Consecuencias de la paz por Félix Alberto Quintero V
Abr 04, 2016 | Actualizado hace 8 años
Consecuencias de la paz por Félix Alberto Quintero V

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En épocas de crisis es cuando más se necesita establecer prioridades para abordar los desafíos de una manera prudente y organizada. En estos momentos es evidente que se debe dar prioridad al ámbito nacional, relegando a un segundo plano lo concerniente al ámbito internacional. Quizás la seguridad ciudadana compite con la disponibilidad de alimentos y medicinas en cuanto al desafío que requiere de medidas más urgentes.

 

Una conversación reciente me recordó, sin embargo, que no hay que perder de vista el segundo plano. Compartía un almuerzo con colegas de la oficina, con la caribeña coincidencia de que habían dos colombianos, dos venezolanos y un dominicano. Siendo los cinco abogados no tardamos en empezar a conversar de los retos de los tres países en materia de estado de derecho y todos coincidimos en la preocupación por la nefasta presencia del narcotráfico y sus tentáculos. De este ominoso tema no nos costó brincar a conversar de las expectativas frente al proceso de paz en Colombia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC). Para la fecha de ese almuerzo, por cierto, aún no se habían hecho públicos en la prensa los esfuerzos del gobierno colombiano en extender la tregua al Ejército de Liberación Nacional (ELN).

 

El tono de la conversación y las posturas expresadas por los que allí estábamos parecían coincidir con el “optimismo escéptico” del que hablaba el Dr. Moisés Naím en una entrevista en Caracol Radio hace ya algunos meses. La paz, evidentemente, es necesaria y deseable pero no deja de preocupar los medios que utilicen las partes para alcanzarla. ¿Y qué hay de las consecuencias? Mi paisano puso en el tapete un tema que resultaría de vital importancia para Venezuela. En el supuesto de que se alcance la paz, ¿qué harán los miles de ex-guerrilleros desmovilizados si al cabo de cierto tiempo no logran reinsertarse en el mundo civil y democrático colombiano?

 

Veamos un poco el contexto. Según la televisora TeleSur, no fue sino hasta febrero del corriente año que las FARC, como manifestación de su voluntad de dar por terminado el conflicto armado, acordaron dejar de aceptar la incorporación a sus filas de menores de 18 años de edad. En consecuencia, muchos guerrilleros son muchachos jóvenes cuyos principales talentos giran en torno a su trayectoria bélica. Algunos sabrán leer y escribir, otros no. Algunos habrán tenido oportunidad de trabajar en algo distinto al conflicto armado, con lo cual podrían hacer la transición al mundo civil de una manera menos traumática. Pero otros probablemente no tengan en su haber los conocimientos o talentos que los harían atractivos para potenciales empleadores. Amén del tema de la credibilidad.

 

¿Cuánto tiempo le tomará a un muchacho impaciente, que sólo conoce de armas y de guerra, plantearse alternativas ante las dificultades de reinsertarse en el mundo civil colombiano? ¿Cuánto tiempo le tomará girar la cabeza a la derecha, hacia la otra orilla del Arauca? Esa orilla que lo invita con su ambiente de zozobra e impunidad a explotar sus talentos bélicos. A fin de cuentas, ya la conoce muy bien porque tiene años operando allí y ha forjado relaciones que le pueden resultar de utilidad.

 

Sin duda la paz en el vecino país tendría consecuencias para Venezuela y la región, algunas mejores que otras. No pretendo abogar en contra del proceso de paz sino más bien anticipar su impacto y alertar a los que les corresponderá mitigar el mismo. Para la sociedad civil venezolana el recibir a cientos o miles de muchachos hambrientos de oportunidades bélicas lucrativas es una calamidad porque podría empeorar la ya gravísima crisis de seguridad ciudadana. ¿Y qué hay de las Fuerzas Armadas Venezolanas? Esas que, de conformidad con lo previsto en la Constitución Nacional y las leyes de la República, tienen el deber de resguardar la soberanía y la seguridad territorial del país. Para los funcionarios militares honrados también será una calamidad por cuanto tendrán que hacerles frente, incluso por la fuerza. Para los funcionarios militares involucrados en actividades delictivas puede ser la oportunidad de asociarse o de perder mercado ante nuevos competidores. Esperemos que se impongan los honrados y cumplan con su deber y con su mandato.

 

Venezuela es parte de un complejo mapa que trasciende nuestras fronteras. Las interacciones del mundo globalizado en el que vivimos obligan a mantener el trote y para nadie es un secreto que estamos más que rezagados. Así que, sin perder el foco de las prioridades domésticas, siempre es bueno levantar la cabeza y mirar que está ocurriendo a nuestro alrededor.

 

 

 

@FelixQuinteroV