Reiventarse, por Gonzalo Himiob Santomé
Gonzalo Himiob Ene 29, 2017 | Actualizado hace 7 años
Reiventarse, por Gonzalo Himiob Santomé

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Ladraba, aullaba cuando escuchaba al heladero, gruñía si te acercabas a su plato de comida, corría tras los cauchos de los carros, andaba cuatro patas, era peludo y cuando le lanzaban una pelota o una vara corría presto a buscarlas, pero no, según algunos eso no era un perro, era otra cosa. Lo malo es que de tanto negar tercamente lo que en verdad era, ahora es difícil quitarle a Venezuela de la mente que en efecto se estaba hablando, como todos los sabíamos, no de un perro, sino de un lobo, uno que además se disfrazaba de cordero y acechaba el umbral de nuestras casas azuzado por quienes se supone deben protegernos, no dañarnos.

Me refiero, por supuesto, al diálogo. Pese a que casi todo el país se dio cuenta desde el principio de hacia dónde iban los tiros, de qué era en realidad, al menos como estaba planteado, y de cuáles serían sus consecuencias, que se advirtieron hasta el cansancio, ahora resulta ser que sí era la trampa que todos sabíamos que era y que como tal no era más que un “experimento”, definitivamente fallido, que según la MUD ha entrado a la categoría, al menos de la boca para afuera, de “capítulo cerrado”.

“Pero Gonzalo, ya está bueno de críticas. Miremos hacia adelante. Aprendamos de los errores y sigamos”. Sí, eso sería lo ideal. Créanme que nada me haría más feliz, pero no nos dejan ¿No me lo creen? El reciente comunicado de la MUD, que en sus primeras líneas califica al diálogo como “un capítulo cerrado que no se volverá a abrir”, con la labilidad característica de sus autores (que no “la habilidad”, que es otra cosa), esa que a tantos nos ha llevado hasta el hartazgo y que ha concluido en un desánimo ciudadano inocultable, por un lado nos dice que ese ciclo ha terminado definitivamente y por el otro, apenas unos párrafos más adelante, pregona que ya se está “elaborando otro texto” que servirá de base a (suenan acá redobles de suspenso) nuevas propuestas (más redobles) para volver a “debatir con los facilitadores” (sí, con ellos, con los mismos, es en serio) ese “documento alternativo” (fanfarrias).

Ni tan “experimento” ni tan “capítulo cerrado” pues. El diálogo, con los mismos protagonistas y al parecer en similares términos, no está muerto, está de parranda. Eso por no mencionar que, sorpresivamente, ahora resulta que para MUD el diálogo no comenzó en mayo de 2016, tal y como lo reivindicaron siempre sus más conspicuos defensores (según ellos, todo lo positivo que pasaba desde mayo de 2016 hasta ahora, era “producto del diálogo”) sino “desde el 30 de octubre” de ese mismo año.

¡Carajo! –y me perdonan el “francés”- No hemos terminado de limpiarnos y de salir asqueados del baño de carretera en el que nos metieron cuando ya empezamos a sentir los mismos retortijones, pero sin más papel toilette en la mochila, de nuevo. ¡Nos divorciamos! Claman airados, pero sigamos compartiendo el lecho, pa´ ver si nos enamoramos de nuevo. Mala cosa. Muy mala cosa.

“¡Ah bueno! –me reclamará alguno- ¿Y entonces tú qué propones?” Y respondo: Empecemos por lo elemental: Digamos la verdad, hablemos claro. Respondamos primero estas preguntas: ¿Vamos, sí o no, a seguir dialogando con el gobierno? Si es así, ¿quiénes se van a ocupar de eso? ¿Los mismos de antes? Si es así, cabe preguntar, ¿por qué, en qué términos y representando a quiénes? Además, sería bueno que, sin cartas bajo la manga, se nos dijera con sinceridad cuáles son los objetivos que se persiguen y, sobre todo, cuáles son los caminos a seguir en caso de que, de nuevo, el esfuerzo resulte infructuoso.

