Tiempos difíciles, por Armando Durán
Ene 23, 2017 | Actualizado hace 7 años
Tiempos difíciles, por Armando Durán

Reloj

 

El referéndum revocatorio ha muerto, ¡vivan las elecciones regionales!

Para eso, precisamente para eso, con la finalidad desesperada de oxigenar una vez más al régimen con la ilusión electoralista que ciega a buena parte de la dirigencia opositora, han vuelto estos días a Venezuela el ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y su combo de ex presidentes latinoamericanos. La única variante en el libreto es que en esta ocasión no participará en la maniobra el enviado del papa Francisco, monseñor Claudio Maria Celli. Sin la menor duda, porque el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, quien conoce muy bien la realidad política venezolana, ha logrado impedir por el momento que el poder terrenal de la Iglesia siga despeñándose por la pendiente del supuesto diálogo gobierno-oposición. Para ello ha condicionado el regreso del Vaticano a la por ahora difunta Mesa de Diálogo a la liberación de todos los presos políticos, al anuncio oficial de un cronograma electoral, al respeto a las atribuciones constitucionales de la Asamblea Nacional y a la apertura de canales humanitarios internacionales para aliviar la penuria de los ciudadanos, víctimas inocentes de una devastadora escasez de alimentos y medicinas.

Este cambio en la posición vaticana frente a la trampa del llamado “diálogo” se vincula directamente a la firme postura de la Conferencia Episcopal de Venezuela, resumida en su imprescindible Carta Pastoral divulgada el pasado 13 de enero, fecha prevista para que volvieran a reunirse en una misma e infructuosa mesa los representantes del gobierno y la oposición. Un texto mediante el cual, con absoluta y rotunda claridad, los arzobispos venezolanos comprometen tanto a un Papa ambiguo y complaciente, como a un sector sospechosamente vacilante de la oposición, atrapado desde hace más de mil años en la falsa alternativa que les presentó José Vicente Rangel después del 11 de abril: “O nos entendemos, o nos matamos”.

Esta nueva gestión de Rodríguez Zapatero y Ernesto Samper persigue el turbio propósito de hacer sonar en Caracas las famosas campanitas que usaba el fisiólogo ruso Ivan Petrovich Pavlov para demostrar su teoría sobre las respuestas condicionadas de los seres vivos. En nuestro caso, con la finalidad de repetir el estímulo electoral como mecanismo infalible para que la oposición abandone abruptamente cualquier acción que pueda poner en peligro la continuidad del régimen. De manera muy especial ahora, cuando la magnitud de la crisis y la incapacidad de Maduro para gestionarla provocó la aplastante derrota electoral del chavismo hace poco más de un año. Desde entonces, la indignación de los ciudadanos no ha dejado de crecer y ha colocado al régimen en una situación límite. De ahí la suspensión grosera de la opción constitucional del referéndum revocatorio, el desconocimiento sistemático de la autoridad de la Asamblea Nacional y el desarrollo de un plan de represión y persecución política que, como advierten los arzobispos en su Carta Pastoral, “lesionan gravemente el ejercicio de la institucionalidad democrática.”

No es nada casual que el pasado 11 de enero el portal digital Aporrea publicara el último artículo de Heinz Dieterich, titulado “Venezuela: preludio de una dictadura militar”, en el que el ex asesor político de Hugo Chávez advierte que “la camarilla en el poder no entregará el Estado bajo ninguna de las modalidades institucionales que la oposición promueve en sus simulaciones y reality shows parlamentarios.”

Es en este punto crucial del proceso político venezolano que se produce esta nueva “gestión” de los mal llamados mediadores internacionales, nada casualmente en vísperas de la movilización de protesta programada para hoy lunes 23 de enero (escribo estas líneas en horas del mediodía del viernes), agitando en el frío clima nacional el caramelito envenenado de unas elecciones para gobernadores, que abren desmesuradamente el apetito de los partidos políticos de la oposición oficial. Con Manuel Rosales y Henri Falcón como sus nuevos abanderados y con Timoteo Zambrano como su gestor repontenciado.

Tiempos sin duda difíciles, que como señala la Carta Pastoral de la CEV, permite que una gran oscuridad cubra nuestro país.

 

@aduran111

El Nacional