Tregua de Navidad, por José Toro Hardy
Tregua de Navidad, por José Toro Hardy

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La «Tregua de Navidad’ es un episodio histórico: Fue un alto al fuego ocurrido entre tropas alemanas y británicas en la Primera Guerra Mundial en 1914. La tregua no oficial ocurrió el 24 de diciembre de 1914 cuando los soldados alemanes celebraban la Navidad cantando Stille Nacht (Noche de Paz). Las tropas británicas respondieron con villancicos en inglés y todos salieron de sus trincheras y se abrazaron.

Deberíamos seguir el ejemplo. El 2016 ha sido devastador para nuestra economía y nuestra sociedad. El país está experimentando un desgarramiento del tejido social. El empobrecimiento avanza a pasos agigantados, mientras la inflación devora inmisericorde el poder adquisitivo de la población, sometida a privaciones extraordinarias y a unos niveles de escasez que nunca habíamos conocido los venezolanos.

Sí, necesitamos una tregua en esta guerra que el gobierno (que sólo piensa en términos bélicos) dice estar combatiendo, pero en la cual hay un solo bando guerreando y otro sufriendo. Es una guerra imaginaria inventada por el oficialismo para justificar sus fracasos.

Necesitamos dialogar para buscar la paz y el entendimiento, pero rechazamos el tipo de diálogo perverso al cual recurre el gobierno para ganar tiempo. Aquel diálogo al que Lenin calificaba de «recurso avalador de la revolución» y al que en sus discursos al partido bolchevique se refería en los siguientes términos:

»Nosotros dialogamos con el enemigo que hemos jurado destruir, solamente cuando carecemos de la fuerza necesaria para abatirlos. Por medio del diálogo, alcanzamos aquellos objetivos a corto y mediano plazo para ganar tiempo. Y cuando efectivamente seamos más fuertes, entonces tomamos sin contemplaciones lo que queremos y sin que nos conmuevan las declaraciones y apelaciones de los enemigos venidos a menos».

Ese es un diálogo inícuo para satisfacer a un grupo que lejos de sentirse servidores de la sociedad pretenden perpetuarse en el poder como amos de la misma.

El oficialismo ha dado pruebas de sobra de que no está dispuesto a escuchar al pueblo y de que es capaz de valerse de cualquier marramucia. Considera que las elecciones, tal como el diálogo, son recursos válidos solamente cuando les favorecen. De lo contrario son pequeñeces burguesas que deben ser rechazadas.

Incluso el representante del Vaticano en el diálogo, Monseñor Claudio María Celli, llegó a decir que se había producido un milagro porque creyó que el gobierno respetaría los compromisos alcanzados. Milagro hubiera sido que el régimen los hubiese respetado; pero no, con el mayor cinismo el régimen no sólo los desconoció, sino que además culpó de ello a la MUD.

Un ciclo se ha cerrado. Cayeron las máscaras y todo el mundo conoce ya las trapacerías a las cuales recurre el oficialismo. Su más cercano aliado, Ernesto Samper, va de salida y no cuenta ya el régimen con apoyo en UNASUR (sólo le quedan Ecuador y Bolivia) para reemplazarlo con otro igualmente servil. El Papa y su representante tienen ahora una visión más realista de lo que aquí ocurre. El Superior de los jesuitas, Arturo Sosa, dice que la democracia ha sido secuestrada y que el balance social es dramático. Con meridiana claridad está hablando la Conferencia Episcopal Venezolana y nuestros dos cardenales Jorge Urosa y Baltazar Porras.

Luis Ugalde, ex rector de la UCAB y quien como pocos ha penetrado en la realidad política venezolana, advierte que cristianismo y despotismo son irreconciliables y citando a San Agustín agrega «lex injusta non est lex», mientras, evocando a Larrazabal, lanza claras admoniciones incluso al mundo militar. «Con la iglesia nos hemos topado» le hubiera dicho el ingenioso hidalgo a su escudero Sancho Panza en la genial obra de Cervantes Don Quijote de la Mancha.

Pero es que además se están topando con la dura realidad de una economía a la cual han destrozado. Creyeron que podían jugar con ella como quien juega Monopolio y de golpe se encontraron con que crearon un caos monetario que sumado a la severa escasez, a la inflación más alta del mundo, a un déficit fiscal y un endeudamiento inmanejables, a la destrucción del aparato productivo y de una industria petrolera (de la cual hoy somos más dependientes que nunca pero que está reducida a cenizas), todo lo cual coloca al país al borde de una catástrofe política y social. «La economía peor administrada del mundo» concluye The Economist.

Y aun en medio de tan delicada situación que luce insostenible, voceros del régimen no se les ocurre otra cosa que proferir amenazas de toda índole, «sorpresas», que en palabras de ellos mismos habrán de ocurrir en fechas tan significativas como lo son la Navidad y el Año Nuevo.

¿Es que acaso no entienden que lo único que el pueblo añora en estos días es una tregua como la que tuvo lugar entre las tropas inglesas y las alemanas en la Navidad de 1914?

petoha@gmail.com
@josetorohardy