Dos amigos y una guerra por Sergio Dahbar
Jun 24, 2016 | Actualizado hace 8 años
Dos amigos y una guerra por Sergio Dahbar

Ajedrez

 

Uno apoya a sus amigos sin pedir nada a cambio. Aunque quizás de manera muda exija coherencia. Quizás por eso el premio Nobel de la Paz de 1964, Martin Luther King, Jr., se lamentó de esta manera: «En el fin, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos’’. Lapidario.

La lectura de Hotel Florida (Turner, 2014) ha removido estas ideas. Amanda Vaill estudia el comportamiento de seis artistas, entre el levantamiento de Franco del 36 y la caída de Gerona del 39. Gente que entraba y salía, esquivando las bombas de la Guerra Civil. Pululaban los famosos por España: Dorothy Parker, Lilian Hellman, George Orwell.

Mes a mes la autora sigue los pasos de tres parejas de amantes: el escritor Ernest Hemingway y la periodista Martha Gellhorn, los fotógrafos Robert Capa y Gerda Taro, y los censores Arturo Barea e Ilse Kulcsar. El hotel fue destruido en 1964 (hoy en la Gran Vía madrileña se alza una de las tiendas El corte inglés): en él durmieron también Saint-Exupéry, André Malraux y John Dos Passos, junto con muchos espías, corresponsales, prostitutas y aventureros.

De muchas maneras leer este libro resulta aleccionador para quienes sienten curiosidad por la historia que nos precede. Así lo explica Vaill. “Una guerra que pareció empezar como un enfrentamiento entre desposeídos y poderosos acabó convirtiéndose en un reflejo del conflicto ideológico mundial que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial’’.

Vaill resalta el enfrentamiento entre los escritores Ernest Hemingwey y John Dos Passos, quienes ingresaron en la contienda como amigos y salieron como enemigos. En ese conflicto, como bien anota la autora, “la línea de sombra que separaba la verdad de la mentira se volvió borrosa: tu amigo podía ser tu enemigo y la franqueza podía hacer que lo mataron a uno’’.

John Dos Passos era un escritor reconocido que vendía libros. Invitó a Hemingwey y al director de cine holandés Joris Ivens a New York, para proponerle que escribiera el guión de un documental. Hemingwey aceptó en el acto. La agenda de Dos Passos incluía averiguar la suerte de uno de sus mejores amigos, el traductor español José Robles Pazos. Había desaparecido.

Pronto se entera que Robles ha sido secuestrado, acusado de traidor y fusilado por los servicios secretos soviéticos. Esa revelación quebró su confianza en la República, que apoyaba ciegamente Hemingwey contra viento y marea.

En mayo del 1937 Dos Passos regresó con su mujer Katy a Nueva York. Ambos se encontraron por casualidad en la estación francesa de Saint-Lazare. La descripción de Vaill parece una escena de una vieja película en blanco y negro, siempre en el andén de una estación, con espías y amantes tristes. Hemingway quería saber qué iba a hacer Dos Passos con la historia de José Robles Pazos. 

“Voy a contar la verdad como la he visto. Primero tengo que ordenar mis pensamientos. Pero la pregunta que me estoy haciendo en estos momentos es: ¿de qué vale luchar por las libertades civiles, si al fin acabas destruyendo esas mismas libertades civiles?”, reflexionó Dos Passos con serenidad y amargura.

“A la mierda con las libertades civiles. ¿Estás con nosotros o estás contra nosotros?”, gritó Hemingwey.  Dos Passos se quedó mudo. Su amigo levantó el puño con la intensión de golpearlo mientras le reclamaba que regresara a Estados Unidos, donde los críticos lo destrozarían. Katy, que había sido novia de Hemingwey, lo despreció.

Dos Passos entendió que Hemingwey había perdido la cordura y estaba dispuesto a tolerar cualquier barbarie por conseguir que triunfará la República. Inclusive destruir a un amigo, como lo hizo con Dos Passos años después en sus memorias París era una fiesta.

 

@sdahbar