Amor en tiempos de cabras locas ... por Orlando Viera-Blanco
Amor en tiempos de cabras locas …  por Orlando Viera-Blanco

Políticos

 

«El amor de hombres de izquierda, feministas hasta que se casan; humildes hasta que se enriquecen y ateos hasta que el avión se va en picada…”

 

La política no es una tentación comprensible. Sólo llega a serlo para el que no tiene nada, porque es una manera de vivir con bastante facilidad. Y cuando se habla de “no tener nada”, no es un cliché materialista. Es ausencia de pasión, de nobleza, de sentido ciudadano, único que lo da la familia y la crianza. El resto-ética y conocimiento- lo aporta la educación. Así nace, no el político que apenas lo intenta, sino el verdadero líder, que hace lo que dice y cumple lo que escribe…

Un amigo me decía, “Orlando es que aquí nada es pronosticable, esto es una locura!” Ciertamente cuando no se respeta la ley, no hay sensatez y los demonios se desatan, perdiéndose toda lógica de estabilidad. La locura que hemos vivido los Venezolanos, para nada es como la del Hidalgo Quijote. No es propia de los Caballeros de Armas, de los amanuenses de la justicia o leales escuderos. Nuestra locura tiene su origen en nuestra impostura ciudadana. En nuestra habituación a una sociedad aderechada, estatizada, de constituciones regladas, donde los derechos suman 60 veces más que los deberes transcritos (que no se cumplen), incluyendo las potestades de los poderes públicos (que se abusan), digno de un país que le rinde culto al Presidente y a los hombres de poder (García Márquez).  Surge entonces el medalaganismo y el mandamás. L’état se moi … El Magistratote, el Generalote, el Diputadote, el Alguacilato y el Presidentote. El ciudadano queda disminuido a una obediencia precaria, hostil; de arriba hacia abajo, como niño que obedece al padre jesuita, que le reprime con “regla” en mano detrás de la sotana. Peor, en la Venezuela de hoy, se amenaza y reprime con el fusil a la vista. Una “dinámica social” que nos hace resistentes al mando y espasmódicamente resilientes. Una perversa mezcla entre violencia y resignación, porque actos de desobediencia civil frente al abuso de poder, no necesariamente son reputados por una justicia ciega. A partir de esta lógica de la inestabilidad grupal, no nos amamos, no confiamos en nosotros, no nos sacrificamos por el otro (¿por qué, por quién?), sino hacemos como las Cabras: ¡Tiramos pal’monte.!

¿Puede una sociedad violentada por desquerencias y patanerías, dialogar? ¿Emanan de sociedades fracturadas, políticos de tentativas o de compromiso? ¿Genera una colectividad atrapada en el desprecio, líderes reales? ¿Somos genuinamente leales-como Sancho al Quijote- a emprender “cruzadas” de rescate republicano? Hacemos lo que decimos y cumplimos lo que escribimos? De esto tenemos una larga y penosa historia de promesas ilusorias, demagogias y latrocinios, donde pocos, muy pocos, han sido la excepción. Hombres del talante de López Contreras, Medina, Gallegos, Uslar, Betancourt, Leoni, Carnevalli, Ruiz Pineda, Villalba, Pérez Alfonzo; el propio CAP en sus inocencias o Caldera en su superioridad, sin duda, amaron Venezuela. Uno siente que dieron la vida, tanto por el poder como por el país, o viceversa … Pero lo vivido en amores en tiempos de la V, es lo más parecido a un amor esquizofrénico que creyendo que lo siente, por el contrario, lo padece, y nos enferma a todos con su desbordamiento y resentimiento.

El amor de esos hombres de izquierda, “feministas hasta que se casan; humildes hasta que se enriquecen; valientes detrás de un paredón o ateos hasta que el avión se viene en picada”, es un amor de carretera: fugaz. Amor que no le importa ver un pueblo hambreado, a merced de una impune criminalidad. Amor inmisericorde, de neonatos muriendo en hospitales (convertidos en pensiones); pranes que toman control de la sociedad; niñas pariendo sin dejar de serlo, niños perdidos en la droga sin haber abierto un libro e inocentes linchados con un bidón de kerosene (que ni hay). Cuando una sociedad llega a este nivel de anomia, de barbarie, de tragedia social, la grandeza, la nobleza y dignidad del hombre humilde, del “presidente obrero”, del buen revolucionario, es allanarse e impedir que la historia le condene, dimitiendo valientemente. Es el amor que salta hasta de una cabra loca (dixit Pepe Mujica), porque lo políticamente correcto, al decir del escritor español, Miguel Delibes, “es no-vivir con tanta facilidad”, pastando el poder.

A pesar de nuestra hostilidad y bajísima cultura política (lo cual nos condujo a este pandemónium), pienso que quedan reservas muy calificadas de decencia, elevancia y carácter (incluso en el Chavismo idealista), para ir a una transición consensuada, y evitar un colapso peligroso e irresponsable. He dicho que “si a alguien le conviene una transición pactada que garantice un mínimo de redención política, al tiempo del cambio (que viene irremisiblemente), es a Maduro y partisanos radicales» … Si el Chavismo quiere mantenerse como actor político alternativo a la fragua de los tiempos, conservando “la etiqueta» del bosque Sharewood, debe propiciar una transición en paz, y no insistir en la idiotez de la intolerancia política.

El cambio llegará … Pero ojalá y venga con las cabras en el corral y los pastores en sus sillones (no al revés, como lo vivido), porque de lo contrario la montonera seguirá … y de peor manera.

 

 

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