Más del vertedero, por Alejandro Armas
Alejandro Armas Dic 16, 2016 | Actualizado hace 2 semanas
Más del vertedero

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“¿Qué puede hacer hoy para que sea más difícil, dura y pobre la vida de los ciudadanos comunes?” Pareciera que ese es el primer pensamiento de la cúpula gobernante cuando se levanta todos los días. No puede deducirse otra cosa de la orden de Nicolás Maduro de eliminar los billetes de Bs 100, cuando apenas está comenzando a entrar en circulación los de 500.

No voy a detenerme a describir las colas interminables frente a todas y cada una de las agencias bancarias en el país, ya que quien tuvo la suerte de no tener que hacer ninguna, al menos las vio. Tras los anillos de cámaras y micrófonos de medios públicos, así como de escoltas, la jerarquía oficialista asegura que “el pueblo entiende y apoya” la medida. Seguro que sí. Puedo imaginarme a todos en esas colas gritando “¡Si se prende un peo, con Maduro me resteo!” hasta quedarse sin voz.

No, por alguna misteriosísima razón, las quejas y mentadas contra el Presidente y sus compinches estuvieron a la orden del día. Por alguna inconcebible razón, el argumento de que diseminados al otro lado del Atlántico están unos galpones llenos de montañas de billetes marrones venezolanos no resultó verosímil, o por lo menos no asimilado como justificación del calvario al que la gente fue sometida en medio de un diciembre ya demasiado amargo.

Cuando escribo esto los nuevos billetes y monedas han debido haber hecho su aparición. Ruego estar equivocado, pero por lo que he escuchado estos no se presentaron al instante en suficiente cantidad como para satisfacer la demanda de efectivo. Habrá que esperar. Mientras, luego del dolor de cabeza de cargar con pacas enormes de los devaluados billetes de 100, todo el mundo tendrá que hacer lo propio con los doblemente devaluados billetes de 50. Por supuesto, del papelito al que le tocó la cara de Simón Rodríguez tampoco hay suficiente. Por eso el súbito entusiasmo del Gobierno con la banca electrónica. El sistema ya está funcionando lento por su uso excesivo (resultante a su vez del malogrado efectivo) y la falta de recursos para mantenimiento y actualización. Eso no impide que Maduro inste a los venezolanos a hacer la mayor cantidad posible de pagos por vía digital. No sé a quién señalarán si se produce otro colapso nacional.

El título de este artículo no hace referencia al alarmantemente creciente número de venezolanos que saca su comida de entre los desperdicios. Hace unos meses escribí otro que sobre cómo los Comités Locales de Abastecimiento y Producción no son una idea original, y que más bien el Gobierno los extrajo del vertedero de la historia. Pues bien, con este “billetecidio” pasa igual. Así como aquellos tienen toda la pinta de haber sido copiados de las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios creadas durante el Chile de Allende, uno de los héroes del chavismo, lo que hacen con nuestra moneda recuerda mucho a lo que otro referente histórico rojo rojito llevó a cabo en Nicaragua en tiempos del primer gobierno sandinista.

El ejecutivo de Daniel Ortega sorprendió a la población del atribulado país centroamericano en 1988 con el anuncio de que todas las piezas de la moneda nacional, el córdoba, quedarían sin valor y debían ser sustituidos por piezas nuevas en un lapso de tres días. El córdoba estaba muy devaluado, así que en el canje mil de los viejos equivalían a uno nuevo.

Piensen en uno de los países más empobrecidos y, lamentablemente, atrasados de la región, hace casi treinta años. Como era de esperarse, la noticia no llegó a todos, y un gentío perdió su dinero. Algunos tenían sus ahorros en efectivo y simplemente no los depositaron. Otro caso fue el de comerciantes que no se enteraron de la orden ejecutiva, por lo que debió ser una verdadera sorpresa que el público se llevara toda su mercancía, solo para darse cuenta luego de que les habían pagado con billetes que al poco tiempo dejaron de serlo.

Este plan en realidad venía cocinándose desde hacía tres años, con el nombre de “Operación Berta” (así se llamaba la hacienda donde fue concebido con asesoría de alemanes orientales) bajo extremo secreto entre unos cuantos funcionarios de primer nivel. Como se proclama hoy en Venezuela, entonces el objetivo era golpear a un enemigo que buscaba el derrocamiento del Gobierno, con la diferencia de que en este caso la amenaza política existía por encima de cualquier duda. Ese enemigo era la “contra”, la guerrilla formada por exintegrantes de las fuerzas de la dictadura anterior y otros oponentes del sandinismo. La idea era dejar a la contra sin dinero, al cambiar un córdoba viejo por otro nuevo, sin modificaciones en la denominación. También se pretendía combatir así la inflación, que para ese momento ya era altísima.

Sin embargo, Ortega se asustó. Temía las consecuencias políticas de la conversión monetaria. Además, cuando se dio a conocer la operación a toda la dirección partidista del sandinismo, muchos de sus miembros se opusieron, pues vieron que el nuevo sistema dificultaría su uso arbitrario de los recursos públicos. Así se pasaron tres años titubeando, y mientras la economía se iba por el desagüe, devastada por la devaluación y la hiperinflación. Según reseñó el diario La Prensa de Managua, en marzo de 1985 670 córdobas compraban un dólar. En enero de 1988, ese mismo dólar costaba unos 21 mil córdobas.

Para colmo, la contra se las ingenió para deshacerse de sus córdobas viejos, por lo general comprando con ellos víveres a los campesinos, que después no pudieron canjearlos por la moneda nueva. Luego a los guerrilleros les fue fácil acceder a esta, y sus transacciones (clandestinas, desde luego) se facilitaron porque tenían que utilizar muchos menos billetes.

Ahora el chavismo reedita ese caos, sin importar en lo más mínimo las consecuencias para la gente de a pie. Los economistas estiman que en noviembre de este año, los de 100 representaban 48% de todos los billetes en circulación, y 77% del monto total expresado en todo ese papel moneda. Dieron ocho días para depositar o canjear todo eso, los primeros tres en cualquier banco, y los otros cinco en 30 taquillas. Temo que mucha gente quede por fuera y pierda su dinero. Sobre todo ese 30% del país que no está bancarizado, porcentaje integrado principalmente por personas muy humildes.

No es de extrañar que Ortega perdiera las elecciones de 1990 contra Violeta Barrios de Chamorro. Desde entonces no ha habido elección presidencial a la que no haya concurrido (sí, lo ha hecho más veces que Rafael Caldera). Finalmente volvió al poder en 2007, y desde entonces ha decidido que más nunca saldrá. Por eso en los comicios de este año los poderes públicos controlados por él impidieron la participación del único candidato con capacidad de derrotarlo. Si en ese sentido Nicaragua también le recuerda lo que ve aquí, por algo será.

@AAAD25