Suposiciones y crisis política, por Antonio José Monagas
Suposiciones y crisis política, por Antonio José Monagas

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“Suponer” implica riesgos. Riesgos muchas veces tan aviesos, que pueden significar inminentes sacrificios o peligrosas determinaciones. La naturaleza humana es proclive a hacer suposiciones sin atreverse a imaginar lo que las realidades pueden desatar. Quizás la necesidad de figurarse lo posible o lo imposible, en términos de respuestas que satisfagan el ego, conducen a sentirse emocionalmente seguro. Por esa razón resulta bastante fácil hacer suposiciones, ya que dicha actitud genera una sensación de seguridad capaz de imprimirle fuerza a decisiones indistintamente asidas a fundamentos lo suficientemente comprobados o contrastados para validarlos.

En política, “suponer” no deja de ser una necesidad en la que se apoya cualquier discurso, declaración o manifiesto con el propósito de atiborrar de consideraciones toda acusación, cuestionamiento o crítica pronunciada en el plano de la confrontación entre actores contrapuestos por ideologías , intereses o doctrinas políticas. Sin embargo, el problema no siempre deviene del acto de “suponer” lo que mejor puede favorecer una postura o destacar una reivindicación. Lo grave sucede cuando por razones de vulgar sobrevivencia política, la suposición planteada adquiere un estatus de certeza o verdad absoluta incitando desarreglos, desafueros o desencuentros cuyos efectos se ven acompañados de una delicada sensibilidad con la fuerza necesaria o suficiente para provocar serias colisiones capaces de avivar crisis situadas a la vera de algún conflicto en curso.

Buena parte de los problemas que han fungido como causas de la crisis política que padece Venezuela, lo explica la tendenciosa y perversa práctica de hacer suposiciones asumidas como categóricas verdades las cuales son reivindicadas a costa de todo. Sin importar, muchas veces, los costos políticos, económicos o sociales que puedan derivarse de lo expuesto. Otra cuota de problemas que han recaído sobre el país condenándolo al marasmo, se debe al carácter de la suposición con el cual el proyecto político de gobierno ha pretendido soportar la construcción teorética del mal denominado “socialismo del siglo XXI”. Asimismo, el concepto de “revolución”, de “pueblo”, “soberanía” y “patria”. Incluso, el concepto de “democracia” aducido a semejanza de las contradicciones que envuelven cada trazo de la gestión gubernamental emprendida en nombre de preceptos constitucionales que solamente tienen cabida en el imaginario de quienes hicieron sucumbir política y económicamente al país.

Ya lo expresaba Miguel Ruíz, autor de Los Cuatro Acuerdos, cuando en el desarrollo explicativo de su Tercer Acuerdo, señala que “toda la cuestión del dominio entre los seres humanos, gira alrededor de las suposiciones (…)”. No hay duda de que la construcción y consolidación del populismo, requiere de suposiciones con las cuales el ejercicio de la politiquería se fortalece. Aunque, temporalmente. Pero que la práctica política de hacer suposiciones (al derecho y al revés) insufla la mentira y el engaño de cuyas emanaciones depende toda la carga de beneficios y prebendas de la cual se aprovecha el politiquero de oficio para justificar su manejo del poder. Y al mismo tiempo, demandar el apoyo político para mantenerse en el poder sin importarle los perjuicios que su enganche puedan causarle a la población que en un principio le brindó el apoyo político.

Hoy, Venezuela ve agonizar la democracia que años atrás costó vidas humanas, importantes sacrificios y notables esfuerzos. Hacer suposiciones se convirtió en elemento del instrumental dialéctico y de recursos discursivos arreglados por criterios políticos con el malintencionado propósito de salir el alto gobierno “bien parado” de cara a los infortunios que su misma ineptitud y corrupción han forjado. Hasta el asombro se banalizó, ante tanta falacia montada como contenido de las suposiciones preparadas en laboratorios de “guerra política”, dirigidos bajo la insidia de cubanos pervertidos. Tanto ha sido, que estos gobernantes perdieron el sentido de las oportunidades. Y peor aún, de las posibilidades.

Por andar haciendo suposiciones, el régimen se redujo a manipular sin tener la menor idea de cómo salir del atraso al cual sus equivocaciones llevaron al país. El régimen no entendió ni tampoco lo hace ahora, que todo tiene su tiempo. Por “suponer” lo absurdo como realidad, convirtió a Venezuela en un insolente desatino. Asimismo, en una extraña paradoja cuyo relato no acepta más que enredos tan ignominiosos, que ni siquiera pudo evitar en virtud de lo corroída que ha quedado su estructura cuya funcionalidad resultó atrapada por el oscurantismo de una ideología deparada en postulados tan vetustos como equivocados. Y no hay otra forma de explicarlo, que no sea reconociendo la intrínseca relación que ha venido abonándose entre suposiciones y crisis política.