual va dedicado el título de este artículo, que se me ocurrió cuando recordé el melancólico coro de la canción “Alone Again”, de Gilbert O’Sullivan. Solo que en vez de quedarse sola de nuevo, la organización marxista se enfrenta a la posibilidad de quedarse ilegal de nuevo.

El PCV ha pasado a lo largo de su historia por varios períodos de clandestinidad. Es más, nació clandestino. Es el más antiguo de los partidos políticos venezolanos hoy. La primera célula data de 1931, en plena dictadura de Gómez. La forma tradicional de ser oposición en Venezuela, ese caudillismo de militares de montonera (“chope e’ piedra” los llamaba Manuel Caballero), estaba desapareciendo, y siendo sustituida por el surgimiento de las primeras organizaciones políticas nacionales modernas, en buena medida a manos de la Generación del 28. Todas o casi todas se inclinaban hacia el marxismo-leninismo, incluso las semillas de lo que eventualmente sería Acción Democrática.

En un sexenio fueron organizándose más células y en 1937 se realizó la primera Conferencia Nacional del PCV. Gómez ya había muerto y la Constitución de 1936, con López Contreras, permitió la legalización de algunos partidos. Sin embargo, su célebre Artículo 32, Inciso VI, prohibía terminantemente las organizaciones comunistas y anarquistas que, como se dijo antes, eran casi todas las importantes para ese entonces.

Formalmente el PCV fue ilegal hasta que se efectuó una reforma constitucional poco antes del golpe que derribó a Medina Angarita, pero este en la práctica había despenalizado las actividades del partido. Ciertamente el PCV se fortaleció en esos años, pero de ninguna manera como AD, que era la principal organización opositora, y cuyo protagonismo en la Revolución de Octubre de 1945 lo consolidó como la mayor fuerza política de los siguientes tres años. Rómulo Gallegos arrasó en las elecciones de 1947, dejando muy atrás a sus rivales: un muy joven Rafael Caldera, por Copei, y Gustavo Machado, del PCV.

Junto con AD, el Partido Comunista fue nuevamente ilegalizado cuando los militares volvieron al poder en 1948. Fueron una de las principales fuentes de resistencia a la dictadura de Pérez Jiménez y decenas de sus militantes pasaron por cárceles y torturas. Cuando se unieron a AD, Copei y URD para formar la Junta Patriótica, entre los cuatro pudieron promover los hechos que forzaron el vuelo del Vaca Sagrada.

Regresa la democracia. El PCV fue excluido del Pacto de Puntofijo (siempre es pertinente aclarar que se escribe pegado por tratarse de la casa de Caldera en Sabana Grande, y no del puerto falconiano). Pero, ojo, a diferencia de lo que siempre asoma el chavismo con su pésimo relato de la historia nacional, ello no implicó proscripción. Ese año los comunistas participaron en las elecciones. Para Presidente apoyaron a Wolfgang Larrazábal, y en el Congreso consiguieron varias curules.

La tercera ilegalización llegó después, en 1963, cuando el PCV ya llevaba por lo menos dos años involucrado, al mismo tiempo que hacía política corriente, en la formación de grupos armados cuyo objetivo era imitar la Revolución Cubana y derrocar el Gobierno por la fuerza (por los votos era imposible, algo de lo que muchos no hablan). Por supuesto, contaban con pleno apoyo logístico de Fidel Castro. Estamos hablando de un movimiento, apoyado por una fuerza extranjera, para poner fin con fusiles a un Ejecutivo electo democráticamente, y con amplia participación. Más o menos lo mismo que, según el chavismo, la oposición es, lo que justifica la represión en su contra.

Me consta que la generación fundadora del PCV, sujetos como Gustavo Machado, estuvieron en contra de la vía insurreccional. Si lo hicieron por vocación democrática, o como indicó Carlos Rangel, sumisión a las directrices de un Moscú alarmado por las aventuras precipitadas de los jerarcas peludos de su satélite habanero, no lo sé. Pero sus llamados a la sensatez cedieron ante la presión de los jóvenes “cabezacaliente” del partido, alineados con el MIR. El resultado fue la desastrosa experiencia guerrillera de los 60. Cuando se admitió su fracaso en 1967, los comunistas decidieron dejar las armas. Un año después, Raúl Leoni les permitió participar en las elecciones parlamentarias bajo la mampara legal de Unión Para Avanzar (UPA). Al poco tiempo, Caldera completó la pacificación con una generosa amnistía para los alzados detenidos, y el PCV por tercera vez volvió a la legalidad.

Como pueden ver, dos veces el partido ha estado proscrito por la actitud autoritaria de los gobiernos de la época, y una vez por sus propios errores. Ahora, nuevamente el poder amenaza con dejarlos por fuera. Pero esta es la primera ocasión en que esos poderosos son aliados de las víctimas en potencia. El PCV lleva casi dos décadas apoyando a una clase política cuyas costuras antidemocráticas están a simple vista desde mucho tiempo.  ¿Por qué solo ahora cuestionan su talante? ¿Por qué no condenaron sus desmanes contra el Estado de Derecho antes?  Esas preguntas deberían pesarle a la dirigencia actual del PCV hasta el fin de sus días. Por ahora afirman estar preparados para la lucha clandestina. Soy escéptico al respecto, pero ojalá esa lucha sirva a la causa para restaurar la democracia en Venezuela.

@AAAD25