Sin criterio, por Alejandro Moreno
Sep 20, 2016 | Actualizado hace 8 años
Sin criterio, por Alejandro Moreno

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El filósofo Jaime Balmes inicia así el primer capítulo de su obra fundamental, El criterio: “La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad; de otra suerte, caemos en error”. El criterio de verdad, esto es, aquello que nos permite distinguir la realidad de las cosas de la falsedad, es el sentido común, a saber, el “punto de encuentro en la conciencia por el que se pasa de las representaciones subjetivas (‘me parece que es así’) a la realidad extramental (‘realmente es así’)”. De este modo, el sentido común pasa a ser norma de verdad y por ende de realidad.

La posibilidad de distinguir realidades “extramentales” de ficciones creadas por la “loca de la casa”, para decirlo con Santa Teresa, pone las bases para que pueda existir una sociedad guiada por normas reales de convivencia.

Entonces, si se destruye el sentido común en toda una sociedad, ya no hay criterio para distinguir la verdad de la norma de su mentira. Si la norma deja de ser verdadera, esto es, válida para regular las conductas comunes de todos los ciudadanos en la realidad de la vida social, el capricho, el atropello, el me da la gana, se instala en el mundo de las relaciones humanas.

El capricho es la negación del sentido común como criterio de verdad de las cosas y por ende del valor real de la norma.

La proclamación y difusión del capricho como criterio y el esfuerzo por instalarlo con la violencia de fuertes e insistentes golpes de martillo “dialécticos” en las conciencias de los venezolanos, es quizás la más contumaz de las prácticas sistemáticamente ejecutadas por el régimen que se nos impone.

Afirmar, y es sólo uno de los innumerables casos como ejemplo, que la dieta de hambre de Maduro es un factor energético sexual, es no sólo ocultar, evadir y distorsionar la hambruna reinante en el país, sino sobre todo, instalar el capricho como criterio de realidad.

El capricho es, así, un criterio que se niega a sí mismo. Recurrir a él, es dejarnos a todos sin sentido común, paso programado para imponer la total arbitrariedad del poder absoluto.

Esta es la verdad, juzgada opositoramente todavía con criterio de sentido común, del socialismo que se pretende instalar: poder absoluto sobre la realidad total, sobre todas las conciencias, sobre todas las obras humanas, llegando intencionalmente hasta el significado último de la existencia personal y social.

Hasta ahora ello no se ha logrado en ninguna parte del mundo pero se ha intentado. Ha sido el proyecto persistente. No nos dejemos arrebatar el sentido común.

El Nacional