Tiempos de infamia por Antonio José Monagas
Tiempos de infamia por Antonio José Monagas

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Desde que el proyecto político del gobierno venezolano comenzó a “hacer aguas” por la intemperancia de sus propósitos y las inconsistencias de sus directrices que derivaron en improvisaciones convertidas en decisiones, se dieron las condiciones políticas y de fuerza para que tan confundidos lineamientos, además contradictorios, devinieran en un ejercicio brutal del poder. Tan dramática situación, terminó convirtiendo al país en un espantoso escenario donde la anomia se impuso por encima de la concepción del Estado venezolano cuyo ordenamiento jurídico ha sido rebasado por el escamoteo de valores que exaltan el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad.

En otras palabras, el advenimiento de criterios ideológicos adosados al precario concepto de “revolución bolivariana”, sólo sirvió para atender la actitud de gobernantes que, por razones vulgarmente populistas y demagógicas, se desentendieron de las responsabilidades que pauta la Constitución de la República cuando invoca la inminencia de establecer una sociedad democrática en un Estado de justicia, federal y descentralizado que consolide valores de libertad y “asegure (…) el derecho a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna” (Del Preámbulo)

La incidencia de tanta normativa aprobada en el país a lo largo del tiempo que lleva en el poder el aludido proceso revolucionario, al margen de una necesaria coordinación fundamentada en una separación de poderes capaz de garantizar los principios que caracterizan un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, provocó el caos. O crisis ésta que ahora ha arruinado al país por decisiones que lejos de acuciar el cumplimiento de los derechos y deberes que consagra la Norma Suprema, ha tendido ha promover el aislamiento social y el desquicio de la economía. Incluso, la perversidad al interior del aparato administrativo gubernamental la cual se ha servido bastante bien de la impunidad encubierta a través del grosero autoritarismo alcahueteado por el propio régimen.

Los anuncios del alto gobierno para ordenar la economía nacional, pronunciados este miércoles por Miguel Ángel Pérez Abad, vicepresidente de Economía Productiva y ministro del área, no deja ver otra cosa que más de lo mismo. O quizás, peor de lo mismo. Y aunque para algunos no hay nada que comentar, dada la majadería que significa una situación caracterizada por el adagio que reza “el mismo musiú pero con distinta cachimba”, a decir por lo anunciado, el gobierno no tiene intención de enmendar los errores que ha generado el embrollador control cambiario impuesto con exclusivo propósito político. Sin duda alguna que la aplicación del anunciado mecanismo, seguirá apresurando la fuga de capitales, la caída de las frágiles reservas internacionales y la insolente corrupción. No hubo ninguna sorpresa en las políticas expuestas. El régimen seguirá empeñado en mantener tipos de cambio múltiple lo cual sólo acentuará la discrecionalidad que de nuevo pondrá al descubierto la fracasada estrategia asumida. Y es que en verdad, no hay nada más atravesado para la democracia que la instauración de controles cambiarios.

En el fragor de estos anuncios o “cuentos de camino”, el problema de fondo no fue tocado. La carencia de divisas ha agrandado el tamaño del trance que agarrotó al país. Esto quiere decir que el país seguirá siendo arrinconado ante las necesidades de financiamiento de su desarrollo. Más, cuando se insiste en desconocer al mercado paralelo como mecanismo de auxilio y estimulación toda vez que actúa como compensador “ad hoc” del aporte de divisas. Se tiene pues que este modo de presumir actuar sobre los tinglados de la economía, lejos de despejar gravosas incógnitas, favorecerá su desbocamiento al incitar una demanda infinita en todos los cambios oficiales. Así, el mercado negro que se ha edificado sobre tan patética situación, continuará fungiendo cual válvula de escape a la desconfianza. Y además, se verá cual perverso referente de precios que parecieran no tener límite superior.

Todo esto hace inferir que el modelo de irracionalidad que ha orientado al régimen en sus decisiones económicas, continuará marcando el discurrir del país lo cual, de no aumentar el precio del barril de petróleo, la pauperización seguramente tenderá a potenciarse al lado de los problemas mayúsculos que han sofocado al país. Particularmente, al advertir que la maquinaria burocrática que dio vida a Cadivi, Cencoex, Sicad, Sitme. Simadi, y ahora Dipro y Dicom, hacer ver que la creatividad de estos gobernantes está inspirada en algún libreto de novela negra llena de personajes infames, pérfidos e improductivos. Además, descaradamente corruptos. De manera que frente a los anuncios de tan pusilánimes condiciones, el régimen quisiera ver a sus adversarios aplastados por penurias. O conminados a caminar hacia ningún lado, jalonados por la ruindad y la ignominia. Por todo esto, pareciera que el país se atascó en medio de tiempos de infamia.

@ajmonagas