Sueño con Papa Pancho, por Armando Martini Pietri
Sueño con Papa Pancho, por Armando Martini Pietri

PapaFrancisco_5

 

Adormilado uno de esos atardeceres caraqueños, fríos y hermosos de comienzos de año, es imposible evitar la melancolía por mejores tiempos antes que la revolución socialista mal entendida, peor concebida, viniera a estropear más lo que estaba mal, pero tenía consuelos y, especialmente, esperanzas.

Una de esas tardes de garúa, en profundo dormir, pareció ver frente a mí al Santo Padre, ¿se imaginan? Y no en el Vaticano, las fantasías no hacen caso a detalles, crean los suyos.

Con sotana blanca, parecía algo soñoliento, no detectaba yo si sumido en sopor por cansancio o en meditación. Ya de pie me le acerqué, se espabiló, me miró y pidió un mate. No sé de dónde lo saqué, un sueño es un sueño, se lo di, sonrió con esa forma de fruncir los cachetes que recuerda la sonrisa pícara de Stan Laurel. El flaco inefable camarada del gordo ¿recuerdan?

“Vamos a finalizar esto”, dijo. Más que oír, sentí el rigor papal, ya saben cómo son los visiones. Sorbió chupito de mate y expresó: “Los venezolanos no podemos -así dijo, “no podemos”- seguir en este va y viene, tira y encoge”. Guardé silencio, no se interrumpe a un Papa ni siquiera en fantasías.

“Que vengan al Vaticano” señaló, “los boludos de la oposición y del Gobierno, rezaremos, los pondré de acuerdo”. Aun cuando declaran que no vendrán, -la manía de decir lo contrario- lo harán, muy pocos resisten la invitación del representante de Dios. No resistieron los Castro que son ateos”, soltó una breve y concisa carcajada.

Sin entender, a pesar de mi simpatía por la vinotinto, mentí para tentarlo a hablar más, “soy de River”, le dije, a Francisco le gusta el fútbol, pero mentir es pecado y al Papa sacrilegio.

“Se puede perdonar”, respondió sonriente y sin darle mayor importancia. “Mirá, poné atención pero no contés nada, es un chimento que te cuento a vos, nunca podrás decir que lo sabés, y si lo contás, fue imaginación”.

Callado, nervioso ¿estaba el sueño convirtiéndose en pesadilla?, puse atención. Dejó de lado el mate, se inclinó ligeramente hacia adelante, más bien, se acomodó en el sillón, me habló con voz baja sin llegar al susurro.

“En la solemnidad y paz del Vaticano, pactaran, lo conseguiré; no el mejor -Francisco en el fondo es un párroco, nunca usa el “nosotros” monárquico y menos cuando no está hablando de un dogma de fe sino de fe en ciertas creencias humanas- el acuerdo que por ahora es lo que podemos conseguir. Hay que ser realistas, no pueden engañar mas al pueblo”.

Tenía la boca seca, moría de ganas por unas gotas de un buen ambarino -en sueño todo es posible-, seguía estático, envarado, no me movía, ¿quién se atreve frente al Papa? Hay que estar loco, los papas no beben, asumí abstemia temporal.

“Anunciaré al mundo que se acordó la Comisión de la Verdad. Se discutirá lo referente a los presos políticos, torpeza cruel del Gobierno. Leopoldo permanecerá, lo dejarán de último, que esté en la calle no lo aceptan ni sirios ni troyanos, más adelante será presidente, lo merece, se lo ha ganado, pero aún falta, no hay remedio; primero el acuerdo, después la transición y entonces Leopoldo podrá ser liberado y Presidente, me duele ahora pero no puedo hacer más, por ahora…”.

No hice preguntas a pesar del desconcierto. Siempre sentado aunque no echado, el Sumo Pontífice siguió haciéndome confidente, afortunadamente no en latín ni en italiano, en porteño. Siguió, ya no sonriente, beatíficamente serio ¿por qué los beatos y santos siempre están serios? Por cierto, José Gregorio Hernández será santo, eso no me lo dijo Francisco, lo sé, lo presiento, será un alivio, motivo de ilusión y esperanza.

