Maduro y Fincheltub: la falacia de los apellidos patriotas por Alejandro Armas
Maduro y Fincheltub: la falacia de los apellidos patriotas

Bandera

 

Cuando me entero de la existencia de alguien cuyo apellido no me resulta familiar, de inmediato me cosquillea la curiosidad sobre la ascendencia de esa persona. Si la situación es una interacción cara a cara, no puedo evitar preguntar “¿De dónde es ese apellido?”. Disculpe el lector si esto le parece soberbio, pero las más de las veces en que pronuncio la interrogante ya tengo la respuesta correcta en mi meollo, y sonrío al escuchar al interlocutor confirmarlo. Pero a veces no es así. Lo peor es cuando no tengo la oportunidad de dialogar con el sujeto, cuando sé de ese individuo por algún medio de comunicación masiva. Eso me pasó con Brian Fincheltub, el encargado de las actividades deportivas organizadas por la Alcaldía de Sucre (Miranda). Por más que me esforcé, no pude descifrar por fonética u ortografía los orígenes de la familia de este individuo.

Para aclarar mis dudas, tuve que recurrir al Señor Internet, tan poderoso en información como el Don Dinero de Quevedo lo es en economía. Gracias a él pude conocer las raíces hebreas de Fincheltub. Pero en esa indagación digital me topé con una entada, que data de 2012, en un blog oficialista. El asunto de la misma era que Fincheltub, (Diego) Scharifker y (David) Smolansky llamaban a votar en las primarias de la MUD para las presidenciales de ese año.

Si las connotaciones discriminatorias de este post por sí solas no les parecen evidentes, añado que alguien comentó que “la mayoría de los escuálidos tienen (sic) apellidos extranjeros, a diferencia de nosotros los chavista (sic) que nuestro apellidos (sic) son criollos”. Casi todas las demás opiniones eran del mismo talante. Curioso, ya que el propio blog manifiesta que no tolerará expresiones racistas (tampoco opositoras).

¿Cómo en un país en el que casi todos sus habitantes tienen sangre de etnias blancas, indígenas y negras corriendo por sus venas puede haber gente hablando así? Creo que, en parte al menos, la respuesta está en la retórica de Hugo Chávez y sus sucesores. Si los movimientos de inspiración marxista en general promueven la lucha de clases, los que se dan específicamente en el llamado Tercer Mundo añaden un componente de conflicto racial, y el chavismo no ha sido la excepción. De ahí que el propio “comandante eterno” tendiera a repudiar la herencia europea de los venezolanos y demás latinos, en pro de los componentes amerindio y africano. Ciertamente, Venezuela ha tenido (y tiene) problemas de racismo. Pero durante la segunda mitad del siglo XX se redujeron considerablemente y, hasta ahora, son mucho menores que los que aquejan a países hermanos como Colombia, Brasil, México o Perú. El haberlos exacerbado en lugar de luchar por mitigarlos ha sido uno de los mayores daños del chavismo.

América es el continente multicultural por antonomasia. En ningún otro convergen de tal manera sus habitantes originarios y los inmigrantes que llegaron cruzando océanos. Desde la segunda mitad del siglo XIX, las ciudades del Nuevo Mundo han sido las principales receptoras de extranjeros. Nueva York, Ciudad de México, Lima, Río de Janeiro y Buenos Aires se han convertido en centros de diversidad y cosmopolitismo.

Con una superficie y población más pequeñas, nuestras urbes, y sobre todo Caracas, también han contribuido a esta realidad americana. En los años 30, 40 y 50 tuvimos una destacada afluencia de españoles, portugueses e italianos que huían de la devastación bélica y la pobreza en sus países. Más tarde llegaron los vecinos del Cono Sur: argentinos, chilenos, uruguayos y paraguayos que encontraron en Venezuela un refugio a los gorilas uniformados en sus respectivas patrias. También, en los 80 y 90, la nación fue un salvavidas para que miles de nuestros queridos hermanos colombianos no se ahogaran en el mar de sangre del narcotráfico, la guerrilla y el paramilitarismo.

Estoy firmemente convencido de que toda nuestra herencia de mestizaje e inmigración es una verdadera bendición, algo que siempre hará de Venezuela una tierra con hermosura, aún en sus horas más aciagas. En el valle arropado por la frescura del Ávila y el cerro El Volcán, no es muy difícil encontrar dónde bailar tambores, comer chow mein o falafel, escuchar un fado o una cumbia.

