Reflexiones del solar de los políticos, por Alejandro Armas
Alejandro Armas May 27, 2016 | Actualizado hace 2 semanas
Reflexiones del solar de los políticos

RubénBlades-

 

Como caraqueño de 24 años de edad, las tendencias y gustos de mi generación podrían colocarme en una posición desde la cual mi idea de una velada deliciosa sea pasar toda la noche en una discoteca de Las Mercedes, abarrotada de gente que baila los últimos éxitos comerciales del house o el reguetón y beber hasta más no poder lo que sea que estos tiempos de inflación malandra permitan.  Pero ese mundo de “culos y curda”, suerte de festival dionisíaco contemporáneo, nunca ha sido lo mío.

El mayor grado de goce social lo hallo más bien en una larga conversación con un nutrido grupo de amigos, en la que el cine, el teatro, la literatura y la filosofía se entremezclan con temas más banales, pero también entretenidos. ¡Y la política! Disfruto hablar de política, tal vez por encima de mi propio bien. Soy consciente de que el tema puede agriar relaciones amistosas, incluso entre quienes están en un mismo polo. Por suerte, hasta ahora no me ha ocurrido. Como sea, de vuelta a mi jolgorio de viejo prematuro, ¿qué más hay en él? Cervecitas y ron, ¿cómo no?  ¡Música, maestro! Los que gusten pueden poner algo bailable y parar la charla para moverse un rato. Habrá jazz, electrónica, bossa nova y mi género latino favorito, salsa. Pero salsa brava, de la puso a todos a echar un pie en el Spanish Harlem, en Santurce, en el Chorrillo de Panamá y en Catia en los años 70 y 80.

Así, en una noche de esas, mientras se discute sobre la situación de la República, puede oírse algún ritmo caribeño acompañado por versos igualmente dedicados a temas políticos. Los soneros no le cantan solo al ánimo de fiesta y los desamores. Varios cultores de esta expresión artística desde el principio mostraron interés por abordar el juego del poder y sus consecuencias sociales. Puede oírse en temas como “Indestructible”, de Ray Barretto, o “La libertad/lógico”, de Eddie Palmieri. Claro, cuando de política en la salsa se trata, quien más llama la atención es Rubén Blades.

Este poeta del istmo, que además se distingue de la mayoría de sus pares por escribir casi todas sus canciones, ha hecho bastante explícito su pasión por los avatares de la colectividad, y no solo desde un estudio de grabación a un escenario. Durante el gobierno de Martín Torrijos en su nativa Panamá fungió como ministro de Turismo y recientemente ha dicho que en las próximas elecciones presidenciales podría competir.

Pero la preocupación de Blades no se limita a su terruño, sino que alcanza todo el globo, y sobre todo Latinoamérica. Por eso no sorprende que este lunes difundiera un breve texto comentando la situación en Venezuela, nación por la que dice sentir un profundo afecto y a la que incluso le cantó con el tema “María Lionza”, cuarta pista de esa joya que es Siembra (1978), producida con Willie Colón. El tono del documento hizo del salsero tendencia local en Twitter por más de 24 horas. En él, Blades sugiere que el régimen venezolano en la práctica ya es una dictadura, rechaza que Nicolás Maduro desconozca la voluntad de la ciudadanía expresada el 6 de diciembre y cuestiona su actitud ante el deseo masivo de un referéndum revocatorio.

Las reacciones al escrito, volcadas en redes sociales, fueron de lo más variopinto. La mayoría expresó gratitud y aprecio por lo que consideró como un intento sincero de una figura influyente en la región por concientizar al público sobre la tragedia de miseria y autoritarismo que hoy vive el país. Otros lo criticaron por juzgar que se repudia a Maduro sin condenar igualmente a su mentor, Hugo Chávez, señalado como el verdadero culpable del desastre. Y, finalmente, no faltaron los miembros de la llamada “tropa”, que arremetieron contra el autor por “traicionar los valores revolucionarios”. Todo depende del cristal con que se mire, como dice otra pieza de Blades.

