Inquietud y alerta por nueva epidemia por Armando Martini Pietri
Inquietud y alerta por nueva epidemia por Armando Martini Pietri

cristidilmamaduro

 

Todos los síntomas indican que el país está siendo azotado por una nueva epidemia –al decir de la mayoría- peor que zika y dengue. Según aseguran algunos expertos, es transmitida por un insecto desconocido al que unos ven en forma de sol, otros dicen que es como una estrella, no hay seguridad si vuela en medio de la calima o se arrastra por los caminos verdes –aclarando que entendemos por verdes no a los copeyanos ni a los militares, sino los selváticos que a pesar de la sequía siguen abiertos. La verdad es que con la sequedad esos caminos están más anchos que nunca.

 

Otros hablan de que el incógnito bicho es como un vampiro pero otros, más cuidadosos, comentan que efectivamente parece que vuela pero no es ni murciélago ni mosquito. A veces el bicharraco es terrestre pero a veces se considera gorgojo, se confunde con una sabandija y termina como un parásito. Los estudiosos están confundidos, en alerta máxima, porque amenaza con expandirse a todo el país y no discrimina. Decía en estos días un entomólogo de internet que “de que vuelan, vuelan”. Una universidad estadounidense financiada por la CIA la trata de “culicardia” (asscardiac en inglés) al referirse en documentos confidenciales –que para oligarcas están desclasificados- a la nueva y creciente enfermedad venezolana. Se indica incluso, aunque no hay investigaciones realmente confiables, que pudo haber venido de Brasil, porque allá también apareció aunque la llaman “burrocoração rousselula” y está bajo escrutinio del Congreso.

 

Lo de “asscardiac” o “culicardia” son nombres provisionales mientras logran comprobar experimentalmente de qué se trata realmente y parecen señalar una relación extraña entre la expresión española vulgar de “culo”, y que el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia define como “zona carnosa que en los animales rodea al ano”, que acompañada de una afección coronaria, algunos lingüistas la denominan como “culopatía” y que al ser permanente se transforma en “culicardia”.

 

Pero no todos están de acuerdo, otros lingüistas más puristas, desechan la expresión “culo” por ramplona y optan por la palabra “culillo”, que el mismo diccionario define en primera acepción como “miedo” y en su alcance final cita la versión cubana de “prisa, impaciencia”. Quizás por allí vayan las cosas y se trate, como estiman especialistas en sintonía con la antes mencionada universidad de una “culillocardia”, entonces, es un miedo, prisa o impaciencia –dependiendo de que usted sea venezolano o cubano- que afecta al corazón y no como algún romántico pensaría, de corazón con miedo, que es otra cosa.

 

El hecho preocupante, ¿el culillo?, es que el virus se propaga como candela en pradera seca. Fuentes que exigen la reserva de sus nombres –tienen “culillo” en significado venezolano- susurran que “los políticos sin importar su nivel” son las primeras víctimas contagiadas con síntomas extraños que los llevan a desatar histerismos con virulencia inusitada; a hablar, mientras miran de un lado a otro, de “golpes de estado en desarrollo”, otros “se dicen y contradicen”, algunos enloquecen con “la doble moral y el doble discurso”, unos cuantos “saltan talanqueras y traicionan”, ciertos “sufren de amnesia”, para algunos “nada importa sólo ellos son importantes”, unos cuantos “se creen dueños y señores de los ciudadanos” y quienes patean calles murmuran sobre la “arrechera popular”.

 

Otra dificultad con la llamada culicardia o culillocardia es que, como el Ébola, hay mucho desconocimiento y ninguna cura conocida. No existe vacuna, sus señales son variadas y diferentes dependiendo de quién los sufre, poco o nada se conoce de los posibles efectos secundarios y secuelas que algunos, por la ignorancia general, prevén devastadores, catastróficos. Pero es de indicar que en la República Argentina parecen haber encontrado un tratamiento, aunque es un tema todavía en estudio y desarrollo experimental. Quien adelanta la investigación sobre la que ellos llaman “cristikardia” son los Laboratorios Macri, en Buenos Aires.

 

Lo escaso que se va sabiendo es que la culicardia comienza con un ritmo acelerado y extraño del corazón –arritmia- acompañada de temblores incontrolables y profuso sudor. Cuando los intereses individuales y de grupos se afectan, la culicardia se hace rápidamente grupal, aunque no se sabe si se transmite por aire o como asumen expertos concienzudos, por el oído; cuando las personas escuchan palabras y frases que los perturban, les provocan culillos que degeneran en culicardias.

 

Algunos científicos mal puestos por políticos e influidos por posiciones opositoras al Gobierno, afirman que cuando se toman decisiones arbitrarias, inconvenientes e inciviles que afectan a la ciudadanía, la culicardia se hace rápidamente colectiva y aparece un síntoma adicional que es la parlaculillocardia, es decir, la verborrea de acusaciones mutuas e infantiles entre grupos que expresan: “estar y defender a todos pero que sólo están por ellos.” 

 

Los investigadores se quejan del Ministerio del Poder Popular para la Salud y otras autoridades porque no les dan recursos, insumos ni equipos para investigar, y provocan más culillocardia cuando gritan que esto puede convertirse, con certeza, en una epidemia nacional. Se rumora que la Asamblea Nacional estaría pensando en enviar una subcomisión especial a Buenos Aires y Brasilia, pero esto no ha sido confirmado.

 

No obstante, un muy reciente hallazgo de una academia venezolana que nos pidieron no mencionar, -el culillo es libre- en algunos exámenes realizados al viejo estilo (porque no tiene insumos para la investigación y los equipos están dañados) parece encontrarse que la sintomatología es reversible y se transforma sin razón aparente –pero sólo en hombres y mujeres no comprometidos en peleas pueriles y diatribas politiqueras-, que el padecimiento transmuta de culicardia a bravucardia. Y entonces como por arte de magia, las aprensiones, sustos y traspiraciones desaparecen.

 

Todo indica que inocular la bravucardia como antídoto a la culicardia, sería la vía de salvación nacional y, convencidos que se impondrá más temprano que tarde, los ciudadanos de buena fe, decentes, de principios éticos y morales, verdaderos amantes de Venezuela, harán lo necesario, se colmarán de bravucardia y se impondrán por encima de obstáculos y “seudo líderes” que no supieron ver más allá de sus propios ombligos e intereses.

Una demostración de que el antídoto bravucardia funciona contra la culicardia, es el inequívoco testimonio ciudadano durante el primer día de recolección de firmas a favor de convocar el referéndum revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro.

 

Hay que recordar epidemias devastadoras como el Ébola y, en tiempos remotos, la gripe española, para no hablar de la peste negra que arrasó a la Europa medieval, y, más recientemente, las pestes nazista y fascista que arruinaron Alemania e Italia. Lo único cierto de todo es que la gran mayoría esta irritable, perturbable, nerviosa, incómoda, sin nadie a quien seguir, decepcionada y tan desilusionada que hasta empresas medidoras de opinión cordiales con el Gobierno no lo pueden ocultar y comienzan a difundirlo para quien quiera oírlo, le guste o no.

 

@ArmandoMartini