El juego de las culpas equivocadas por Ángel Oropeza
El juego de las culpas equivocadas por Ángel Oropeza

Colas

 

Si uno de los rasgos principales de esta tragedia devenida en país es la incertidumbre, tratar de buscar respuestas que la mitiguen es una necesidad psicológica colectiva. Es natural e inevitable el afán generalizado de buscarle explicaciones al caos. El problema es que no todas son igualmente ciertas.

Según los estudios de opinión pública, la mayoría de la población acierta al señalar a la clase política gobernante y a su fracasado modelo de dominación como el principal responsable del desastre nacional. Sin embargo, lenta pero progresivamente, toma cuerpo una pseudo explicación -muy útil por cierto a la cúpula oficialista- según la cual la culpa de lo que ocurre recae sobre los propios venezolanos. Y dos de estas modalidades de culpa, quizás las más frecuentes en cierto imaginario ingenuo, son el cuento de la “resignación” y la famosa “pérdida de valores”.

Según algunos distraídos, los venezolanos nos hemos resignado ante lo que ocurre y no somos más que un rebaño sumiso y abúlico que extravió todo sentido de la dignidad y todo atisbo de lucha y resistencia.  Afortunadamente sobran las evidencias en contra de tan infeliz hipótesis. Basta, por ejemplo, con acercarse a alguna de las indignantes colas a las que tienen que someterse involuntariamente los venezolanos. Allí usted verá rabia, indignación, insultos al gobierno y cualquier cosa menos resignación sumisa. O simplemente recordemos la reciente epopeya ciudadana para validar las firmas del inicio del proceso revocatorio, y pasarle por encima –a punta de coraje cívico y presión popular- a los ilegales obstáculos que un gobierno sin pueblo le intenta poner al Soberano.

Pero quizás la más elocuente de las evidencias es la altísima conflictividad social que hoy brota de las calles y caseríos de Venezuela. Según el Observatorio Venezolano de la Conflictividad, se habían registrado -sólo hasta el mes de Mayo- 641 protestas, lo que equivale a 21 protestas diarias en todo el país, 37% más que en Mayo de 2015. Las protestas sólo en rechazo a la escasez de alimentos y medicinas aumentaron 320% en comparación con el mismo período del 2015. Si esto no es lo contrario a resignación y apatía, por favor diga usted entonces qué es.

El otro gran mito es el que asegura que los venezolanos han perdido sus valores, que sufrimos una especie de “descomposición moral”, y que la crisis se resolvería si simplemente los recuperásemos.

Para quienes así piensan, seguramente de buena fe pero necesitados de cualquier explicación al caos que vivimos, hay que recordarles que una cosa es un valor y otra una conducta. Y lo que han cambiado –por la necesidad obligante de adaptarse a un entorno hostil- son las conductas, no los valores.

En términos generales, el concepto de “valor moral” está relacionado con principios o creencias acerca de lo que está bien o mal, lo que es justo y lo que es injusto.  Pues bien, volvamos al tema de las colas como ejemplo. No es que la gente haya perdido valores tradicionalmente muy venezolanos como la dignidad y el respeto propio, y por eso acepta tamaña humillación. No. El problema es que si no hace la cola, simplemente no come. Al igual que las “compras nerviosas” y el “bachaquerismo” no son porque extraviamos los valores y ahora creemos que lo que antes era malo se convirtió en bueno. Por el contrario, son respuestas conductuales de adaptación lógicas e inevitables que se presentarían en cualquier pueblo del mundo sometido a iguales condiciones de hostilidad, penuria y restricciones.

Ubicar en lo “interno” del venezolano las responsabilidades de la tragedia que él mismo padece, no sólo es un error sino una gran injusticia, porque contribuye a quitarle la responsabilidad precisamente a quienes con los verdaderos culpables.

Los venezolanos no son los victimarios. Son las víctimas. Pero además, unas víctimas que se resisten a seguir siéndolo, y que cada día construyen –desde esa mezcla de rabia, indignación y esperanza- una indetenible y épica fuerza popular en demanda de cambio.

 

@angeloropeza182

El Nacional