“Se ordenará la Asamblea Nacional, con el anterior deslenguado, carismático y animoso no importaba, con el actual católico practicante sí. El Tribunal Supremo que formalice legalidades y ponga fin al desacato, tenemos que poner orden, destrabar obstáculos para que la querida Venezuela pueda reemprender el camino y empiece a salir del pantano en el cual la metieron”.

“Para la iglesia”, continuó sin pausa, “mejorar la calidad de vida es prioridad. Venezuela se muere de hambre y no tiene medicamentos, inaceptable situación. El Gobierno que se quede tranquilo y piense lo que es su responsabilidad, en vez de boludeces con las que lleva años fracasando, debe aceptar ayuda internacional; los chicos oficialistas no admitirán que se llame ‘ayuda humanitaria’, la calificaremos de ‘cooperación’ o ‘programa’ y hasta, ¿por qué no? ‘Gran Misión Cooperativa Internacional’, o algo así”. Relució de nuevo esa sonrisa confianzuda y sincera, aunque a uno siempre le queda cierta sensación de que algo oculta, quizás sea la fama no siempre realista que rodea a los jesuitas. Pero es que Francisco más que jesuita, es humano y formado entre pobres, que es donde se aprende a conocer y comprender la humanidad, lo esencial de los hijos de Dios”

No pude evitar preguntarle “¿Su Santidad cree que aceptarán?”

Con un gesto entre socarrón y resignado, respondió “¿qué querés que te diga? Han manejado y derrochado el ingreso sin prudencia, como les vino en gana, se extravió y ahora no tienen ni siquiera petróleo. Trump va a cambiar el extra pesado venezolano por el canadiense. Los párrocos venezolanos tendrán que decir la misa en chino ¿me entendés? Me acusan de izquierdista; infamia, sólo deseo el bienestar ciudadano. Quiero una Venezuela libre, democrática e inclusiva, no el patoso quilombo que tienen ahora”.

Siguió hablando, ¿profetizando? sin parar. “Olvidáte de elecciones este año, no habrá. Todos aceptarán ajustar los partidos que se quieran regularizar, vos sabés cuáles lo harán y cuáles no. La Tibisay convocará elecciones, pero serán generales, para los primeros meses de 2018, como ya se los dijo desde un principio Rodríguez Zapatero en República Dominicana. Que nadie diga que no sabía, todos están al corriente. Lo que se hizo y dejó de hacer tenía esa finalidad, todos lo sabían y así será a pesar de quienes reclamaban elecciones parciales, no hay nada que pueda hacer al respecto”

Algo impertinente le pregunté de sopetón, como católico postconciliar: “¿Y eso lo inventó usted, Santidad?”

“¡Que vá, gallina (“gallina” llaman en Buenos Aires a los fans del River), se conversó, se está conversando, el diálogo y las reuniones continúan viento en popa, ya en los detalles finales! ¿Vos creés que hay otra posible salida mejor?”

Con respeto y perdone el abuso, insisto, una pregunta confidente pero imposible no hacerla: ¿Quiénes viajarán a Roma? Mira ligeramente a un lado, se acaricia la cabeza y responde: “diplomáticos, asambleístas, funcionarios de estados y regiones, variado, algunos invitados especiales. Es conveniente una buena representación”.  

¡Pero con el diablo no se negocia, son sus palabras Santidad!

La sonrisa bondadosa y pícara otra vez: “Son malos, pero no tanto como Satanás.” Peroo…, “¿Me vas a discutir sobre el bien y el mal?” ¡Jamás Santo Padre!

“¡Te llaman!” sentí un sobresalto, alguien me  jamaqueó, desperté, casi pegué un brinco, sudoroso, angustiado. Francisco no estaba, frente a mí el celular, número equivocado. Los sueños ¿sueños son?

 

@ArmandoMartini