Oliver Sánchez tenía 8 años. Murió el pasado martes resultado de un cáncer, el cual no pudo tratar debido a la falta de medicamentos en Venezuela. En febrero, había participado junto con sus padres en una protesta en contra de la falta de medicamentos en el país. Portaba un cartel que decía “Quiero curarme. Paz. Salud”.
Y todavía, inexplicablemente, hay gente que cree que el problema en Venezuela es político. Que se trata de una disputa de poder, y como en toda disputa de poder, se puede llegar a una solución a través del diálogo.
Por ejemplo, Susana Malcorra, la canciller argentina, estuvo en Washington hace pocas semanas en una reunión especial del Consejo Permanente de la OEA. Durante su intervención, no hizo mención a las violaciones de los derechos humanos, ni a los presos políticos, ni a la falta de libertades y la ausencia de división de poderes. Malcorra viajó especialmente a Washington a promover un “diálogo” con Unasur como mediador. Malcorra quizás se encontraba ocupada en Naciones Unidas cuando en 2014 ese diálogo ya se intentó, y fracasó, pero –valga la redundancia- no por culpa de la oposición.
Curioso es el hecho de que el evento en El Diálogo tuvo lugar el mismo día y casi al mismo tiempo, que otra conferencia, en la ONG Freedom House, en donde Diana López expuso sobre la situación de su hermano, Leopoldo López. Mientras en El Diálogo Álvarez decía que López era un criminal y debía estar preso; en Freedom House, Diana decía lo que todo el mundo sabe: Leopoldo López es un preso político.
Curiosidades de Washington, una ciudad en la que aparentemente algunos –pocos- todavía tienen miedo a decir lo obvio: que en Venezuela no hay democracia, hay una dictadura; en Venezuela no hay una guerra económica, hay una crisis humanitaria. Y con una dictadura que se niega a recibir ayuda humanitaria internacional, en un país donde sus habitantes mueren de hambre y por no tener medicamentos, es difícil imaginar que el diálogo sea posible.