Ejemplo colombiano: lección ciudadana, por Armando Martini Pietri
Ejemplo colombiano: lección ciudadana, por Armando Martini Pietri

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Más que un modelo de dignidad, democracia y de todos los fastuosos calificativos que políticos y opinadores habituales quieran endilgar para ocultar una amarga gragea, lo real es la enseñanza que impartieron y el mensaje que enviaron los ciudadanos colombianos este domingo 2 de octubre; Es demasiado riesgoso dorar píldoras y subestimar la inteligencia de los pueblos.

El Presidente Santos -sin negarle méritos por el esfuerzo hecho para pasar a la historia como santo patrono de la paz- no sólo se pasó de astuto envolviendo en una montaña de papeles de fantasía un acuerdo que, tras cuatro años de mucho tira y encoge, terminó siendo un adefesio de mucho ceder y poco recoger, a pesar de su experiencia como hombre de comunicación y político, no midió adecuadamente las expectativas de una parte sustancial de colombianos.

Nadie puede dudar que la inmensa mayoría de los ciudadanos esté favor de la paz. El error estuvo en creer que con eso bastaba y era suficiente para conceder a los narco-guerrilleros lo más posible de lo que solicitarán, para transformarlos –de la noche a la mañana- como si nada hubiese sucedido, en residentes con plenos derechos políticos y sociales.

Se equivocó pensando que sus conciudadanos estaban tan hartos de la guerra y de la acumulación de crímenes, que lo aceptarían todo; después de 52 años de cometer atrocidades. El rechazo de la mayoría de los colombianos a las Farc es inmenso, especialmente en las zonas donde más sangre, dolor y angustia sembraron; Santos quizás se dejó llevar por sus propios sueños personales y pensó que las víctimas aceptarían encantadas por la paz abrirles los brazos, tenerlos por buenos vecinos y hasta llegar a sufragar por ellos.

Santos cometió una tontería, pero no es tonto de capirote. Algo no le olía bien, trató de perfumar y desmantelar dudas y resquemores con el uso masivo de propaganda. Finalizó en un acto con realeza, organismos internacionales, lleno de presidentes, primeros ministros, embajadores e invitados especiales, todos enfundados en guayaberas blancas –color referencia de la paz-, una magnifica y espectacular jornada difundida al mundo al mejor estilo de Hollywood, costoso y glamoroso pero revelador de sus temores que pudo disimular, pero nunca ocultar.

Algo más de 250 páginas del acuerdo saturado de beneficios para los terroristas que por más de medio siglo han transformado demandas de los pobres y campesinos en una saga de terror, secuestros por dinero, muertos, heridos, incapacitados, bombas, refugiados, violaciones, raptos de adolescentes para ser adoctrinados o chantajeados para integrar sus fuerzas; no pudieron ser tragadas porque millones de colombianos no estuvieron dispuestos a olvidar ni aceptar la impunidad que el convenio firmado consagraba como gran beneficio a los criminales. La generalidad está a favor de la paz, pero también la mayoría no acepta perdón sin penitencia.

Quizás un detalle que llamó la atención. En su pomposo discurso el día de la firma del Acuerdo de Paz en Cartagena el jefe de las FARC se sentía victorioso, no fue humilde, su mano en alto cuando salió al escenario como una estrella de rock, su perdón a medias que ni siquiera pidió sino que ofreció, no pasaron por alto. Hubo murmullos, fue impertinente.

Los resultados consagran el fracaso estruendoso del presidente Juan Manuel Santos, los expertos coinciden en que en un plebiscito es fundamental el liderazgo de los líderes (valga la redundancia), sobre todo del que lo convoca porque la gente está tan nerviosa frente a lo trascendental de la decisión que necesitan guía. Y Santos, desde un inicio era un lastre para el plebiscito. Pero además no logró comprender ni medir de manera apropiada el sentir ciudadano y del país cuya estabilidad aseguró garantizar y defender personalmente.

Esos resultados son también una lección, una maravillosa oportunidad para que los políticos oficialistas y opositores de América aprendan y memoricen a fondo, que no se pueden ocultar diálogos, arreglos y conversaciones, pactos ni componendas a los pueblos porque la verdad siempre sale a la luz, ni es inteligente contar siempre con la paciencia popular.

No fueron el plebiscito en Colombia y su sorpresivo resultado el único ejemplo a tomar en cuenta. En Brasil la popularidad de Lula Da Silva se hace pedazos golpeado por su amparo de la corrupción relacionada con Petrobras, y ahora su Partido de los Trabajadores pierde elecciones como agua derramada entre los dedos, mientras en Argentina el Presidente Macri no sabe qué hacer pues meses después de su triunfal elección, no sólo no ha podido cumplir sus promesas de reducir la inflación y la pobreza, sino que se han acrecentado.

Aquí mismo, en Venezuela, la oposición organizada enfrenta un porvenir dudoso por el rechazo de la población a conversaciones secretas y algunos manejos poco santos que no sólo han salido a la luz, sino que han generado molestias en los ciudadanos opuestos al madurismo, que seguirá saliendo a la calle por la voluntad de terminar cuanto antes con el nefasto gobierno oficialista, pero lo primero que exige es información y la verdad por delante.

Lo cierto es que después de 4 años largos e inútiles de conversación en un lugar viciado, tóxico, como Cuba, las FARC y el presidente Santos son los grandes perdedores y han arriesgado todo, incluso el respeto ciudadano, el de sus compañeros y muy importante, el de la oficialidad militar. No pueden ya continuar, no son referencia de obediencia, perdieron autoridad, ambos están castrados ante sus subalternos.

El gran ganador además de Colombia como país, terminó siendo Álvaro Uribe nunca tomado en consideración y menos aun consultado, pero fue el Presidente que derrotó militarmente a la guerrilla colombiana. Y las FARC, Juan Manuel Santos y el pueblo colombiano lo saben.

Si Colombia estuviera en algún lugar menos tropical, el presidente Santos Calderón renunciaría de inmediato como lo hizo David Cameron primer ministro del Reino Unido, cuando perdió su propuesta contra el BREXIT. Pero no; estamos en Latinoamérica y por estos lados los perdedores parecen ser los beneficiados. Para más detalles, pregúntenle a Nicolás Maduro.

@ArmandoMartini