Arrebato de desvergüenza, por Antonio José Monagas
Arrebato de desvergüenza, por Antonio José Monagas

Referendo2016

 

Sólo faltaba una leve sacudida, pero contundente, para que fuera declarado el desmoronamiento de Venezuela. Para mostrar la verdadera modalidad que desde hace años vienen marcando las tendencias políticas acuciadas por el gobierno central. Ya no hay duda alguna. El régimen puso al descubierto su talante dictatorial. Apoyado naturalmente, en el intransigente manejo de la Constitución de la República. Basado el mismo, además, en la interpretación alevosa o manipulación desaforada de sus preceptos por parte de la Sala Constitucional. Ésta, actuando como instancia subalterna de la presidencia de la República. Así como fungiendo de traspatio del partido de gobierno para asuntos de dudosa y tenebrosa incidencia.

La decisión tomada por el Consejo Nacional Electoral el pasado jueves 20–O, a partir de la determinación asumida por tribunales prevaricadores respecto de lo que legal y legítimamente había sido tramitado ante los estamentos a los cuales obliga la Constitución Nacional, cuando se trata del carácter revocable al que son susceptibles “todos los cargos y magistraturas de elección popular”, resultó ser una crasa expresión de lo que bien puede calificarse como el “AntiDerecho”. O sea, todo aquello que contraría o impide llevar a su debida procura los procesos instituidos por el ordenamiento jurídico del Estado venezolano.

El Referendo Revocatorio solicitado como parte de los derechos políticos que todo venezolano puede demandar, fue objeto de la más aberrante decisión tomada por el alto gobierno venezolano en lo que va de historia política contemporánea. Ni siquiera, ninguna de las más férreas dictaduras sucedidas en el siglo XIX, tuvieron la desfachatez de aventurarse a disparatar con base en los canales sobre los cuales cada régimen invierte esfuerzos y recursos que apunten a concretar sus estimaciones y apetencias de poder. Tuvo que ser el régimen actual toda vez que viene cabalgando la insolente conducción del país luego del fallecimiento del presidente militar  cuyo mandato duró el suspicaz período de trece años.  Aunque más aún, a partir de 2012, cuando se aceleró el desmoronamiento y decaimiento progresivo del país en todas sus esferas con la indigna y vetusta excusa de radicalizar la “revolución bolivariana”.

La decisión del Consejo Nacional Electoral, en encubierta componenda con un Poder Judicial corrupto y sembrador de violencia, dada la injusticia que predica amparándose en la impunidad con la cual ordena cada uno de sus procedimientos, no tiene parangón. La desvergüenza de sus directivos por congraciarse con la figura presidencial, mientras se somete a la dispendiosa estructura gubernamental, permitió que criterios técnicos y jurídicos, propios de un conspicuo análisis electoral que pudiera haberse realizado a favor de la democracia, perdieran peso institucional ante las baratas posturas de politiqueros envueltos en el más pusilánime de los miedos.

Tal ha sido la cobardía de estos funcionarios atemorizados ante la condición moribunda que exhibe su bizarra gestión pública, que el mismo presidente se atrevió a preguntar públicamente si el pueblo al cual dirigía su discurso antes de emprender un extraño viaje al exterior con un nimio e injustificado pretexto, sería capaz de tolerar otro triunfo de la oligarquía, equivalente a la victoria alcanzada en Diciembre2015. Ante la respuesta obvia expresada por una muchedumbre desvalida de dignidad y cultura política, o quizás llevada a la despedida del presidente bajo amenaza, poco quedaba por conjeturar. Ya se veía hacia donde se inclinaba la política nacional. Es decir, la dirección de la impudicia gubernamental. Las decisiones ya estaban formuladas para su ejecución. Ejecución ésta que se afincó en dictámenes adoptados por tribunales penales actuando por mampuesto y desfiguradamente en materia político-electoral.

Fue el momento para que el CNE tramara y propiciara un golpe de timón, un golpe de gracia o de Estado al fracturar el hilo constitucional con el cual se hilvana la institucionalidad democrática del país. Todo lo que se dio en la precoz noche del 20-O, no sólo significó un disparate de orden mayúsculo que habrá de recordarse por mucho tiempo pues la historia se encargará de referirlo como un cuadro de lo que es el autoritarismo disfrazado con cuanto traje permita ocultar el odio, el resentimiento y la revancha con las cuales acostumbra urdir sus pataletas. Pero también, ha sido un decepcionante arrebato de egoísmo, de bravuconería y de perversidad lo cometido contra el Referendo Revocatorio. Todo ha dejado ver un atroz y vil arrebato de desvergüenza.

 

@ajmonagas