No cabe duda de que uno de los que supo del texto, aunque no lo he visto responder en público ni por asomo, es el propio Maduro. Y aunque haga mutis, es seguro que no se lo tomó nada bien. Para el Presidente debe ser particularmente amargo saber que Blades piensa así, ya que él es un admirador de la obra del panameño, al punto de que se autoproclamó en 2014 un “especialista” en ella.  Para demostrarlo, aquella vez, entonó unas notas de “Pablo Pueblo”, pero la memoria le falló y se equivocó dos veces.

De todas formas, hay razones para creer que el mandatario no mintió cuando dijo que siente una gran inclinación hacia la música de Blades. No es solo porque esa salsa estaba de moda cuando Maduro era adolescente (por el Mito de la Edad de Oro, lo que fue popular durante la juventud es inherentemente superior a lo que vino antes y vendrá después), sino también por la política de la que a menudo estaban recargadas las letras.

Sin caer en simplismos puede afirmarse que, desde que su estrella comenzó a ascender, Blades ha escrito canciones afines a los movimientos de la izquierda latinoamericana. Varios temas comunes en sus letras son la indiferencia de los políticos ante la pobreza (“Pablo Pueblo”), el materialismo y arrogancia de los sectores más beneficiados socioeconómicamente (“Plástico”), el orgullo por la cultura latina (“Siembra”), el rechazo al clasismo y al racismo (“Ligia Elena”) y el antiimperialismo (“Tiburón”). Estos contenidos los combinó con visiones de un futuro de prosperidad y unidad entre los países de la región. Todo parece sacado del Plan de la Patria, ¿verdad?

Maduro no era ni mayor de edad cuando fue reclutado para la Liga Socialista, el partido con aires de guerrilla urbana fundado por Jorge Rodríguez padre con sectores del MIR que no quisieron dejar la subversión a finales de la década de 1960.  Esos años de primera militancia para el futuro mandatario fueron los mismos en que Blades comenzó a sonar, y no es extraño que para aquella generación de jóvenes ñángaras haya sido una voz.

¿Quiere decir eso que el panameño ha traicionado la lucha por la libertad y la justicia en Latinoamérica con su texto de hace unos días? Creo que no.  ¿Es que fue y sigue siendo un radical rabioso, defensor ciego del estalinismo tropical? Tampoco me parece.  Como yo lo veo, su estrella no se volvió tan roja como el astro en la boina del Che durante el ascenso, aunque nunca haya sido conformista.

Hay que reconocer que muchos de los problemas denunciados por Blades en su momento fueron muy reales. Durante la década de los 70, lo normal era que los países latinoamericanos estuvieran gobernados por regímenes despóticos apoyados por Estados Unidos. Su razón de ser a todas luces era proteger con celo asesino el statu quo, marcado por la exclusión de los pobres y la pulverización de cualquier esperanza para que estos salieran de la miseria así fuera con esfuerzo honrado.

Tampoco es mentira que las sociedades de la época en el continente estaban plagadas de vicios racistas y clasistas. Esta discriminación es un mal que hoy sigue vivo, por desgracia, aunque ha habido avances en la lucha contra él.

Ahora bien, ¿enfrentar estas taras con el canto y un par de maracas no es mejor que hacerlo con un rifle, sed de sangre y venganza irracional? ¿Acaso no es buscar una transición mediante la protesta firme pero no violenta una alternativa de mayor justicia y paz que los palos, los bombardeos o los juramentos de freírles las cabezas a unos enemigos?

Claro, la búsqueda de soluciones está condicionada al diagnóstico de la situación. Examen errado llevará a métodos errados. Cualquiera que siga pensando en el mundo desde la óptica de la Guerra Fría en esta segunda década del siglo XXI está condenado a fracasar como líder, sumir a sus conciudadanos en un sufrimiento infernal, o a ambas cosas. Blades debe entender eso. Lástima que otros no.

Estos pensamientos los comparto con usted, lector, como si fuera un amigo más en una tertulia sobre política acompañada por una salsa sabrosa. Mientras, no creo que Maduro esté haciendo lo mismo, por lo menos no con canciones del que fuera su ídolo hace tiempo. El jefe de Estado no debe tener ganas de escucharlo ahora que los versos de “Buscando América” parecen reflejar lo que muchos venezolanos hartos de él piensan.

 

Si el sueño de unos

Es sueño de todos

Romper la cadena

Y echarnos a andar

@AAAD25