La ignorancia es atrevida, por Antonio José Monagas - Runrun
La ignorancia es atrevida, por Antonio José Monagas

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El Talmud, libro santo de los judíos, sentencia que “no hay mayor miseria que la ignorancia”. Sobre todo, en estos tiempos signado por exigentes realidades que han transfigurado la política y desplazado postulados convencionales de la economía. Aunque a veces es reconfortante ignorar ciertas cosas, no es menos cierto, tal como decía Johann Wolfgang Goethe, insigne poeta alemán, que “no hay nada más espantoso que la ignorancia activa”. Particularmente, cuando va de la mano con la fatuidad, la soberbia y la arrogancia que anima el poder político equivocadamente entendido.

El derroche de incongruencia y el exceso de presidencialismo, sumado al grado de absurdidad demostrado por la incapacidad del actual gobierno central, ha convertido al país en un escenario de situaciones desesperadas por la obnubilación que produce el poder político cuando la codicia deforma su sentido social y naturaleza económica. Pero igualmente, su respuesta ética y alcance de moralidad.

En consecuencia, luce absolutamente incompatible con los nuevos tiempos, tanto como con las desbordantes necesidades, las repulsivas pretensiones del gobierno de incitar innecesarias confrontaciones que solamente tienen cabida en la mente de un desquiciado toda vez que no existen razones sólidas para los deslucidos planteamientos que reiteradamente asoma. Ya decía Hermann Melville, novelista norteamericano, que “todo lo referente a la guerra es una bofetada al buen sentido” lo cual evidencia lo irracional que resultaría una decisión que apunte a tan incorrecta dirección. Fundamentalmente, si tal situación se analiza desde la perspectiva histórica pues bastaría con referir el apego que sintió Simón Bolívar por la paz, el respeto y la solidaridad.

De hecho, en sus sueños acariciaba la idea de concebir un territorio cuyos habitantes vivieran en permanente comunión con valores de ciudadanía y democracia. Sin embargo, las azarosas realidades que desde hace algunos años ciñen el devenir nacional creando angustias y zozobra ante el deseo enfermizo de provocar innecesarias confrontaciones y agudos conflictos entre venezolanos, reflejan la tendencia de un gobierno bravucón que antes de invertir en educación, gasta en equipos militares y en burocratismo sin medida ni método.

Tales gastos, sin posibilidad de retorno en desarrollo económico y social, y peor aún, en actitudes de paz y ejecuciones en seguridad, contrariando inagotables discursos exaltando la paz y otras condiciones que no se ven nunca llegar, traban esfuerzos de políticas públicas estructuradas constitucionalmente por lineamientos que exaltan aspectos de integración, soberanía, crecimiento, salud, y demás consideraciones que garantizan el bienestar de la sociedad. Aunque resulta difícil concebirlo en lo concreto, por cuanto el gobierno central ha tenido escasamente dos objetivos básicos: el proselitismo como recurso de conservación en el poder, y la militarización de estamentos públicos y sectores civiles. Lo demás, ha sido por añadidura. Gastos dirigidos a paliar ingentes problemas cuyos resultados, por no estar debidamente orientados y elaborados, han contribuido a profundizar la crisis política y económica que arrastra el país desde hace más de veinte años.

En medio de realidades tan severas, donde el conocimiento prima toda decisión que trascienda trivialidades y coyunturas, es impensable admitir criterios de gobierno basados en la improvisación. Más aún, en la eventualidad de ramplones avatares. Por eso hay quienes dicen, con sobrada razón, que la ignorancia es atrevida.