Pero además todo parece indicar, y esto hay que revisarlo, que muchas de las promesas electorales que desde diciembre de 2015 le ganaron sus votos y que legitimaron, en su momento, a la dirigencia política opositora, quedaron en el tintero. Esto, justo es decirlo, no es responsabilidad de las fuerzas políticas opositoras, sino del gobierno que, armado con su írrito TSJ y con la aquiescencia de mandos militares que han olvidado a quién en verdad se deben, se ha encargado sistemáticamente de cercenar cualquier posibilidad real de lograr en paz y democráticamente, como debe ser, cambios verdaderos en nuestra nación. Lo que sí se puede reclamar a nuestra dirigencia es, por un lado, el haber inflado las expectativas de la población, ofreciendo lo que no se podría cumplir y por el otro, la falta de coherencia y de compromiso con la palabra empeñada. Los deseos no preñan, y por mucho que nos hubiera gustado a la mayoría, que “Maduro saliera de la presidencia en seis meses” contados desde la elección de la AN tal y como nos fue prometido, que se realizase el RR cuando correspondía o que la declaratoria del abandono del cargo hubiese surtido sus efectos constitucionales, ningún político avezado podía olvidar que “los rusos también juegan” y que las consecuencias de dar un paso hacia adelante para luego dar dos hacia atrás, nos iban a pasar factura, a todos.

¿Qué hacer? La MUD, integrada por operadores políticos, ha logrado en el campo que maneja y le corresponde éxitos políticos y electorales incuestionables. En ese sentido, salvo por uno que otro detalle relacionado con el atávico sectarismo de los partidos en Venezuela, poco tiene que reclamarle la ciudadanía. Sin embargo, cuando se atribuye la conducción general de la diversa y difícil masa opositora en todos los demás aspectos que escapan de lo electoral, por falta de coherencia, de claridad, de arrojo y de capacidad propositiva, no han sido tantas sus luces. Por eso tiene ante sí el reto de elegir entre dos alternativas: Ocuparse solo de lo que, evidentemente, sí hace bien, o ampliar sus cometidos y su visión y convertirse en algo diferente, muy diferente, de lo que ha sido hasta ahora.

La MUD, en estos tiempos, o termina de asumirse como una plataforma netamente electoral, en la que todo acuerdo o arrejunte no va más allá de la eventual necesidad de las fuerzas políticas democráticas de enfrentar, unidas, en cualquier elección que se dé al mismo perverso y artero Leviatán; o se reinventa y, de verdad (que no solo para ganar espacio mediático o para desplazar con mezquindad a otros actores sociales que les quitan “protagonismo”) empieza a jugar a “cuadro cerrado” con la ciudadanía, se eleva por encima de los temas exclusivamente electorales y se reconstituye como un referente honesto, lúcido y articulado, como una propuesta general y amplia para la reconstrucción total e incluyente del país, en la que los logros electorales no sean más que uno, importantísimo sí pero no el único, de sus muchos otros objetivos.

Esta reinvención de la MUD, que es la que yo creo que el país, aún no dispuesto a desplazarla, demanda, a quienes la integran les exige trabajo, amplitud, aceptar con humildad las críticas, crecer desde los errores cometidos (no “hacer crecer”, como con el diálogo, los errores cometidos) y, por encima de todo, les obliga a abrir las puertas, los oídos y la mente a otras visiones, a otras propuestas, a otras ideas, dejando de lado la soberbia, la inmediatez electorera y la desconexión con la realidad. Sin eso, ante la posibilidad, cada vez más cercana, de que las elecciones estén quedando para el baúl de los recuerdos, estamos perdidos.

 

La apuesta es alta, pero Venezuela no da para más. Eso es lo que toca, reinventarse…

 

@HimiobSantome