¡Que vivan los burros! por Carlos Dorado
Ago 07, 2016 | Actualizado hace 8 años
¡Que vivan los burros! por Carlos Dorado

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¡Les confieso que siempre he sentido un gran cariño  por los burros! Quizás por el hecho de que mi infancia estuvo marcada por estos nobles animales, pues eran el medio de transporte, de carga y de diversión más popular en mi pueblo.

A lo mejor, no son tan elegantes y vistosos como los caballos; pero tienen otras muchas cualidades que los hacen muy especiales. Primero, son más longevos. Segundo, sus rebuznos los emiten a un volumen tan alto que les permite mantenerse en contacto a distancias de hasta tres kilómetros. Esto explicaría, por qué en mi pueblo tenían una especie de comunicación secreta entre ellos. También sus largas orejas son motivo de burla, recordándome a Don Delio (el maestro de mi escuela), quien hizo en papel unas orejas de burro, que nos las ponía cada vez que no respondíamos correctamente, dejándonos de pie en un rincón y mirando hacia la pared. Pero las orejas le sirven al burro para percibir mejor los sonidos, y poder disipar más su calor corporal.

Inclusive, los burros tienen un sistema digestivo muy resistente, y menos propenso a los cólicos que los caballos, lo que les permite consumir mayor variedad de plantas y extraer agua del alimento de forma muy eficiente, necesitando menor cantidad de alimento que los caballos de tamaño y peso equivalentes. También pueden vivir en zonas inhóspitas e inaccesibles; y aunque no son tan rápidos y fuertes como los caballos; el mantenerlos cuesta menos, tienen gran resistencia, y son más ágiles en terrenos abruptos e irregulares.

Hasta en muchos cuentos que solía contarme mi madre, este noble y bello animal estaba como figura principal. Recuerdo especialmente éste: “Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal lloró fuertemente por horas, mientras el campesino no sabía qué hacer. Finalmente, decidió que el burro ya estaba viejo, y el pozo ya estaba seco y necesitaba ser tapado de todas formas; así que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo. Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarle. Cada uno agarró una pala y empezaron a echarle tierra al pozo.
El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y lloró desconsoladamente. Luego; para sorpresa de todos, se aquietó después de unas cuantas paladas de tierra.
El campesino finalmente miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio. Con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble: Se sacudía la tierra, y daba un paso por encima de ella. Muy pronto todo el mundo vio sorprendido cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando.
Carlos (me decía entonces mi madre), la vida siempre va a echarte tierra; todo tipo de tierra. El truco para salir del pozo es sacudírsela y usarla para dar un paso hacia arriba”

También los burros tienen mala reputación por su terquedad; pero esto es una equivocada interpretación de algunas personas, pues poseen un instinto de conservación altamente desarrollado. Es difícil forzar a un burro a hacer algo que contradiga sus propios intereses. Son animales inteligentes, cautelosos, amistosos, juguetones e interesados en aprender. Una vez que uno se gana su confianza, pueden ser muy buenos compañeros en el trabajo, y en la vida.

Cada vez que regreso a mi pueblo, veo menos burros, y los extraño con nostalgia, por haber sido esos compañeros solidarios en momentos tan difíciles. Unos animales tan nobles con la humanidad y tan maltratados por la historia. ¡Que vivan los burros!

 

cdoradof@hotmail.com