Pero ahora, en vez de un receptor de inmigrantes, somos una fuente significativa de emigrantes. Esta trágica fuga de cerebros puede usarse como herramienta propagandística. Ello quedó claro con la reciente difusión de un documental en Venezolana de Televisión, en el cual una “experta” sugirió que la gran emigración es producto sobre todo de que a jóvenes rubios, descendientes de europeos, no se les ha enseñado a apreciar la nación que acogió a sus progenitores. El cortometraje es uno de los trabajos culturales más racistas que he visto. Su base argumentativa es que los venezolanos descendientes directos de europeos son unos desadaptados incapaces de distinguir las bendiciones del gobierno actual, lo cual los impulsa a buscar otras latitudes.

Una caída fuerte en la calidad de vida, como la que Venezuela experimenta actualmente, es un motor para la emigración. Si hay chamos que por sus orígenes tienen pasaporte europeo o cualquier otra facilidad para mudarse de país, ¿no es lógico que entre quienes se van haya un destacado número de vástagos de inmigrantes?

El problema está en que el oficialismo defina tal fenómeno como un comportamiento de ciudadanos que no asumen su venezolanidad. ¡Ridículo! La venezolanidad es heterogénea en esencia. He ahí su belleza, enriquecida por las manifestaciones culturales de las comunidades que nacieron en el territorio nacional, pero también en el resto del globo. Se puede mantener las tradiciones del terruño caribeño y al mismo tiempo valorar las de la cultura originaria.

Una ilustración para quienes determinan el grado de cariño a la patria por cuánta herencia indígena  y africana se tiene: las hallacas más sabrosas que me he comido en mi vida me las preparó una amiga de apellido nada común en Venezuela, cuyos antepasados, al igual que Finchelbub o Scharifker, se consideran hijos del bíblico Abraham. Ella las hace con agotador esfuerzo cada diciembre, y aunque esta sea la mamá de las tradiciones venezolanas asociadas a una festividad cristiana, eso no quita que la cocinera celebre el Pesaj (Pascua judía) y vaya a la sinagoga cuando lo desee.

Por cierto, es muy irónico que aquellas personas que dejan en el Internet comentarios como los citados más arriba abracen una ideología que sataniza la herencia colonial, pero se jactan de sus apellidos criollos que son parte de ese legado.

Otra cosa. ¿Sabrán que el del Presidente es un apellido judío? Sí, es judío sefardí. Tengo una hipótesis personal sobre su genealogía (aclaro de una vez que no me refiero a su partida de nacimiento; sinceramente no veo posibilidad de que ese punto se aclare mientras el chavismo gobierne). Como a todos los hebreos hispanos que no se convirtieron al cristianismo romano, al tataratatarabuelo de Maduro los Reyes Católicos lo habrían expulsaron de su tierra (¿será esa la verdadera razón por la que a nuestro mandatario le gusta tanto pintar a España como un infierno?). Este sujeto pudo emigrar a Holanda, que recibió a tantos como él (Baruch Spinoza, el gran filósofo panteísta, tiene raíces similares). Luego uno de sus nietos o bisnietos se fue a la colonia neerlandesa de Curazao. De ahí pasar a Venezuela vía Coro es fácil. En los Países Bajos o en la isla tropical alguno de estos Maduro debió adoptar el credo de Jesucristo. El mestizaje inherente a este territorio explicaría por qué el jefe de Estado no tiene un fenotipo nada israelita.

A lo mejor la historia es otra, pero el punto es que Maduro no tiene un apellido más criollo que Fincheltub. Contradicciones como esta demuestran lo absurdo de aquellos prejuicios. A mí más bien me alegra ser ciudadano de una tierra históricamente generosa con los extranjeros. Considero que ellos han sabido devolver con creces el beneficio de haberlos acogido. Algunos de sus hijos y nietos han decidido irse. Pero estoy seguro de que la mayoría no lo hace llena de desprecio hacia el país, y que se considera venezolana esté donde esté.

Tarde o temprano habrá que reconstruir la nación, y cuando eso ocurra, los que decidan volver y los que prefieran quedarse en sus nuevos hogares pueden hacer aportes significativos. Yo sigo sonriendo por saber que entre los venezolanos aquí y en todo el mundo hay Vieira, González, Kai, Nasser, Restrepo, Di Natale y Serfaty.

 

@AAAD25